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El desfonde moral del bloque neoliberal, no de la izquierda

Pedro Santander
Por : Pedro Santander Director Deep PUCV
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A raíz de los casos de corrupción político-empresarial que han salpicado el arco político chileno –desde el PS hasta la UDI, pasando por el PRO– se ha vuelto frecuente escuchar que “derecha e izquierda son iguales”. Incluso, en una reciente columna se habló del “desfonde moral de las izquierdas” y se acusó que la izquierda ya ni “se sonroje con los escándalos de corrupción que la tocan desde diferentes partes”. Afirmaciones como estas suelen tener dos problemas: un presupuesto errado y un vacío conceptual.

El supuesto errado es basar la acusación en la creencia de que el Partido Socialista de Chile, y sus máximos dirigentes, por ejemplo aquellos que como Lagos o Bachelet asumieron la Presidencia, serían de izquierda. Si esta premisa mayor (el socialismo criollo es de izquierda) fuese cierta, y considerando casos como los de Dávalos, Compagnon, Eugenio Díaz, Carlos Cruz, Fulvio Rossi, los dos Ominami, etc., efectivamente, sería posible inferir que “izquierda y derecha” son lo mismo. Sin embargo, si la premisa resulta errada, es decir, si el socialismo criollo NO es de izquierda, las inferencias posteriores son necesariamente distintas. Y en cuanto al vacío conceptual, vemos que ninguno de los acusadores define qué es ser de izquierda hoy. Por lo tanto, antes de acusar a la izquierda de ser igual de corrupta que la derecha, vale la pena preguntarse: ¿es de izquierda el socialismo chileno? y ¿qué es ser de izquierda en el actual contexto?

En nuestra interminable transición política el PS ha jugado un rol central. Al cambiar el eje de su política de alianza del PS-PC (que hizo posible el gobierno de la Unidad Popular) al PS-DC, se hizo posible la Concertación, coalición que asumió el timón de esta transición. Dos de sus militantes, Lagos y Bachelet, han encabezado tres gobiernos, y el primero de ellos da muestras de querer dirigir un cuarto.

Sin embargo, esos gobiernos están lejos, muy lejos, de poder ser calificados “de izquierda”, antes bien, lo que ya casi nadie discute es que esta ha sido una gobernanza de continuidad neoliberal. De continuidad porque, como dice uno de sus propios intelectuales, el socialista Manuel Antonio Garretón, un rasgo diferenciador de esta transición es que “se ha mantenido atada la sociedad chilena a la dictadura, tanto por su modelo socioeconómico como por su modelo político-institucional”. Otro importante dirigente socialista, ex presidente del PS y ex subsecretario de Estado, Gonzalo Martner, coincide afirmando que el resultado político y económico de esta transición ha sido “la mantención del modelo neoliberal chileno”.

Esta continuidad posibilitó la construcción de un Chile cuya marca central es la extrema desigualdad en todos los ámbitos de nuestra vida. El compromiso en esa tarea del Partido Socialista y, especialmente, de sus máximos dirigentes, como los Presidentes socialistas, fue requisito sine qua non para la legitimación y exitosa reproducción del neoliberalismo. Para administrar la herencia neoliberal, la antigua izquierda chilena, agrupada a partir de 1990 fundamentalmente en el socialismo criollo y adscrita a la Concertación, guió al país en una dirección totalmente contraria al principio rector, histórico y central de la izquierda: el de la igualdad. De hecho, fue durante los gobiernos “socialistas” de Lagos y Bachelet (en el primero de estos, sobre todo) cuando el laboratorio neoliberal chileno se llevó al extremo.

El modo en que se concibe y administra el Estado es, en ese sentido, un síntoma de lo más revelador. El Estado expresa relaciones de poder, es también una idea de sociedad y una representación general de la misma. Y lo que objetivamente presenciamos a partir de 1990 y que se extrema a partir del gobierno “socialista” de Ricardo Lagos, es una continuidad en democracia del Estado empresarial que moldeó la dictadura.

