¿Usted cree que piensa por su cuenta?
«¿Usted piensa que de las reuniones de los ‘facilitadores’ del socialismo en ‘cabildos’ regionales y provinciales va a salir una Constitución mejor que la estudiada, elaborada y propuesta, tras estudiar durante siete años, por los mejores juristas democráticos del país, encabezados por Enrique Ortúzar Escobar y Alejandro Silva Bascuñán?».
Si me contesta que sí, yo le voy a replicar que eso es lo que usted cree, pero no es así, porque a usted la superestructura política le maneja su pensamiento como quiere, y se lo voy a probar.
A juzgar por lo que se publica y lee, la reforma constitucional preocupa mucho a los chilenos. He leído sondeos que hablan de un 70% y hasta 80% favorable a cambiar la Constitución. Pero eso ha sido “fabricado”, no es espontáneo.
Se dejan oír las más inesperadas propuestas para llevar a cabo este “trascendental cambio republicano”. Todo “fabricado”. Y pasarán años antes de que se materialice, pero durante todos ellos ese tema concentrará los focos de la opinión pública. Todo artificial. No ha sido idea suya ni de la mayoría.
Porque nada de eso ha derivado de que usted ni un porcentaje significativo de chilenos lo hayan pensado por su cuenta o espontáneamente deseado; y ni siquiera de que una minoría significativa lo haya hecho. Eso se lo han metido a usted y a la gente en la cabeza y ha derivado de una maniobra política ideada por unos pocos políticos. Y también se lo voy a probar.
La encuesta en que más creo es la del CEP, y supongo que muchos dicen lo mismo, porque no es sobornable. Pues bien, en la de julio-agosto de 2013 el CEP les preguntó a los chilenos cuáles eran los temas nacionales que más les preocupaban, y mencionaron quince. El último lugar lo ocupó el sistema binominal, con 3% de menciones. NADIE SIQUIERA MENCIONÓ LA REFORMA CONSTITUCIONAL. Obviamente las tres materias que más interesaban a la gente eran las mismas de siempre en estos años: delincuencia, salud y educación.
En julio de 2014, ya bajo este gobierno, el CEP hizo otra encuesta. Ya los ideólogos del “otro modelo” (como llamaron en su libro-guía al socialismo, inspirador de este régimen) empezaron a hablar de la reforma constitucional. No era que usted ni un número significativo de personas lo hubiera pensado por su cuenta o planteado como inquietud propia. Pero los ideólogos de izquierda del gobierno otra vez empezaron a mencionarlo. Y entonces algunos chilenos “picaron”. Y sólo entonces la reforma constitucional apareció, pero en el último lugar, el 16°, de los temas nacionales que preocupaban a la gente. Así y todo, sólo un 2% se había tragado el anzuelo lanzado a través de todos los medios por los ideólogos de izquierda y la mencionó como algo digno de preocupar. Sin embargo, fue efímero, pues en la CEP siguiente, de septiembre-octubre de 2014, de nuevo el tema desapareció de entre los que importaban algo a la gente.
Pero en febrero de 2015 estalló el “caso CAVAL”, un misil que impactó directamente en La Moneda. ¿Qué dijeron entonces en Palacio? Lo que dicen todos los chilenos cuando han quedado en medio de una embarrada muy grande: “¡hay que hacer algo!”. La “movida” más importante, entre muchas que han discurrido, fue la de reinstalar la reforma constitucional como tema de preocupación de los chilenos. Por supuesto, no lo era. Hemos vivido más de 35 años excelentes para el país bajo la Constitución del ’80, su modelo de libertades, su democracia protegida de mayorías ocasionales y sus garantías para las propiedades e iniciativas libres de los chilenos. Eso no lo discute nadie. Ningún chileno se ha levantado en las mañanas durante todas estas décadas diciéndose “me tiene desesperado la Constitución”. Al contrario, todos nos hemos levantado tranquilos gracias a ella y la solidez que da a nuestros derechos.
