La presencia de Teillier en el evento del Council of the Americas de Rockefeller fue el corolario, el punto cúlmine de una política de profunda transformación del PC, que, durante la primera década de este milenio, abandonó progresivamente su condición de organización política y abrazó crecientemente la de grupo económico, en el sentido más estricto del término; o al menos en el sentido especificado por Ricardo Lagos en su legendaria tesis de grado de 1962.
El 23 de junio pasado, la Cámara de Diputados aprobó un poco habitual reajuste del salario mínimo. Hasta el 1 de enero de 2018, dice la ley respectiva, dicho salario mínimo ascenderá desde los míseros 250.000 pesos que se pagan en la actualidad hasta la friolera desorbitante de… (fanfarrias y redoble de tambores, por favor)… de (¡preste atención!)… de… ¡¡¡unos abultados 276.000 pesos!!! No se preocupe, no se equivocó, leyó bien: en dos años, subirá 26.000 pesos. Como se puede apreciar, la elite neoliberal está completamente decidida a terminar por la vía de la mejora salarial con ese Chile que se encuentra en el top 10 de los países más desiguales del mundo. Qué duda cabe.
En el circuito de medios de información alternativos –o de “contrainformación”, como se los llama en ciertos sectores especialmente dados a la grandilocuencia vacía– el famoso incremento de 26.000 pesos, un asunto que se puede considerar, por lo bajo, como una mofa insensible hacia los(as) trabajadores(as), pasó a segundo plano debido a la tragicómica vuelta de chaqueta de los(as) diputados(as) del Partido Comunista y su pequeño vagoncito de cola (Sergio Aguiló, también conocido con el apodo de “IC”) que lo permitió.
En efecto, un día antes de aprobar la ley de marras, “la bancada PC-Aguiló” votó en contra del monto del reajuste, argumentando que era insuficiente y que, además, el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, no había considerado los planteamientos formulados en esta materia por los(as) trabajadores(as) de la CUT (¿Concertación Única de Trabajadores?).
La pobre Camila Vallejo, a quien, como quedó claro tras este affaire, su comité central la tiene haciendo el loco, incluso publicó en su página oficial un minimanifiesto en formato de comunicado de prensa justificando el rechazo de su bancada. El texto abunda en sentencias lapidarias respecto a la propuesta del Gobierno y, por supuesto, lleva por título “Bancada PC-IC rechaza reajuste de salario mínimo y espera nueva propuesta”.
Como al día siguiente el Gobierno logró aprobar la propuesta de reajuste presentada inicialmente sin cambiarle ni una sola coma, tan solo 24 horas después todos los titulares y el contenido de las notas de prensa versaron sobre la vuelta de chaqueta de la bancada comunista (y del señor IC también). Y así, como si nada, el problema fundamental –el artero insulto a los(as) trabajadores(as) que representa semejante “reajuste” de hambre del salario mínimo, y a dos años más encima–, quedó velado y escondido por el pequeño e inconducente problema moral del transfugio del PC.
Obsérvese, por ejemplo, la nota de la querida Radio Villa Francia al respecto: tres párrafos y un pequeño cuadro dedicados a evaluar el reajuste, pero once párrafos –varios de ellos bastante extensos– y hasta un video dedicados a la vuelta de carnero –¿vuelta en el aire?– del PC.
Con su oprobiosa conducta, entonces, el otrora Partido Comunista está generando un problema práctico para las embrionarias fuerzas transformadoras de Chile: invierte y distrae las prioridades de reflexión y acción, lo que, ciertamente, favorece de una forma u otra a los intereses dominantes y atenta contra los de los actores subalternos. Que cada quien juzgue si hay dolo o no de parte del PC en esto.
Por si fuera poco, además del problema práctico mencionado, la actuación de la “bancada PC-Aguiló” deja también en evidencia un grave problema teórico-analítico: todavía miramos la realidad político-social del siglo XXI con las anteojeras del siglo XX, cuando el PC efectivamente era una herramienta política de los(as) trabajadores(as) organizados(as). El ya habitual rasguido actual de vestiduras cada vez que el PC se comporta como un partido de derecha –algo del día a día a estas alturas– obedece a esta lectura rezagada de la realidad político-ideológica chilena.