[cita tipo=»destaque»]En pues un error conceptual que no se sostiene ni política ni politológicamente afirmar que Lagos o Bachelet, o el PS, son de izquierda, y desde ahí acusar a la izquierda chilena de estar también salpicada por la corrupción político-empresarial que afecta hoy al bloque gobernante. Si derecha e izquierda fueran lo mismo, no hay alternativa posible.[/cita]

Así se explican iniciativas ejecutadas durante los gobiernos de “izquierda” de la Concertación que políticamente solo pueden ser calificadas de derecha, como mantener una Constitución neoliberal ilegítima, impulsar una línea de acción estatal completamente favorable al empresariado con subsidios directos, leyes o derogación de leyes ad hoc, beneficios tributarios, ausencia de fiscalización, etc.

Durante esos años se mantuvo y consolidó el Estado subsidiario, es decir, uno que solo actúa cuando los privados, las personas y las familias no pueden resolver por sí mismos los problemas; se apostó, igual que en dictadura, por políticas sociales residuales y focalizadas, etc. Es así como gracias a la administración de “izquierda” de Lagos y Bachelet terminó por consolidarse el mapa empresarial de la riqueza y el actual panorama social. Lagos, por ejemplo, amplía el margen de ganancia de las AFP, termina con el delito de la colusión, legaliza el antidemocrático financiamiento empresarial de la política, posibilita el crecimiento de la salud privada con subsidio estatal, inaugura el modelo de concesión de puertos, carreteras, cárceles, consolida una educación concebida para la desigualdad e inventa el nefasto CAE. Bachelet tiene el récord en aprobación de termoeléctricas (42 en su primer gobierno); para salvar el Transantiago aprobó un sistema de subsidio anual a los empresarios que crece de manera incontrolable y acaba de firmar el TPP, incorporando a nuestro país a ese proyecto neoliberal transcontinental.

El paradigma que subyace a todas estas políticas públicas, el que orienta las alianza con el empresariado, la opción por un patrón de desarrollo basado en la ortodoxia neoliberal y por la expulsión de los sectores populares de los procesos de toma de decisión, politológicamente no puede ser calificado de izquierda, aunque “socialistas” lo hayan encabezado. Antes bien, lo que vemos es una opción por valores como el de la libertad (empresarial), el individuo, el sector privado, el mercado, Estados subsidiario, oportunidad, asistencia, etc., y no, como podríamos esperar de una izquierda, por valores como igualdad, sociedad, movimientos sociales, Estado garante, sector público, universalidad, etc.

Creer que Lagos o Bachelet son de izquierda porque alguna vez lo fueron, porque militan en el Partido Socialista o que sus gobiernos lo han sido, es creer más en los discursos que en los hechos. Y los porfiados hechos, así como los datos duros, hablan por sí mismos: neoliberalismo puro y del más ortodoxo; tan ortodoxo que ha permitido que un partido pinochetista y de extrema derecha como la UDI sea calificado como de “centro-derecha” por la discursividad oficial.

En pues un error conceptual que no se sostiene ni política ni politológicamente afirmar que Lagos o Bachelet, o el PS, son de izquierda, y desde ahí acusar a la izquierda chilena de estar también salpicada por la corrupción político-empresarial que afecta hoy al bloque gobernante. Si derecha e izquierda fueran lo mismo, no hay alternativa posible.

Pero la izquierda, hace ya unos cuantos años, está configurándose y articulándose fuera del bloque gobernante. Guiada por otros paradigmas, más igualitarios y antineoliberales, no reniega de su anhelo por establecer una sociedad que, a diferencia de lo que ocurre en Chile, no esté basada en la extrema desigualdad, ni en la explotación del ser humano por otro ser humano, ni en la ganancia del capital, y está pensando en cómo construir un país que rompa con la continuidad del Estado empresarial que ha sido legitimada por el socialismo criollo y sus presidentes. Esa izquierda cuenta con una nueva generación de militantes que sintetizan en sus prácticas políticas los nuevos tiempos, que nada tienen que ver con los partidos de Lagos y Bachelet, y que ya no son cooptables por estos. Una izquierda que, aunque no salga en la prensa, está activa de norte a sur, debatiendo la realidad del país y la importancia de la ética política, observando con desprecio cómo aquellos que alguna vez se dijeron de izquierda, han desfilado indignamente pidiendo plata a las empresas y luego legislan a su favor.

Izquierda y derecha no son lo mismo. Antes bien, el parecido hay que buscarlo, por ejemplo, entre Lagos y Piñera.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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