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Los incendios y traumas en los niños

Por: Jade Ortiz Barrera, Coordinadora Nacional Área Clínica, Escuela de Psicología, Universidad Santo Tomás


Señor Director:

Vivimos un momento de catástrofe, con una magnitud psicológica que impacta también a los niños, pero la forma en que los ayudamos a enfrentar esta situación puede marcar la diferencia entre crear un trauma permanente, o uno superable como parte de la vida. En ese sentido, los adultos tenemos la tarea de contenerlos y darles seguridad. Y si los adultos significativos, que ya están viviendo sus propios duelos, no pueden, entonces nos toca a los que no estamos en shock ni crisis. El primer paso es comprender el fenómeno.

A diferencia de los adultos, los niños sufren el impacto tres veces: primero, el del evento, en este caso del incendio en sí mismo, que implica ver su casa en riesgo de quemarse o ya completamente quemada, y sus mascotas o animales muertos o heridos. En segundo lugar, ver a sus figuras de seguridad en shock, impactados por la pérdida y el abatimiento, lo que a su vez amenaza su mundo interno pues “¿Quién me contiene?”. Y el tercero, la fantasía que aún no se diferencia de la realidad, y por ende es fácil habitar ese terreno con distorsiones.

Como respuesta, los niños presentan una serie de síntomas y conductas normales en un contexto anormal, como jugar al incendio, desconectarse como si nada ocurriera, o apegarse aún más a sus padres frente al temor de perderlos. Se volverán a hacer pipí, estarán más sensible, sentirán dolores, entre otros.

Es por eso que se requiere no solo de adultos solidarios, sino de un gobierno responsable de enfrentar el trauma, organizando unidades de salud mental para ellos, y preparando una unidad para enfrentar las secuelas de la crisis en los colegios, entre otras medidas.

Jade Ortiz Barrera

Coordinadora Nacional Área Clínica

Escuela de Psicología

Universidad Santo Tomás

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