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El Estado neoliberal de la filosofía


En este asunto de la posible eliminación de la filosofía de los cursos de enseñanza media hay que combinar una respuesta tajante, incondicional, de resistencia a la medida, y un análisis de fondo sobre las posibilidades de esta medida. Es preciso reconocer en primer lugar que el Mineduc ha sido, a este respecto, ambiguo, amenazante y tendencioso. Es lo que explica que en una carta a El Mercurio haya debido decir que “es falso” que el Mineduc pretenda “eliminar Filosofía”. Si se analiza la explicación de su Plan, puede uno darse cuenta que la medida se presenta como la posibilidad de extender la enseñanza que comprende contenidos filosóficos a un área que hasta el momento no la recibía: el área técnica. En otras palabras, y en una iniciativa que podría resultar inobjetable, el Mineduc parece buscar la extensión de las humanidades a aquellos que tienen intereses técnicos. Es la defensa del Mineduc de una “educación integral”. Pero la medida parece darse a expensas de la especificidad de la filosofía como saber autónomo, con sus tradiciones, sus métodos y sus fundamentos.

El discurso de la educación integral, e incluso el discurso de la transdisciplinariedad, no implica necesariamente una negación de la disciplina o de la especificidad de un saber, en este caso de la filosofía. La tentación a pensarlo contra la filosofía tiene dos fuentes que probablemente nacen de la práctica misma de la filosofía, y no sólo en Chile.

[cita tipo=»destaque»]Hay, en consecuencia, un Estado de la filosofía neoliberal en Chile, y no sólo en Chile, que, de un lado, rechaza el trabajo de investigación filosófica y la adquisición de competencias disciplinarias, de otro, no parece saber de otra cosa que de un saber puramente esencial. La filosofía funciona entonces bajo el signo del anti-intelectualismo.[/cita]

Una fuente es la tecnocratización del saber. Esto corre tanto del lado de la tecnocracia del Mineduc, experta en la realidad chilena, como del lado del filósofo que no está enterado de la realidad chilena porque no cabe dentro de su área de conocimiento. En una entrevista reciente, en la radio Duna online, el Decano de la Pontificia Universidad Católica de Chile, el Dr. Mariano de la Maza, dio a entender que solo antes de llegar a la entrevista se había informado de lo que se enseñaba en los programas de enseñanza media. Aquí uno no se puede equivocar: si un filósofo como éste no está interesado en la realidad de su país no es por ser filósofo, sino por ser chileno. Es decir, por responder a la política neoliberal de una tecnocratización del saber que lo obliga a parcelar, y a defender la parcela, de su área de conocimiento.

La otra fuente es la crítica. Es la tentación de suprimir la filosofía por parte de la izquierda. Su alegato contra los saberes disciplinarios y su renuencia a los procesos de investigación que no responden a un determinado programa crítico, tienen un correlato en el tecnócrata del Mineduc predispuesto a disolver la filosofía en función de las políticas neoliberales de Estado. Hay, en consecuencia, un Estado de la filosofía neoliberal en Chile, y no sólo en Chile, que, de un lado, rechaza el trabajo de investigación filosófica y la adquisición de competencias disciplinarias, de otro, no parece saber de otra cosa que de un saber puramente esencial. La filosofía funciona entonces bajo el signo del anti-intelectualismo.

Entiendo por anti-intelectualismo no esa actitud de rechazo al discurso y a todo lo relacionado con la razón, pues se puede tener perfectamente un discurso anti-intelectualista y muy desarrollado. Lo que entiendo por eso es más bien la actitud mediante la cual tanto la izquierda como la derecha, y su Estado neoliberal (al menos en el sentido indicado aquí) hacen todo lo posible por bloquear la posibilidad de darle inteligibilidad filosófica a una experiencia histórica que ya no puede darse con seguridad ni un origen ni un fin.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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