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Una Nueva Era


En El Mostrador se informa de la carta que el diputado Pepe Auth leyó en el acto de conmemoración de 28 Aniversario del PPD. Tengo que reconocer que, a pesar de conocer previamente su contenido, me conmovió ver a Pepe aceptar que el PPD, considerado como partido en sí mismo, no tiene futuro.

En todo caso, coincido con Auth en que el “ciclo político al que dio inicio la fundación del PPD está terminado. Que como todo organismo vivo, nuestro partido está mostrando signos evidentes de envejecimiento y decadencia”.

En general, el contenido de la carta del diputado Auth me interpreta, y usted, estimado lector, podrá leerla en este diario, pero quiero hablar ahora del escenario en el que se da esta reflexión y de allí aproximarme al contenido de fondo de la misma.

Recuerdo, que con un ex presidente del PPD me decía el año 2005, más o menos lo siguiente: Con Lagos Escobar – Presidente- muere la antigua forma de hacer política y con Bachelet –en ese momento candidata– nace la nueva. La opinión de este dirigente, era mayoritaria en la militancia partidaria y seguramente en los otros partidos de la Concertación.

¿Pero era verdad esta afirmación o solo era una quimera? Si lo vemos a la luz de los hechos concretos, parece que no. En efecto, la antigua forma de hacer política siguió igual en el primer Gobierno de la Presidenta Bachelet y continúa de la misma forma en este Gobierno.

La Nueva Mayoría no es el resultado de un cambio de paradigma, es más bien un acuerdo electoral, donde el animus societatis que inspiró a la antigua coalición de gobierno no se traspasó al nuevo conglomerado y parece estar agonizando, para desgracia de la Presidenta y del país.

La globalización todo lo ha cambiado: el mundo se ha glocalizado, casi sin darnos cuenta asistimos a una progresiva supresión de las fronteras en lo económico, político, social y cultural. La modernidad líquida, que nos describe Bauman, es contradictoria, por un lado nos conectamos con el mundo y por el otro estamos como nunca aislados.

[cita tipo=»destaque»]¿Es este un fenómeno solo del PPD o es transversal a todos los partidos políticos? Por lo menos, en lo que se refiere a la forma de organizarse y relacionarse con los grupos sociales nuevos, son hoy todos iguales. Verticales, incapaces de comprender la profundidad de los cambios que se han operado en nuestra sociedad.[/cita]

Las nuevas generaciones, “surfean” sobre los sitios web, buscando el paraíso que los aísle del mundo de sus mayores; en ese mundo no caben las viejas ideas y sus partidos políticos.

Los jóvenes de hoy están constantemente buscando el cambio, para ellos lo que ofrecemos es una forma de vida aburrida, no tienen confianza en lo que hacemos y la mayoría, al igual que el resto de la gente, no confía en que los gobiernos puedan cumplir lo que prometen.

Vivimos el individualismo a fondo, dicen los sociólogos que la identidad “ya no es importante en la sociedad actual, la identidad pertenece a la comunidad” y, por lo tanto, te enfrentas a tus problemas solo, sin apoyo de nadie.

Las reglas del mercado lo han copado todo: tus relaciones de pareja, las amistades, incluso tus relaciones familiares. Lo que ha llevado a muchos a decir que “estamos en la era de la individualización y lo que antes recibía el ser humano en su convivencia en comunidad, ahora lo tiene que conseguir solo”.

Si llevamos lo anterior al ejercicio de la política partidaria, concluiremos que cada día es más difícil construir un nosotros. Las redes sociales contribuyen al aislamiento de las grandes masas de internautas. Estudios del comportamiento de los jóvenes en los países desarrollados, nos hablan que el promedio de conexión a redes sociales, es de cerca de ocho horas día.

Volviendo al texto del diputado y experto electoral, Pepe Auth, él nos dice con desesperanza, que «si repitiéramos hoy el estudio de la identidad del PPD que hicimos en 2006, tanto para sus militantes como para su electorado, seguramente concluiríamos que nuestro partido perdió su diferencia, que terminó asimilándose completamente a la política tradicional, que prácticamente no se le distingue del Partido Socialista y que es muy permeable a la corrupción».

La pregunta que nos hacemos: ¿es este un fenómeno solo del PPD o es transversal a todos los partidos políticos? Por lo menos, en lo que se refiere a la forma de organizarse y relacionarse con los grupos sociales nuevos, son hoy todos iguales. Verticales, incapaces de comprender la profundidad de los cambios que se han operado en nuestra sociedad.