En vista de las tareas urgentes que demanda la creación y organización de un sujeto capaz de terminar con el Chile neoliberal del pinochetismo-concertacionismo, se hace cada vez más necesario poner fin, de una vez por todas, a esto de distraerse con las conductas pro patronales del PC, por creer que todavía corresponde evaluarlo como la organización política de los(as) trabajadores(as) que fue durante el siglo XX.
Permítaseme, por lo tanto, presentar, de forma definitiva, toda la evidencia que muestra que, al menos desde que Gladys Marín inició su tratamiento oncológico en Cuba, el partido que comandaba ha dado un espectáculo de transfugio solo comparable a la transformación de la internacional socialista –y sus capítulos locales: PS, PPD, PRSD– en un staff de lobbistas al servicio de la banca mundial.
El PC, que nació a inicios del siglo XX como una organización política del movimiento de trabajadores(as), hoy se sienta al otro lado de la mesa. Y no de la mesa de las alianzas políticas, lo que, a la larga, es casi irrelevante. El PC se sienta hoy del otro lado en la mesa de la lucha de clases. Y literalmente.
El año 2009, la minera canadiense Barrick Gold, muy agradecida por haber recibido de manos de Michelle Bachelet el regalo de Pascua Lama, se unió al Council of The Americas, think tank pro dominación global norteamericana, presidido por nada más ni nada menos que David Rockefeller, para organizar una cena en honor a la Presidenta chilena y su política favorable a la expoliación transnacional de nuestros recursos naturales.
A primera vista, nada nuevo bajo el sol; el mismo agasajo bien podría haber recaído en cualquiera de los(as) seis mandatarios(as) de derecha que han ocupado La Moneda en los últimos 43 años. Excepto por un detalle: el magno evento contó con la simbólica presencia del presidente del PC chileno, Guillermo Teillier, que fue a zamparse una opípara y muy burguesita cena de gala para ostentar que a él también le toca su migaja en la repartija de poder local/global.
Entiéndase bien el alcance de este hecho: el presidente del partido que alguna vez fue del movimiento obrero de Chile viajó a Estados Unidos y no se juntó a cenar con los(as) trabajadores(as) de ese país, entonces profundamente alicaídos(as) y afligidos(as) por la crisis subprime. Teniendo la oportunidad de codearse con la crema y nata de la burguesía global –estaban presentes en la cena, además del propio Rockefeller, altos directivos de Citibank, JP Morgan y Nestlé–, Teillier no iba a ser tan gil de desaprovecharla por estar con los(as) trabajadores(as). Así que se terneó de pies a cabeza y partió a la burguesita cena de gala. Literalmente, optó por sentarse en la mesa patronal.
La presencia de Teillier en el evento del Council of the Americas de Rockefeller fue el corolario, el punto cúlmine de una política de profunda transformación del PC, que, durante la primera década de este milenio, abandonó progresivamente su condición de organización política y abrazó crecientemente la de grupo económico, en el sentido más estricto del término; o al menos en el sentido especificado por Ricardo Lagos en su legendaria tesis de grado de 1962: un conglomerado con intereses en diversos sectores productivos que es fácilmente identificable por la presencia de los mismos nombres en todos los directorios u órganos ejecutivos de las empresas/organizaciones que controla.
En el caso del PC, Lautaro Carmona, Juan Andrés Lagos, Guillermo Teillier, Hugo Gutiérrez, Daniel Núñez, Jorge Insunza (el padre), Cristián Cuevas –antes de su sospechosa y no del todo verosímil renuncia–, Claudia Pascual, Marcos Barraza y Claudio De Negri han formado parte de y rotado en las instancias directivas y/o ejecutivas de los principales caballitos de batalla del grupo económico “Partido Comunista de Chile”: El Siglo, ICAL, Radio Nuevo Mundo, Inmobiliaria Araucaria y –¡cómo olvidarlo!– Universidad Arcis. El último cálculo del patrimonio de todo el grupo asciende a la módica suma de $3.625 millones de pesos, que incluye la propiedad de al menos 250 bienes inmuebles.
