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¿Por qué protestamos los venezolanos?

Mireya Tabuas
Por : Mireya Tabuas Periodista y escritora venezolana
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Quizás Usted ha visto a mis compatriotas con banderas y pancartas, protestando contra el gobierno de Nicolás Maduro. Debe haber notado que muchos visten de negro y que algunos llevan consigo urnas de cartón. Eso es porque Venezuela, por estos días, parece haber perdido su color caribeño y se ha convertido en un gran cementerio.  

Un cementerio de muchachos.  

Las mismas escenas que se ven de Santiago están ocurriendo en Buenos Aires, en Madrid, en Miami, en Lima, en París… Los que están luchando dentro de Venezuela no están solos: los acompañan los coterráneos migrantes que, desde cualquier parte del mundo, se suman a campañas para denunciar el horror que está viviendo el país. Usted se preguntará ¿qué hacen protestando si están distantes? Usted dirá: ¿a quién se dirigen?

Yo le respondo que estos venezolanos se dirigen a Usted, porque queremos que Usted y todos los ciudadanos del mundo sepan lo que en realidad pasa, queremos que se sensibilicen, que nos entiendan, que sepan que estamos gritando al planeta entero: “¡Ayúdennos!”.

Quizás usted no está muy enterado, quizás piensa (como sé que piensan algunos chilenos porque me lo han dicho) que se trata de la eterna lucha de la derecha que no quiere a la izquierda en el poder, o de los ricos que repudian a un gobierno popular, o de violentos que se niegan a reconocer la estructura del Estado.  Quizás Ud. cree que son solo un montón de gente de plata que perdió privilegios y por eso tienen rabia.

En primer lugar, en nombre de mi gente, quisiera decirle que no es así.  Puede buscar las imágenes y testimonios de las protestas: en ellas hay gente de izquierda y de derecha; gente del este y del oeste de la ciudad; gente de Caracas y del interior; gente blanca, negra, marrón, amarilla; gente joven y vieja. Gente. Ciudadanos normales y corrientes.  Como Usted.

[cita tipo=»destaque»]Hablemos en pesos chilenos. ¿Sabía que el salario mínimo mensual de un venezolano es de 10.000 pesos (31.000 si sumamos los ticket de alimentación)? Como todo está dolarizado, con ese monto una persona apenas puede comprar un cartón de huevos, un kilo de arroz y otro kilo de pasta… ¡para todo un mes! No es mito que la gente coma de la basura. Lo hacen porque no tienen qué comer.[/cita]

El gobierno venezolano habla de “terrorismo”, pero yo le invito a que vea los videos de las manifestaciones: Hubo una marcha en la cual las mujeres simplemente mostraron sus senos ¡vaya acto terrorista el de unas tetas al aire! Hubo otra en la que un joven se quitó la ropa  ¡qué testimonio más tangible de la fragilidad que el de un hombre desnudo! En otra movilización, una señora portuguesa –en un rapto de heroicidad desesperada- intentó detener ella sola una enorme y pesada tanqueta (una de esas tanquetas que han arrollado a manifestantes). Hubo también una manifestación de músicos. Imagínese qué metáfora tan potente: violines, flautas, guitarras, cuatros, cantos líricos versus armas de cualquier calibre de las fuerzas del Estado.  También hubo una marcha de personas mayores que reclamaban, con esa sabiduría que otorga la edad, pero además con justificada ira: “Somos un país de abuelos huérfanos”, decían. Los uniformados ni siquiera se inmutaron por los años de estos ciudadanos. Arremetieron contra ellos. Una señora, que les gritaba a los guardias “soy profesora, estoy desarmada”, tuvo que ser auxiliada porque recibió como respuesta a su clamor la furia de las bombas lacrimógenas que la asfixiaron.

En mes y medio de manifestaciones, los cuerpos del Estado han asesinado a 43 personas. 43 hasta hoy que escribo el artículo. Esta una cifra que, como una pesadilla, crece a diario. Los han matado de diversas y terroríficas formas: con bombas lacrimógenas lanzadas directamente hacia sus cuerpos, con bolitas de metal y metras (sí, metras, esas con las que juegan los niños) disparadas como proyectiles. 43 ciudadanos que estaban ejerciendo su derecho constitucional a disentir (o que estaban pasando por el lugar de las protestas) fueron víctimas de militares y policías. 43 vidas, casi todas muy jóvenes. Estudiantes. Artistas. Muchachos. Muchachos asesinados por creer en la democracia.

A lo mejor en estos días nos verá en el metro, en un parque, en la ciclovía, en alguna universidad entregándole un pequeño marcalibros. O quizás nos ve en las redes, en el Twitter @xqProtestamos.  No queremos llevarle ningún mensaje partidista ni propagandístico, no se preocupe. Somos periodistas y queremos mostrarle datos y cifras reales que nos duelen. Datos y cifras que demuestran la destrucción de un país.

Quisiéramos que comparta esos datos con su familia, sus colegas, sus amigos. Quisiéramos por favor que entendiera el horror que viven los nuestros.

Le incluyo algunas de esas cifras: el año pasado hubo una inflación de más de 700%, hay 80% de desabastecimiento de medicinas, 81,8% de los hogares está en pobreza, hay 186 presos políticos. ¡11.466 recién nacidos fallecieron por falta de insumos médicos! ¡Hubo 240.613 casos de malaria, una enfermedad que ya estaba erradicada!

Hablemos en pesos chilenos. ¿Sabía que el salario mínimo mensual de un venezolano es de 10.000 pesos (31.000 si sumamos los ticket de alimentación)? Como todo está dolarizado, con ese monto una persona apenas puede comprar un cartón de huevos, un kilo de arroz y otro kilo de pasta… ¡para todo un mes! No es mito que la gente coma de la basura. Lo hacen porque no tienen qué comer.

El gobierno ha quebrado al Estado Venezolano. No solo económicamente, sino social, política y moralmente. El que otrora era el país más rico de América Latina, ahora es un empobrecido campo de batalla en el que una gran mayoría de ciudadanos pide democracia y una minoría -enriquecida y delirante- de funcionarios se aferra al poder.

¿Por qué protestamos los venezolanos?  Protestamos porque queremos respeto a la Constitución, queremos elecciones, queremos que nos devuelvan el país.  Protestamos porque queremos reconstruirlo.  

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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