Pero el “caso CAVAL” exigía hacer que la gente “mirara para otro lado”, como lo hacen los prestidigitadores para poder consumar sus trucos sin que los pillen. Y entonces al “segundo piso”, no a usted ni a un grupo grande de chilenos, se le ocurrió una obra de teatro o presentación circense fantástica, variada, extensa y capaz de hacer que los chilenos “miráramos para otro lado”: el proceso constituyente. Y ya en agosto de 2015 la encuesta CEP indicó que un 3% de chilenos volvía a mencionar, en el 16° y último lugar de sus preocupaciones nacionales, “la reforma constitucional”. Por algo se empieza.
Los “creadores de opinión” siguieron promoviendo el tema y ya en noviembre de 2015 él figuraba 13° entre 16 y para un cinco por ciento de la gente era una preocupación importante. Es decir, ya el circo ideado por los políticos estaba atrayendo un poco de gente. Y ya no hay día en que no aparezca algún malabarista, entre tanto consejo, cabildo, facilitadores, cursos populares de “educación cívica” y demás elementos de la parafernalia ideada para evitar que usted piense por su cuenta o siga hablando de CAVAL, SQM y demás.
Entremedio surgen algunas proposiciones disparatadas, como la de volver a la Constitución de 1925, porque se critica “el origen” de la actual. Esto es absurdo al extremo, porque la Constitución de 1980 ha sido la más ratificada por el pueblo chileno de todas las que ha habido. En el plebiscito de 1980, más del 60% votó por ella. En el de 1989, más del 90% ratificó las reformas que entonces fueron propuestas y la volvió a ratificar. Después fue modificada cada vez que se reunió una mayoría para hacerlo, para suprimir los senadores designados, para crear un nuevo sistema procesal penal, para modificar el sistema electoral. En 2005 le gustaron tanto a Ricardo I las numerosas modificaciones que se le hicieron, que la proclamó como una gran Constitución democrática, digna del pueblo chileno, y se apropió de ella, poniendo su firma al pie del texto en lugar de la del Presidente Pinochet. Así es que, en rigor, la actual es “la Constitución de Lagos”.
La de 1925, desde luego, carece de título democrático suficiente, porque la votó sólo un 44,9% de los inscritos, y los que la aprobaron fue un número todavía menor. Amplios sectores llamaron a abstenerse. El jurista José Bernardo Lira manifestaba, respecto a su texto, “el proyecto de nueva Constitución lo encuentro inaceptable en su fondo, en su espíritu, en su letra y en el modo en que ha sido elaborado y será sancionado”.
Si a usted le fuera permitido pensar por su cuenta, no se vería envuelto en este circo del “proceso constituyente”, como inevitablemente lo va a estar. Seguiría feliz regido por la mejor Constitución que el país se ha dado, si la juzgamos por los frutos de estabilidad, libertad y prosperidad que se han logrado bajo su vigencia, sin precedentes en nuestra historia. Y cuando hubiere acuerdo para introducirle cambios, como los que se le han incorporado, se procederá a modificarla con la mayor seriedad posible, como tantas veces se ha hecho en estos 35 años, sin mayor circo, publicidad ni parafernalia.
Ahora, si está contento frente a toda esta evidencia de que a usted lo han privado del derecho a pensar por su cuenta y de que ha sido convertido en un títere entusiasta del espectáculo artificioso llamado “proceso constituyente”, allá usted y con su pan se lo coma, porque nada bueno para su persona, su familia y su país saldrá de eso. ¿O usted piensa que de las reuniones de los “facilitadores” del socialismo en “cabildos” regionales y provinciales va a salir una Constitución mejor que la estudiada, elaborada y propuesta, tras estudiar durante siete años, por los mejores juristas democráticos del país, encabezados por Enrique Ortúzar Escobar y Alejandro Silva Bascuñán?