El PC, sin embargo, se comporta como un grupo económico, y de los peores, no solo por su estructura y modus operandi, sino también y fundamentalmente por su inclinación a vulnerar y pasarse por el fundillo hasta los escuálidos derechos que se digna a reconocer la neoliberal legislación laboral chilena. Apenas tomó control de la Universidad Arcis, “desvinculó” a Gabriel Salazar, negándose a pagarle los beneficios mínimos que le correspondían por años de servicio y obligaciones previsionales. Cinco días después de publicar una nota sobre las prácticas antisindicales en las que incurría reiteradamente la CUT controlada por el PS y el PC, el periodista Arnaldo Pérez Guerra fue despedido del semanario El Siglo; la dirección alegó “reestructuración económica” y ofreció pagarle una indemnización muy inferior a la que le correspondía. Y cuando un grupo de periodistas, fotógrafos y otros(as) funcionarios(as) del mismo pasquín decidieron, en 2007, poner en práctica el derecho laboral fundamental a sindicalizarse para defender sus puestos de trabajo, cuando el PC quiso redefinir su línea editorial para asegurar lo que entonces se llamó “pacto por omisión”, fueron despedidos(as) inmediatamente, sin derecho ni a indemnización.
La demanda en tribunales laborales de Arnaldo Pérez Guerra terminó con un acuerdo que, reconociendo y aceptando lo que el periodista demandaba, evitó un largo juicio de 3 años. Y tanto la de Gabriel Salazar como la de los(as) ex trabajadores(as) de El Siglo que querían sindicalizarse, terminaron con sentencias desfavorables a las filiales del grupo económico comunista. Lo grave es que en los juicios de estos(as) últimos(as) quedó en evidencia que el PC no solo vulnera el derecho recontra elemental a la sindicalización, sino que además mantuvo a sus trabajadores y trabajadoras en las condiciones de precariedad laboral más extremas que permite el neoliberalismo chileno: años boleteando, con contratos ficticios por el salario mínimo o abiertamente sin contrato y, por consiguiente, sin que se pagaran los beneficios básicos por concepto de salud, previsión y seguro de cesantía…
El PC, en suma, tomó las principales páginas del manual chilensis del empleador explotador por excelencia y, con total devoción y fidelidad, puso en práctica sus enseñanzas con o, más bien, en contra, de sus propios(as) trabajadores(as).
Cualquiera diría que, después de eso, el grupo económico “Partido Comunista de Chile” no puede ser un empleador más explotador y precarizador. Pero no. El PC demostró que es capaz de más, mucho más.
Cuando el tribunal de cobranza laboral emitió una orden de embargo contra El Siglo por no pagar los montos a los que había sido condenado, el pasquín vació sus cuentas corrientes y fijó una dirección comercial que no tenía más que un par de computadores viejos y sin valor; así se mantuvo firme e incólume en su decisión de continuar vulnerando a sus ex trabajadores(as) no pagándoles lo que les adeudaba por años de precarización y explotación… ¡Simplemente de culto!
En fin. Como se puede apreciar, cuando el Partido Comunista se comportó igual que los más nefastos grupos económico-confesionales que operan en el sistema de educación superior chileno, retirando utilidades de la Universidad Arcis, ya hacía mucho tiempo que se había graduado, y con honores, de “empresario chupasangre”. Comparado con todo esto, que apruebe hoy los reajustes salariales miserables e insultantes que propone el Gobierno recontra-archi neoliberal de Bachelet, paladín de la capitalización individual y del sistema de AFP, es solo un pelo de la cola.
El comportamiento del PC en su condición de empleador muestra de forma escandalosa cómo y cuánto se ha cambiado al bando de los(as) que explotan a los(as) trabajadores(as). Pero el ámbito en el que más se puede apreciar su transfugio radical es el ideológico. Su vuelta de chaqueta en este plano hace que el ex “partido nacional” Francisco Vidal parezca un piojo tuerto.
En términos genéricos, la reconversión ideológica radical del PC se ha materializado en un abandono y casi abjuración de cualquier vestigio de marxismo. Tanto quiere olvidarse de Marx, que cuando su presidente es invitado a tertuliar respecto a los postulados marxistas se limita a responder que no le interesa.
En el proceso de abjuración del marxismo, los(as) militantes del PC se han convertido en férreos(as) defensores del modo de producción capitalista. Por ejemplo, José Cademartori, histórico militante comunista y ex ministro de Economía del gobierno de Salvador Allende –¡todo un genio el pibe!, ¡cómo no lo postularon al Nobel!–, justifica de la siguiente forma el tránsito de China y Vietnam hacia el capitalismo:
“… Los regímenes orientados al socialismo en China y Vietnam no solo sobrevivieron y superaron serias crisis económicas y políticas, sino que se encaminan a paso acelerado hacia la modernización de sus atrasadas infraestructuras materiales y culturales… El concepto acuñado [para referirse a estas políticas] es ‘socialismo de mercado’, con espacio delimitado para el capital privado y otras formas de propiedad de los medios de producción […]. La economía socialista de mercado ya fue prevista y propuesta por Lenin. Aceptaba diversas formas de existencia del capitalismo dentro de la URSS, pero regulado y controlado por el Estado de proletarios y campesinos”.
