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El PC y los cien años de la Revolución Rusa Opinión

El PC y los cien años de la Revolución Rusa

A pesar de los 28 años transcurridos desde la disolución de la vieja URSS, nunca por parte del PC de Chile ha habido un análisis crítico de la realidad soviética y mucho menos de su propia dependencia política del PCUS. No se conoce ningún análisis serio de lo que fueron los Juicios de Moscú, comenzados en la década del 30 del siglo pasado y que siguieron hasta el fallecimiento de Stalin en 1953. Estos juicios terminaron con toda la generación de dirigentes bolcheviques que acompañaron a Lenin y defendieron la Revolución Rusa a todo trance.


A partir de febrero de 2017 empieza la conmemoración de los 100 años desde que se inició el hecho que “conmovió al mundo”.

La Universidad de Londres, a través del Instituto de Investigación Histórica,  anuncia la realización de una serie  clases magistrales, que comienzan el 21 de febrero con “La Revolución de febrero: ocho días en Petrogrado”, para recordar la abdicación del zar Nicolás II y el nombramiento de Alejandro Kerensky como Ministro de Guerra (2 de marzo de 1917).

El 25 de abril se dictará la clase “Lenin y el Leninismo”. La secuencia está  determinada por el curso de la revolución bolchevique y, así, el 24 de octubre se dictará “El significado de octubre 1917, a 100 años de su realización”.

Finalmente, el 21 de noviembre se realizará el panel de discusión “Reflexiones sobre 1917”.

Contrastan esos actos, en una de las más prestigiosas universidades a nivel mundial, con el silencio en Chile, silencio que incluye a su Partido Comunista, que durante 60 años celebró religiosamente cada año el aniversario del 7 de noviembre (de acuerdo al nuevo calendario vigente en Rusia).

¿Era solo una celebración pública? No. Además se enviaba un cable de saludo  al dirigente máximo de la Unión Soviética. Hasta 1953 se le envió a José Stalin. Viajaba además una delegación a Moscú para informar por escrito los acontecimientos chilenos y la forma en que el PC de Chile cumplía los consejos del PC de la Unión Soviética. Este hacía de generoso padre y compensaba el acatamiento con una donación anual, que permitía mantener a los funcionarios del partido en Chile. El ritual se cumplió rigurosamente hasta 1988, cuando el líder Gorbachov envió los últimos US$300.000 que están documentados por la investigadora de los archivos soviéticos, Sra. Olga Ulianova.

¿Por qué traer a la luz estos acontecimientos tan ominosos para un partido legal en Chile?

Porque, a pesar de los 28 años transcurridos desde la disolución de la vieja URSS, nunca por parte del PC de Chile ha habido un análisis crítico de la realidad soviética y mucho menos de su propia dependencia política del PCUS. No se conoce ningún análisis serio de lo que fueron los Juicios de Moscú, comenzados en la década del 30 y que siguieron hasta el fallecimiento de Stalin en 1953. Estos juicios terminaron con toda la generación de dirigentes bolcheviques que acompañaron a Lenin y defendieron la Revolución Rusa a todo trance. Tampoco se analizan, sin tratarlas como teorías demoníacas, las dos tesis principales de León Trotsky: la imposibilidad de construir el socialismo en un solo país y la teoría de la Revolución Permanente.

¿A qué se debe el silencio de las directivas del PC de Chile?

Durante muchos años la troika que dirigía el PC en Chile, Galo González, Orlando Millas y Volodia Teitelboim, refugió su silencio argumentando la ignorancia de los acontecimientos. Después del informe secreto de Kruschev  en el XX Congreso (1956), que fue publicado en Chile, no pudiendo  negarlo, siguieron manteniendo silencio. Solo Teitelboim, que hacía de teórico  infalible, comentó a sus amigos más cercanos: “No podíamos romper nuestro silencio”. ¿Por qué?

Luis Corvalán se sumó a la troika en 1958 y reemplazó a Galo González. En sus libros durante el largo exilio, a veces incluso desde Moscú, tímidamente  reconoció la dependencia y la falta de criterio propio para juzgar al PC soviético.

[cita tipo=»destaque»]Seguramente la nueva generación de dirigentes comunistas está preocupada de cosas más urgentes y apremiantes que hacer una autocrítica de los dirigentes que ya no están a la cabeza del Partido Comunista y, además, transcurridos varios años desde que la Unión Soviética dejó de existir como centro ideológico y de soporte económico. En esta forma, el análisis retrospectivo quedaría solo para consideración de los “historiadores”, algunos comunistas y otros no comunistas, interesados en reescribir la historia como un aporte a la política chilena y a su futuro.[/cita]

En 1992, Orlando Millas rompió su silencio en un libro de memorias, cuando ya había sido marginado de la troika dirigente. Dice textualmente: “Los comunistas chilenos vivíamos en una esquizofrenia intelectual, en que por una parte analizábamos con agudo espíritu crítico la economía capitalista en que actuábamos, pero en cuanto a la economía del socialismo real no profundizábamos en el estudio de su realidad, sino que nos limitábamos a repetir como loros apologías acerca de sus logros” (ver Orlando Millas. Memorias. IV Vol., p. 270).

Seguramente la nueva generación de dirigentes comunistas está preocupada de cosas más urgentes y apremiantes que hacer una autocrítica de los dirigentes que ya no están a la cabeza del Partido Comunista y, además, transcurridos varios años desde que la Unión Soviética dejó de existir como centro ideológico y de soporte económico. En esta forma, el análisis retrospectivo quedaría solo para consideración de los “historiadores”, algunos comunistas y otros no comunistas, interesados en reescribir la historia como un aporte a la política chilena y a su futuro.

Las grandes preguntas, aún sin respuestas, para una nueva izquierda al conmemorar los 100 años de la Revolución Rusa propongo formularlas así:

-¿Qué esfuerzos e iniciativas se pueden rescatar de la experiencia soviética por construir un sistema social diferente al capitalismo?

-¿Se puede excepcionalmente aceptar la dictadura de un sector de la sociedad o de un partido para imponer el cambio social a expensas de la más amplia democracia?

-¿Cómo construir un sistema o alianza de partidos en Chile que no tenga dependencia, ni ideológica ni económica, de otros referentes internacionales?

Y, finalmente, si la construcción de una sociedad socialista no se visualiza en el futuro inmediato y deberá convivirse con el actual sistema económico y social durante un período todavía no definido:

-¿Cuáles son los principios éticos, los objetivos y relaciones mutuas que deberán regir entre los partidos y movimientos que propicien el socialismo y que deberán mantenerse en la transición a la nueva sociedad socialista?

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