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La sátira política hoy: bienvenida la tradición cultural del pueblo de Chile

Maximiliano Salinas
Por : Maximiliano Salinas Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, USACH. Autor de El que ríe último. Caricaturas y poesías en la prensa humorística chilena del siglo XIX (Santiago 2001), La risa de Gabriela Mistral. Una historia cultural del humor en Chile e Iberoamérica (Santiago 2010), El Chile de Juan Verdejo. El humor político de Topaze 1931-1970 (Santiago 2011), ¡El que se ríe se va al cuartel! Risa y resistencia en las poblaciones de Santiago de Chile 1973-1990 (Santiago 2015).
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La sátira política recorre por completo la historia de Chile, desde la época del absolutismo colonial. Los indígenas se reían de los españoles, los mestizos de los criollos, los huasos de los futres, los pobres de los ricos. A comienzos del siglo XIX Manuel Rodríguez con tonos burlescos y sarcásticos ridiculizó a la elite y a las clases medias, por sus estilos pomposos y arribistas. Desenmascaró el orden colonial a partir del conocimiento que tenía de la vida popular de rotos, chinas y chinganas (Ricardo Latcham, Vida de Manuel Rodríguez: el guerrillero, 1932).

En 1844, en su encendida Sociabilidad chilena, Francisco Bilbao reprodujo una décima campesina burlesca contra el poder del clero: “El cura no sabe arar / menos enyugar un buey / pero por su santa ley / él cosecha sin sembrar /…”. El siglo XIX chileno no se entiende sin la aguda sátira del periodista Juan Rafael Allende (1848-1909) contra la burguesía de la época de la guerra del Pacífico y de la guerra civil de 1891. Aunque fue vanamente excomulgado, sus periódicos ilustrados con magníficas caricaturas constituyen un testimonio del Chile profundo, sin los engaños y dobleces de los medios de comunicación oficiales. En El Padre Padilla, El Jeneral Pililo, El Poncio Pilatos o La Beata se mostró a una elite abusadora, incapaz de ofrecer una convivencia republicana y democrática. En las calles y las callejuelas de las ciudades estos “periodicuchos” mostraron la verdad que callaban las narrativas maestras del poder. En 1897 apareció la faz impasible del presidente Federico Errázuriz Echaurren ante las maniobras de los banqueros y salitreros (“¡Cómo se roban los ricos el dinero de los pobres!, La Beata, 2 de septiembre de 1897). La Lira Popular expresó también la viva conciencia de la gente común. Mostrando con humor la crítica a las injusticias de todos los días.

En 1896 el presidente Jorge Montt dejó La Moneda en medio de las cuecas protestosas del poeta Juan Bautista Peralta (1875-1933): “Viva el nuevo presidente / ya se fue don Jorge Montt / ahora sí que trabajos / van a ver en la nación. / En la nación sí / eso es muy cierto / que si más dura el chico / fuéramos muertos. / Fuéramos muertos sí / eso es de veras / porque no he visto / un chico con más flojera. / Por fin dejó el terciado / ese malvado.” (Micaela Navarrete, Tomás Cornejo, Por historia y travesura. La Lira popular del poeta Juan Bautista Peralta, Santiago, 2006).

[cita tipo=»destaque»] En la actual experiencia histórica de descrédito general de la elite nacional la tradición del humor y la sátira política tiene que aflorar o florecer a como dé lugar. De todas maneras. En las calles, en los rayados de las murallas, en las marchas estudiantiles, en las redes sociales, en el descontento popular cotidiano.[/cita]

 

El siglo XX chileno no se entiende sin la formidable sátira de la revista Topaze, que se rió de la clase política entera desde 1931 hasta 1970. Aunque Arturo Alessandri o Eduardo Frei Montalva quisieron ponerle límites a la revista, desde La Moneda, el siglo pasado no se entenderá nunca sin la palabra suelta y libre de los periodistas de Topaze, con los trabajos de Jorge Délano o Eugenio Lira Massi. En la década de 1960 allí se hizo la crítica festiva a los ‘momios’, la elite más muerta que viva que hizo lo que hizo por mantener sus privilegios antidemocráticos. El personaje Juan Verdejo, siempre achacado, pero siempre desafiante, no podrá ser extirpado de la conciencia lúcida de la cultura popular de Chile. Con su cara de risa y su pinta de roto fue la antítesis de la estirada clase política del medio siglo. En 1952 Gabriela Mistral solicitaba desde Nápoles que no dejaran de enviarle la revista Topaze para enterarse de verdad acerca de Chile.

En la actual experiencia histórica de descrédito general de la elite nacional la tradición del humor y la sátira política tiene que aflorar o florecer a como dé lugar. De todas maneras. En las calles, en los rayados de las murallas, en las marchas estudiantiles, en las redes sociales, en el descontento popular cotidiano. En el mes de febrero, mes de las licencias carnavalescas, este humor se concentra en el escenario descomunal de la Quinta Vergara de Viña del Mar. Como un altavoz enorme, desde el aparatoso recurso de la maquinaria televisiva. Bienvenidos los humoristas que han sabido interpretar en la Quinta Vergara las demandas y los clamores de la gente de a pie. La risa abunda en la boca de los sabios. Bienvenida sea. Un saludo especial para la entereza y la lucidez, en particular de Natalia Valdebenito y de Pedro Ruminot, quienes han sabido expresar con palabras certeras lo que el pueblo siempre supo decir, sin permiso y sin recato.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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