[cita tipo= «destaque»]Con el perdón de Carmona y Gutiérrez, que esta vez no se alzan con el título, de todos los actos de defensa pública de los principios fundamentales del neoliberalismo por parte de un(a) militante del Partido Comunista, el más impresionante ha sido, hasta ahora, el que se despachó Bárbara Figueroa como panelista del soporífero “Estado Nacional” de TVN.[/cita]
(José Cademartori, «Los marxistas y el capitalismo del siglo XXI” en Claudia Drago, Tomás Moulian y Paula Vidal (comps.), Marx en el siglo XXI. La vigencia del(os) marxismo(s) para comprender y superar el capitalismo actual. Santiago: Lom, 2011, pp. 34 y 35).
Así como se lee: China se encuentra en camino a instaurar la experiencia de capitalismo más radical, salvaje y extrema que haya conocido la humanidad, pero como ocurre en “espacios delimitados” (?)… ¡todo pasando! Al final, gracias al capitalismo, acabará con una “infraestructura material y cultural” modernizada. Y para ello cuenta además con la bendición del sumo pontífice Vladimir Illich Ulianov.… ¡Excelso! El nuevo lema del PC es “¡abajo el comunismo!, ¡arriba el socialismo capitalista feudalista mercantilista fisiócrata monopolista social de mercado!”.
Ahora, una cosa es ser pragmático(a) y abrirse a la posibilidad de reconvertir a condiciones capitalistas determinados (o la mayoría de los) ámbitos de una economía premoderna, pero una muy distinta es sostener y defender públicamente postulados y principios neoliberales. Y esto último es precisamente lo que hace la militancia PC en la actualidad, prueba irrefutable de su terminal reconversión ideológica. Obsérvese, por ejemplo, el siguiente comentario de Hugo Gutiérrez:
Épico: un diputado comunista promoviendo el neoliberal “empoderamiento ciudadano”, que durante más de quince años ha sido la receta de nada más ni nada menos que el Banco Mundial para parchar las oligarquías electivas occidentales –mal llamadas “democracias representativas”– e incluso para combatir la pobreza. En su versión más popular, la de la también neoliberal “participación ciudadana” –acá la posición del Banco Mundial al respecto–, se ha convertido en eslogan de campaña de los candidatos a concejales de las Juventudes Comunistas por Estación Central: “100% participación ciudadana”, dice su afiche hipertrofiado de tanto Photoshop.
No se preocupe, no se equivocó, leyó bien. No dice “100% organización proletaria”. Dice, efectivamente, “100% participación ciudadana”. La agudización de contradicciones, la lucha contra el capital, los(as) trabajadores(as) tomándose el aparato de dominación de clase que es el Estado… nada de eso se puede rastrear en el vocabulario de Hugo Gutiérrez y los militantes de “la Jota”.
En la práctica, el PC chileno ha sustituido total y completamente la revolución proletaria que propugna el marxismo-leninismo por el “empoderamiento” y la “participación ciudadana” que propugna el Banco Mundial, uno de los principales agentes de la globalización a la fuerza del neoliberalismo.
Otro ejemplo igual de elocuente es la respuesta de Lautaro Carmona a la pregunta de por qué el transfugio de aprobar el reajuste del salario mínimo tan solo un día después de haberlo rechazado con bombos y platillos. He aquí la joyita que se despachó:
“Dilatar una situación que ya conocemos… y más alternativas los parlamentarios no tenemos… y pedir que ese reajuste… que nosotros queríamos que fuera superior e indicamos razones de por qué… y las alternativas todos saben desde el punto de vista parlamentario no existen de subir números cuando son compromisos de arcas fiscales…”.
Entre el cantinfleo y la completa estulticia. Así puede caracterizarse la intervención de Carmona. El cantinfleo está a la vista y no requiere ulteriores explicaciones. Y la estulticia… Bueno, la completa estulticia también: reajustar el salario mínimo no supone “compromiso de arcas fiscales” [sic] alguno, porque el reajuste no se paga con recursos públicos. Un reajuste del salario mínimo afectaría “a las arcas fiscales” únicamente en caso de que debiera pagarse a empleados(as) públicos(as). Pero, hasta donde sabemos, en el sector público, al menos en el gobierno central, el salario más bajo que se paga está cerca de 20% por encima del salario mínimo.