Ni cuenta se han dado de que nuestra clase media se ha precarizado y, según el economista Guy Standing, citado por Bauman en una entrevista de Jorge Fontevechia, del periódico Perfil, las clases medias se están disolviendo lentamente para ser reemplazadas por lo que se llama la clase precarizada. “El término precarización proviene del francés, précarité, inestabilidad”, nos dice Zygmunt Bauman.

La clase media no está plenamente establecida, es miedosa e incapaz de experimentar. Lo que distingue a la clase precarizada es la falta de de confianza en sí misma: esta nueva clase tiene elementos que se han incorporado recientemente y es también la antigua clase que ha retrocedido en la escala social.

En Chile, como en otras partes del mundo, la clase media tiene miedo a perderlo todo: el trabajo, su pareja, sus amistades, el colegio de sus hijos, a enfermarse, a la delincuencia aunque no los haya afectado, en fin viven un mundo de desesperanza que los enferma sicológicamente.

La característica de una sociedad como la nuestra, es que cada uno se las arregla como puede y, a pesar del sufrimiento que padecen, nada los une, no “desarrollan solidaridad con sus pares. Al contrario: los ubica como competidores. Compiten por el mismo trabajo, por las mismas oportunidades de sobrevivir el próximo round de la austeridad, el próximo round de las economías, por lo cual hay pocas posibilidades de transformar esta categoría de población en una clase social”, nos recuerda Bauman.

Nuestra Clase Obrera hace tiempo que cedió el terreno a un vasto grupo de asalariados que saltan de la pobreza al precariado y de vuelta a la pobreza.

En Chile, como en Europa, los obreros industriales son cada día menos, y en el capitalismo en el que estamos inmersos los que detentan el poder son en general especuladores financieros, empresas de retail y de servicios, de marketing y publicitarias, por nombrar algunas.

Sabía usted que en Estados Unidos, de la lista del 1% de los más ricos, uno de cada seis es empresario industrial, el resto son financistas, abogados, diseñadores, programadores y celebridades y artistas varios.

Podemos decir que hay elementos suficientes para hablar de que hemos entrado a la era posindustrial, en el mundo y para qué decir Chile, que nunca descolló por ser un país industrializado.

¿Chile país sustentable?

Nuestros jóvenes ingresaron masivamente a las universidades a partir de los noventa, ¿y que tenemos ahora? Batallones de desocupados que estudiaron carreras en “Universidades” como La del Mar y CFT rascas y cuyo destino es trabajar en cualquier cosa, menos para lo que fueron mal formados. Por lo anterior, es tan importante que los estudiantes tengan universidades y CFTs que cumplan con un estándar mínimo, para obtener el derecho a recibir estudiantes que estudien gratis.

Los recortes en la financiación de la promesa de gratuidad a los estudiantes de menos recursos, corren en desventaja con los incrementos desmesurados de los aranceles para estudiantes universitarios y técnicos.

Lo que actualmente se entiende por “crecimiento económico”, necesita –según los entendidos– de estudiantes que aprendan a inventar, que tengan conocimientos específicos, que les permitan pensar de otra forma y de esta manera crear valor.

Si no tenemos educación de calidad para todos, y nuestra economía se sustenta de la depredación de los recursos naturales, y si hasta el agua esta enajenada, de qué país estamos hablando.

Para coronar este cuadro, resulta que ahora nuestro destino económico depende de otros. En efecto, si la economía China se resfría, a nosotros nos da pulmonía.

Deberes y Derechos

De los derechos ciudadanos hemos hablado mucho. En efecto, de los derechos de los pueblos originarios, del desarrollo equilibrado y sustentable, que los derechos humanos de segunda generación, tienen que ser implementados de manera eficaz. Que la mujer debe tener una mayor participación en la política y en las decisiones de las empresas privadas y del gobierno, todo esto tiene que ser normado por ley.

¿Pero y los deberes que tenemos como ciudadanos dónde están?

La corrupción en la empresa privada y en entes estatales, la colusión generalizada en los canales de distribución de bienes de uso cotidiano y del sistema financiero, nos dicen que el país está en grave peligro. La última encuesta CEP, nos muestra palmariamente la bancarrota de los partidos políticos tradicionales, que ya estaban a maltraer y, con los escándalos que los involucran, tienen aún menos credibilidad.

Los recientes escándalos de financiación irregular de los partidos políticos nos muestran un déficit alarmante de ética pública y respeto social, de nuestra clase dirigente. Las cifras de la encuesta son elocuentes e incluso el PRO muestra los primeros signos de debilitamiento a raíz de las platas SQM.

