Publicidad

La caja de Pandora

«Terminada esta enésima cacería de brujas, todo seguirá igual. Porque, como alguien dijera visionariamente hace ya años, en una columna de “El Mercurio”, “el mercado es más fuerte”, aunque los despojos de sus cultores más débiles (y sus respectivas honras) vayan quedando botados por el camino».


Sostuvieron los antiguos griegos que cuando Pandora llevó una hermosa caja de regalo a Epimeteo, éste la abrió y de ella salieron todos los males que después afligieron a la Tierra, con tan mala fortuna que, cuando la volvió a cerrar, no alcanzó a salir el único bien que había en ella, la Esperanza.

El Fiscal Nacional Económico abrió la Caja de Pandora en Chile al descubrir una “ilegalidad” en un mercado que funcionaba perfectamente bien, del cual nadie se había quejado y en que cualquiera podía competir vía emprendimiento o importación.

Resultado: la principal empresa del sector ha perdido ya largo más de mil millones de dólares de patrimonio bursátil, lo que ha perjudicado a los fondos de pensiones que tenían acciones de ella. Y se ha levantado una ola de indignación moral en la población, azuzada por los medios, los políticos y los opinólogos, no obstante que jamás nadie se había dado cuenta del abuso a que supuestamente estaba siendo sometida. En fin, la abogada de los accionistas minoritarios se apresta a iniciar multimillonarias demandas y querellas contra los controladores de la empresa por un supuesto perjuicio derivado de la colusión (y pese a que, hasta ahora, el perjuicio ha provenido exclusivamente de la acción del Fiscal Económico).

Y entonces ahora las organizaciones de consumidores sienten abrirse su apetito y sacan del sombrero un gigantesco daño del cual nunca nadie se había quejado al comprar papeles higiénicos en un mercado que les ofrecía numerosas alternativas de precio y calidad. El alcalde Gebauer, de Melipilla, en medio de su repentinamente suscitada indignación, demanda la devolución de dinero por las grandes cantidades de papeles que su municipio adquirió libre y voluntariamente durante muchos años. A lo mejor lo seguirán otros de las 343 comunas del país y la suma de las indemnizaciones solicitadas puede llegar a ser gigantesca.

También al abrirse la Caja de Pandora apareció un economista afirmando que ya la Universidad de Chile estimó en US$800 millones el daño inferido a los consumidores. Adicionalmente, surge un fiscal afirmando que “aquí hay delito” y también abogados afirmando que proceden acciones por estafa, alteración fraudulenta de precios y asociación ilícita. Si los jueces de izquierda procesan a Labbé por pertenecer a una “asociación ilícita” llamada “Ejército de Chile”, ¡cómo no va a serlo el acuerdo entre CMPC y SCA!

A todo esto ¿en qué quedó la libertad de precios? Pues si se puede descubrir retroactivamente que los que creían ejercerla estaban, en realidad, cometiendo delito y ex post un juez fija el precio y dice cuánto se podía cobrar como máximo por un bien, significa que también dejó de existir esa libertad esencial para asignar los recursos correctamente en la economía.

En los EE. UU., donde también se prohíbe por ley la colusión, las empresas oligopólicas se han dado cuenta de que no necesitan ponerse de acuerdo sino que basta dejar que funcionen las leyes del mercado. En su libro “Economía”, 4ª. Edición, Wonnacott y Wonnacott expresan, en la pág. 608: “Por tanto, aunque no exista colusión, el resultado puede ser el mismo: las empresas llegan al precio que maximiza sus beneficios, sin llegar a acuerdos ilegales, sino simplemente siguiendo al líder. A esto se le denomina, en ocasiones, colusión tácita”.

Es lo que ha acontecido en los mercados farmacéutico y de los pollos. Es por eso que el Fiscal Nacional Económico, preguntado por “La Tercera” sobre cuál había sido el resultado de sus denuncias y persecuciones implacables de empresarios en ambos mercados, secamente se negó a responder. Porque, si lo hubiera hecho, habría debido reconocer que todo funciona igual que antes, es decir, bien. Hay, como siempre, libertad de entrada al respectivo rubro, competencia amplia y cualquiera puede abrir nuevas farmacias o criar pollos o importarlos, lo mismo que remedios o papel tissue. Hasta algunos empresarios querellados y suficientemente difamados fueron al final judicialmente sobreseídos, en medio de la molestia general.

“Cuando algo funciona bien, no lo arregles”, dice la sabiduría popular. Pero aquí nos gusta “arreglarlo”.

Y ahora le tocó sufrir a la empresa más respetada de todas, la Papelera. Hasta su presidente confiesa: “he pecado”, como el Cardenal Midzsenty después de suficiente lavado de cerebro por sus cancerberos comunistas en Hungría. Sus pares también bajan el pulgar en el coliseo romano donde ha sido llevado. La plebe estalla en aplausos, sedienta de la sangre de los caídos.

Pero, terminada esta enésima cacería de brujas, todo seguirá igual. Porque, como alguien dijera visionariamente hace ya años, en una columna de “El Mercurio”, “el mercado es más fuerte”, aunque los despojos de sus cultores más débiles (y sus respectivas honras) vayan quedando botados por el camino.

Publicidad

Tendencias