Señor Director:
Qué noticia más esperada la aparecida sobre la aplicación terapéutica en embriones humanos a partir de un descubrimiento no solo revolucionario sino que sorprendente por su origen: la astucia del sistema inmunológico de bacterias que, por lo mismo, vale compartir con los lectores: El hallazgo partió cuando fue descifrado un mecanismo de defensa usado por algunas bacterias y fijado de manera muy peculiar en su genoma, el conjunto de genes contenido en su cromosoma. Al ingreso de un virus invasor, ellas lo desarman y un ARN guía (parte de la molécula de un ADN) traslada el código o firma genética para su identificación en un inter espacio entre dos cadenas de ADN, ambas detectadas por secuencias repetitivas y palíndromas —dos palabras que se leen igual de derecha o izquierda, como radar o reconocer—. En esta biblioteca bacteriana luego actúa una enzima (Cas-9), un “bisturí molecular” que corta exactamente y con alta eficiencia el sitio donde se ubicará la ficha de los enemigos.
El espectacular proceso referido en bacterias recibe el nombre de CRISPR-Cas9, que corresponde a Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats (en español, Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Inter-espaciadas). Curiosamente lo que se consideraba “ADN basura”, secuencias repetitivas de esta molécula que no codifican ningún gen, tiene funciones tan desconocidas como lo evidencian estas investigaciones.
Tal operar bacteriano, también conocido como “Edición de genoma”, será capaz de extraer, anular y añadir genes con una precisión tan fina que abrirá puertas para curar varias enfermedades del humano. Lo relevante es que la ingeniería genética tiene ahora una más poderosa herramienta con resguardos bio-éticos, dado que sus aplicaciones biotecnológicas futuras ya no demandarán numerosos ensayos hasta corroborar que el gen que se desea insertar llegó al lugar preciso de un genoma. Por lo mismo hay plantas transgénicas, pero no experimentos en humanos.
Lilian Duery A
Periodista científica