Un reajuste menor a 55 mil pesos, por lo tanto, no tocaría al bolsillo del fisco por concepto de salarios públicos. Y lo que proponía el PC era un reajuste de míseros 15 mil pesos por año en lugar de los 13 mil que finalmente se aprobaron. Sobre la base de esto, el solo insinuar que se aprueba un reajuste del salario mínimo de hambre por cuidar “las arcas fiscales” es una falta de respeto a la inteligencia ajena. Y ciertamente una muestra incontrovertible de carencia de inteligencia propia.
Lo llamativo del cantinfleo de Carmona, sin embargo, no es la evidente torpeza mencionada. Es su apelación a la “responsabilidad con las arcas fiscales” en las remuneraciones para justificar su vuelta de chaqueta. Como se sabe, la “responsabilidad fiscal” en materia salarial es, junto a la liberalización y apertura de los mercados, la privatización de todo lo privatizable y el equilibrio en la balanza de pagos, uno de los pilares fundamentales de la política económica neoliberal. En El Ladrillo se pueden apreciar las siguientes “recomendaciones”:
“De lo dicho más arriba fluyen lógicamente las siguientes medidas [para reducir el ritmo inflacionario]:
[…]
“c) Imponer sobriedad en las remuneraciones, sobre todo en el sector público. Es imperativo establecer una relación real y directa entre las remuneraciones y la productividad; estamos convencidos de que ésta deja mucho que desear en el sector público…
[…]
“d) Reducir el gasto fiscal, principalmente en lo que se refiere a gastos corrientes, compuestos por remuneraciones, gastos previsionales y transferencia… el grueso de los gastos corresponde a remuneraciones…”
(Sergio De Castro et al., El Ladrillo. Bases de la política económica del gobierno militar chileno. Santiago: CEP, 1992, pp. 96 – 99).
Espectáculo único, ¿cierto? Un diputado comunista justifica su decisión de apoyar un reajuste salarial de hambre repitiendo como muñeco de ventrílocuo uno de los principios fundamentales del documento fundacional del neoliberalismo y de la política económica de la dictadura… De El Capital a El Ladrillo, así se puede resumir el transfugio ideológico que se aprecia en el cantinfleo de Carmona.
Sin embargo –y con el perdón de Carmona y Gutiérrez, que esta vez no se alzan con el título–, de todos los actos de defensa pública de los principios fundamentales del neoliberalismo por parte de un(a) militante del Partido Comunista, el más impresionante ha sido, hasta ahora, el que se despachó Bárbara Figueroa como panelista del soporífero “Estado Nacional” de TVN.
En el programa del 6 de diciembre de 2015, en medio del debate por la acción presentada por la UDI y RN al Tribunal Constitucional por considerar “discriminatoria” la ley de gratuidad del Gobierno, la presidenta de la CUT salió con esta joyita que bien podría hacer que Milton Friedman se pusiera de pie para aplaudir:
“Yo diría cuidado con malentender una cosa que pudiera uno considerar, desde una vereda, ‘discriminación’ y, otros, una legítima opción para poder garantizar que… eh… el aporte, la focalización de los recursos de hoy efectivamente lleguen a todos los estudiantes que corresponde que lleguen, sin camino intermedio, sin camino intermedio… Eso no es discriminación. Es un criterio político para separar…”.
Esta declaración ya deja de ser un simple chascarro y califica como un acto de analfabetismo histórico-político imperdonable. “La focalización” del gasto público es el pilar ideológico fundamental del modelo de política social del neoliberalismo y que impuso la dictadura a través de ODEPLAN. Sus bases se encuentran formuladas también en El Ladrillo, que plantea que las medidas redistributivas aplicadas antes de septiembre de 1973, en particular el control de precios y los reajustes salariales, han sido regresivas.
Contra estas políticas que afectan a todos los sectores de la sociedad, El Ladrillo propugna una “política redistributiva” orientada a erradicar la extrema pobreza, lo que se lograría a través subsidios dirigidos únicamente a los sectores más pobres:
“El sistema más eficiente de redistribuir el ingreso en favor de los más pobres es el de otorgar subsidios directos en dinero por parte del Estado. Esto beneficiaría a toda persona cuyo nivel personal de ingreso estuviera por debajo de un cierto mínimo…”.