Hace un tiempo publiqué en este mismo diario “Las Elites hablan solas” y allí decía que Chile necesita una nueva izquierda que sea capaz de entender el nuevo ciclo de transformaciones que marcan esta etapa. Para lograr estos cambios, es necesario modificar las formas de hacer política: las elites no pueden seguir conversando entre sí y no con la sociedad. Nuestras elites se subsumieron, fueron cooptadas por los grupos de poder económico, por esta razón son hoy por hoy disfuncionales a todo proyecto progresista.

Si de alguna manera nuestra generación ha abandonado la idea de crear una sociedad más humana, tenemos la esperanza de que la nueva generación realice nuestro proyecto. El problema es que un sector de nuestros jóvenes políticos en el Gobierno y fuera de él, que aparecían como reemplazo, ha reprobado el examen de Servicio Público. La eficacia demostrada en la gestión de los recursos públicos y en manejo político, deja mucho que desear, para muestra basta revisar el magro apoyo ciudadano a las importantes reformas del Gobierno.

Una nueva Era

Los cambios que se han operado a partir de la globalización son tan profundos, que el mundo actual está desestabilizado, las normas de ayer, hoy están obsoletas y eso hace pensar que poco o nada podemos hacer con las herramientas del pasado. Vivimos en el siglo XXI pero utilizamos la manera antigua de hacer las cosas.

Muchos no se han dado cuenta de que el antiguo régimen ha muerto y hay que crear un nuevo orden. A este período, donde lo antiguo murió y lo nuevo no acaba de nacer, Tito Livio lo llamó Interregno.

En la antigua Roma, después de la muerte del Rey Rómulo que gobernó 38 años, que por lo demás era en esa época la expectativa media de vida de la gente, muy pocas personas recordaban el mundo sin Rómulo. Esta situación de desesperanza extrema de los romanos produjo una crisis profunda caracterizada por el “hecho de que lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer: en este interregno aparece una gran variedad de síntomas mórbidos” nos grafica Antonio Gramsci, en sus Cuadernos de la cárcel.

La gente estaba “confundida. ¿Qué hacer? Rómulo les decía qué hacer y no imaginaban un mundo sin él”. ¿No le llama la atención, estimado lector, la similitud con lo que está pasando en el mundo y en particular en nuestro país? Lo concreto es que, como bien dice el sociólogo polaco arriba citado, Gramsci actualizó la idea de interregno, «para definir una situación en que los viejos modos de hacer las cosas ya no funcionan, pero las formas de resolver los problemas de una manera efectiva aún no existen o no las conocemos”.

El espacio de los partidos políticos es estrecho y han dejado de ser los instrumentos indispensables del conjunto de demandas sociales, como dice muy acertadamente Alain Touraine, porque se mueven “entre la multiplicación de los lobbies, por una parte, y el aplastamiento de las demandas sociales por acción de los ideólogos y los aparatos políticos, por la otra”.

Según Touraine, “cuando más un partido político se siente portador de un modelo de sociedad, en lugar de ser un simple instrumento de formación de decisiones políticas, más se debilita la democracia y más subordinados están los ciudadanos a los dirigentes de los partidos”. En todo caso, el sociólogo francés afirma y con justa razón que la democracia no se fortalece por la debilidad de la sociedad política, ni por el sometimiento a los intereses económicos o a las demandas de la minoría.

Algunos sociólogos, piensan que quizás ya se está produciendo un cambio de era: que es posible que estemos a nivel mundial en medio de una revolución, y no nos hemos dado cuenta. Mi opinión es que lamentablemente sí es así, nada podemos hacer si no estamos unidos contra los poderes globales y sus consecuencias locales, de la tiranía del capital sobre la política.

Bauman cuenta que en un estudio sobre el movimiento socialista inglés, leyendo el material escrito de la época, se dio cuenta de que los involucrados en los inicios de la Revolución Industrial, se enteraron de ella 24 años más tarde.

El ex Presidente Ricardo Lagos, en el acto por los 28 años del PPD en Valparaíso, se preguntaba si estamos contentos con lo que hemos hecho en materia de corrupción. ¿Qué nos ha pasado a ratos, como que hemos perdido el rumbo hacia donde queremos ir?

La respuesta es simple, ex Presidente: estamos en deuda con Chile, y con nuestra propia conciencia y lo que tenemos que hacer es apoyar todas las recomendaciones de la Comisión Engel sin restricciones. Y este es un deber ciudadano ineludible.

Concuerdo con los ex presidentes del PPD, que están por la necesidad de crear una nueva fuerza política, pero que no sea la mera suma de orgánicas partidarias obsoletas.

Así como Chile necesita de una nueva Constitución plenamente democrática en su génesis, de la misma manera los viejos partidos y sus prácticas tienen que desaparecer.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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