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Los sinuosos caminos de la democracia colombiana

Carlos Pressacco
Por : Carlos Pressacco Director del Departamento de Ciencia Política y RR.II. Universidad Alberto Hurtado.
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Un obstáculo se ha sumado a la consolidación del régimen democrático colombiano. El plebiscito convocado por el Presidente Santos para respaldar el acuerdo firmado el 26 de septiembre, tras varios años de negociaciones y algunos intentos fallidos, en Cartagena de Indias entre el Gobierno Colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), no ha logrado el respaldo mayoritario del pueblo colombiano.

Tras 52 años de conflicto, y más de 250 mil muertos y 6 millones de desplazados, el final definitivo del conflicto ha quedado postergado abriendo un pesado interrogante sobre el futuro de la paz.

Puede ser paradojal que haya triunfado el “NO” liderado por el ex presidente Uribe (2002-2010) afirmando que el acuerdo supone impunidad para los crimines cometidos por la guerrilla y que establece condiciones que, a su juicio, considera demasiado generosas. Paradojal porque fue precisamente Uribe quien impulsó una política de abordaje militar del conflicto conocida como Política de Seguridad Democrática. Herencia de esa política son los llamados “falsos positivos”, es decir, asesinatos de personas a manos de las fuerzas armadas y de seguridad, acusadas falsamente de ser guerrilleros.

Es interesante recordar el origen del conflicto. No solo como un ejercicio histórico sino porque el caso colombiano es ilustrativo de lo que puede suceder cuando el sistema político no es capaz de responder a los cambios sociales y las demandas de la ciudadanía.

Corría el año 1948 y se realizaba en Bogotá la novena Conferencia Panamericana. Como resultado de esa conferencia, se firmaría el Pacto de Bogotá y se crearía la Organización de los Estados Americanos (OEA). Estaban en la capital colombiana los delgados de los países americanos. También, y como observador de este proceso en el marco de un encuentro de universitarios latinoamericanos, un joven abogado cubano: Fidel Castro.

El 9 de abril, mientras se desarrollaba la conferencia, es asesinado Jorge Eliecer Gaitán. Abogado y líder del Partido Liberal, Gaitán se había ganado su lugar en la política colombiana a partir de su rol en la defensa de los derechos de los trabajadores (fue el abogado patrocinador en el conflicto de los obreros con la United Fruit Company propietaria de las plantaciones bananeras) y como un promotor de la justicia social y de una reforma agraria que desactivara los latifundios para distribuir la tierra entre los campesinos. Había sido candidato a la presidencia cuando el partido Liberal fue dividido facilitando el triunfo de Ospina.

Su derrota en ese primer intento había generado la persecución y asesinato de los militantes liberales que apoyaban a Gaitán quien se convirtió en el jefe del Partido Liberal y seguro triunfador en las elecciones de 1950.

Gaitán es el autor de la “Oración por los humildes”, discurso pronunciado en el cementerio de la ciudad de Manizales en 1948, en homenaje póstumo a los muertos asesinados durante la violencia política desatada por el gobierno de Ospina desde 1946: “el silencio de vuestras gargantas es ahora grito de justicia en nuestras gargantas; el desaparecido ritmo de vuestros corazones es ahora indomable raudal de energía para nuestra fiera voluntad de lucha”.

[cita tipo=»destaque»]Las FARC son consecuencia del fracaso del sistema político colombiano para procesar las demandas de reforma de una ciudadanía que se estaba activando políticamente, proceso que era violentamente resistido por las fuerzas conservadoras. Comunistas primero y liberales después, se enfrentaron violentamente al régimen al no encontrar cauces institucionales que permitieran el procesamiento democrático de la demanda de cambio[/cita]

Los detalles del asesinato de Gaitán, a manos de un joven de inclinaciones esotéricas que fue linchado por la turba, nunca fueron aclarados y desató lo que se conoce como el “Bogotazo”. Un levantamiento popular que movilizó a miles de personas y que instaló el caos en la capital colombiana -y en otras ciudades del país- durante varios días. La policía distribuyó armas entre los simpatizantes de Gaitán y esto desencadenó enfrentamientos con la policía e incendios. Las cifras hablan de más de 2 mil muertos.

El asesinato de Gaitán tuvo efectos a corto y largo plazo. En lo inmediato, fue el detonante del periodo conocido como “La Violencia”. Parte importante de los liberales se instalaron en el oriente colombiano constituyendo un movimiento guerrillero que combatía al gobierno autoritario conservador. Se sumaban así a otros grupos, como los formados por militantes del partido comunista desde 1946, con las cuales las fuerzas liberales se aliaron a inicios de la década del cincuenta.

La década de violencia -en el que se enfrentaron liberales, comunistas y otros grupos guerrilleros con el gobierno conservador- concluyó en 1958 con la constitución del Frente Nacional, esquema bipartidista en donde liberales y conservadores se alternaron en el poder.

Acordado el Frente Nacional, las guerrillas comunistas continuaron con la lucha armada constituyendo la FARC en 1964.

El asesinato de Gaitán truncó lo que podría haber sido la conformación de un régimen populista en Colombia. En esa época, gran parte de las sociedades latinoamericanas experimentaban transformaciones profundas. Con diferentes énfasis, tanto el PRI de Lázaro Cárdenas en México como el Peronismo en Argentina -pasando por el Frente Popular en Chile, el varguismo brasileño o el APRA peruano- fueron respuestas a las demandas populares por una modernización integradora que respondiera a las exigencias de justicia social por la vía de políticas sociales, industrialización, economía protegida y un rol central del estado en la producción de bienes y servicios. La mayoría de esas experiencias desembocaron en regímenes militares entre los sesenta y setenta pero instalaron en el imaginario político la convicción de que es posible una política al servicio de las mayorías.

Las FARC son consecuencia del fracaso del sistema político colombiano para procesar las demandas de reforma de una ciudadanía que se estaba activando políticamente, proceso que era violentamente resistido por las fuerzas conservadoras. Comunistas primero y liberales después, se enfrentaron violentamente al régimen al no encontrar cauces institucionales que permitieran el procesamiento democrático de la demanda de cambio.

No es el primer proceso de paz que se desarrolla en Colombia. En múltiples ocasiones, los intentos por desmovilizar a las fuerzas en conflicto han desembocado en venganza, persecución y eliminación que han hecho fracasar los esfuerzos de integración.

Es de esperar que la derrota del “SI” del pasado domingo 2 de octubre no cierre del todo las posibilidades de retomar el camino de la construcción de la democracia colombiana dejado de lado en 1948.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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