(Sergio De Castro et al., El Ladrillo. Bases de la política económica del gobierno militar chileno. Santiago: CEP, 1992, p. 42).
Lo que De Castro y sus boys formados en Chicago expresan en El Ladrillo respecto a la focalización no es nada nuevo, creativo o inventivo. Ya había sido formulado por Milton Friedman en sus principales documentos de divulgación, especialmente en Capitalismo y libertad (cf. Capitalism and freedom. Chicago: The University of Chicago Press, cap. 12, pp. 190 y ss.). Por ello, al defender en plena televisión abierta “la legítima focalización de los recursos” de la gratuidad en educación implementada por el Gobierno, Bárbara Figueroa, presidenta de la principal confederación sindical del país, está defendiendo, en definitiva, los postulados Milton Friedman.
Es cierto que, con cantinfleada y todo, Lautaro Carmona también había realizado una defensa de principios fundamentales de la doctrina –que no dogma– de Friedman. Pero en el caso de Bárbara Figueroa hay una importante agravante. Resulta que –y traigo esto a colación porque la presidenta de la CUT no parece haberse enterado– el año 2011 se levantó un importante movimiento estudiantil en demanda de una “educación gratuita y universal”. Hoy, 5 años después y en vista de cómo ha procesado el sistema político dicha demanda, el movimiento estudiantil puede considerarse totalmente derrotado.
O casi. En estricto rigor, es como el vasquito de la canción de Joaquín Sabina: si este había perdido todas las batallas excepto la de la imaginación, los(as) estudiantes perdieron todas las batallas excepto la del sentido común.
En efecto, no lograron transformar el sistema educativo instaurado y desarrollado por el pinochetismo-concertacionismo; al contrario, lograron que el Gobierno profundizara sus principales vicios, en particular el del financiamiento de proyectos educativo-ideológicos privados con recursos públicos. Pero al menos el movimiento estudiantil (y este es su único triunfo) logró desarticular uno de los núcleos de la doctrina en los que se sustenta dicho sistema educativo y, en su lugar, instaló en el imaginario colectivo un nuevo concepto de educación.
El núcleo de la doctrina neoliberal que logró desarticular es el de “educación como bien consumo”, como una mercancía que se transa en un mercado. Y el que instaló en su lugar es el de la educación como un derecho y que, como tal, debe ser garantizado de forma gratuita y universal por el Estado a todos los(as) ciudadanos(as) del país, de la misma forma que garantiza –en teoría– el derecho a la protección y la seguridad.
Y, bueno, un derecho universal es exactamente lo opuesto a un beneficio focalizado. Para empezar, que sea un derecho supone que, a diferencia de un simple beneficio, su garantía no depende de la buena voluntad del(a) gobernante de turno; es una condición estable e instituida en la organización política de un Estado. Y que sea universal supone que, a diferencia de becas por ingresos, rendimientos o similares, no existen ciudadanos(as) a los(as) que corresponde más (!!!) que lleguen los recursos públicos.
La misma condición ciudadana los(as) hace titulares del derecho, sin importar sus ingresos u otra condición sociodemográfica o educativa. Este es el concepto de educación que, tras arduas luchas, lograron instalar los(as) estudiantes en el sentido común chilensis. ¿Y qué hace la brillante presidenta de la CUT? Borra de un plumazo el logro al proclamar “la legitimidad” de la neoliberal focalización de la educación gratuita en plena televisión abierta.
Que Carmona cometa un acto de analfabetismo histórico-político al defender la neoliberal austeridad fiscal para justificar un reajuste salarial de hambre, vaya y pase. Pero que Bárbara Figueroa defienda principios neoliberales actuando, además, a contrapelo de lo poco que ha avanzado el movimiento estudiantil, es simplemente imperdonable. Con esto, el PC se gradúa no solo de nuevo paladín del neoliberalismo chileno, sino, además, de abierto adversario de las demandas levantadas por los movimientos sociales.
En este marco, el único papel que el PC ha desempeñado en el actual Gobierno ha sido la legitimación de sus políticas neoliberales ante las organizaciones que controla.
Que un ex ministro del Interior no lo haya notado, indica cuán pobre y desorientada es la capacidad de lectura de la realidad de La Moneda…