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¿Una política exterior economicista? Opinión

¿Una política exterior economicista?

Heraldo Muñoz
Por : Heraldo Muñoz Ex ministro de Relaciones Exteriores
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La realidad de la política exterior chilena, no es solo económica, es de protección de los océanos, de profundización de los vínculos con Argentina, Perú y Bolivia; de integración regional, de cooperación internacional al desarrollo, de apoyo al proceso de paz en Colombia, de estabilización de Haití, de defender nuestra soberanía en La Haya, de promoción y defensa de la democracia en Venezuela, y también del liderazgo a nivel internacional en equidad de género y en la defensa de las minorías sexuales, entre otras muchas materias. Esa es la verdad. No las opiniones livianas al pasar de algunos precandidatos presidenciales o comentaristas de ocasión. La crítica constructiva bienvenida, sobre la base de hechos y no de la posverdad que parece predominar en estos tiempos.


En ciertos sectores políticos se ha instalado la versión interesada, o de desconocimiento inexplicable, de que la política exterior de Chile se restringe a la mera negociación de acuerdos comerciales. Nada más alejado de la realidad.

Durante estos últimos tres años y medio Chile ha ejercido un liderazgo mundial ampliamente reconocido en materia de protección de océanos, marcado por la conferencia “Nuestro Océano” en Valparaíso el 2015 que resultó un éxito rotundo, así como por la iniciativa de Chile, Francia y Mónaco “Because The Ocean” para vincular la protección marina con el combate al cambio climático. Pero más importante aún ha sido el establecimiento de áreas marinas protegidas alrededor de las Islas Desventuradas (300 mil km2), Juan Fernández (480 mil km2), Cabo de Hornos (100 mil km2), y la consulta en marcha con la comunidad Rapa Nui para una gran área de protección marina de múltiples usos. Cabe agregar que, por primera vez en la historia, la Cancillería lidera un comité interministerial que propone la primera Política Oceánica Nacional; habiendo tenido una Política Antártica por décadas, es la hora de contar con una política oceánica.

La política exterior ha estado marcada por la profundización de los vínculos con Argentina, los cuales han alcanzado niveles óptimos gracias al trabajo conjunto, de reactivación de comisiones antes paralizados, los envíos de electricidad y gas, la licitación de las obras del túnel Agua Negra, la reunión 2+2 y de gabinetes binacionales y el trabajo inédito de un foro de diálogo estratégico binacional 2030.

Con Perú se ha producido un fortalecimiento de la relación e incremento de la confianza mutua, producto de un trabajo discreto y persistente. Hecho histórico fue el gabinete binacional, liderado por ambos presidentes, y que derivó en 15 acuerdos firmados y 119 proyectos acordados entre los más diversos ministerios de ambos países.

La única expresión real de integración regional la ha impulsado Chile en el acercamiento entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur.  Todo lo demás ha sido retórica improductiva. Ambos bloques concordaron en una reunión de cancilleres y ministros de comercio una “hoja de ruta” concreta, que da sentido al concepto acuñado por Chile de “convergencia en la diversidad”, y que dejó atrás la tensión que se percibía entre los países de la costa Atlántica y los del Pacífico. A eso se agrega el rápido avance de los corredores bioceánicos que conectan a Brasil, vía Paraguay y Argentina con el norte de Chile.

Cabe destacar el salto cualitativo de la propia Alianza del Pacífico bajo la presidencia de Chile, que acordó instituir una nueva categoría de “miembros asociados” con los países que negocien acuerdos comerciales, comenzado con Australia, Canadá, Nueva Zelandia y Singapur. A esto hay que agregar la creación de grupos de trabajo sobre equidad de género, PYMES y otros asuntos no meramente comerciales, y el acercamiento de la AP al grupo de países ASEAN.

Un área que los líderes políticos prefieren ignorar o simplemente desconocen, es el enorme incremento de la cooperación al desarrollo que ha impulsado Chile en los últimos 3 años y medio. Solo entre el 2014-2016 la Agencia de Cooperación Internacional al Desarrollo (AGCID) de la Cancillería gastó más de 30 millones de dólares en cooperación, y en el 2016 realizó 160 proyectos a 44 países, preferentemente en Centroamérica y Caribe; instituyó la Beca Nelson Mandela para que estudiantes africanos desarrollen magíster en universidades nacionales (ya van varias decenas); y entre 2014 y 2017 AGCID ha gestionado 1.566 becas de nivel universitario. Esto es solidaridad en acción.

El apoyo a la paz y a la seguridad ha sido un pilar clave de la política exterior, manifestada en el acompañamiento del proceso de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC, y ahora en su verificación con efectivos chilenos en terreno; más aún, ahora Chile es país garante en las conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y el grupo guerrillero ELN.

Después de 13 años de participación en la Misión de la ONU para la estabilización de Haití retiramos nuestras tropas pero dejamos un contingente policial, fortaleciendo, al mismo tiempo, nuestra cooperación al desarrollo de ese país hermano.

Mientras fuimos miembros no-permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU en 2014-2015, instalamos la discusión de la prevención de los conflictos por la vía del desarrollo, integral e inclusivo en sus dimensiones económicas, sociales, étnicas y religiosas. La sesión abierta sobre la materia, encabezada por la Presidenta, fue una de las más concurridas de la historia de este tipo de eventos del Consejo de Seguridad.

Un logro histórico en que la Cancillería ha jugado un papel protagónico ha sido el voto de los chilenos en el exterior, permitiendo el derecho de ejercer este derecho ciudadano independientemente del lugar de residencia de nuestros compatriotas. En las primarias la supervisión de la votación externa, a cargo de los cónsules en 102 ciudades, se realizó en total orden y con entusiasmo. Esperamos que la participación voluntaria, tanto afuera como en Chile, se incremente para las presidenciales del 19 de noviembre.

Por cierto, hemos defendido nuestra soberanía territorial en juicios en La Haya que no buscamos. Propusimos al gobierno boliviano no seguir adelante con su demanda marítima a inicios del 2014 y restablecer conversaciones para mejorar el acceso al mar que ya poseen. La respuesta fue negativa. Y demandamos a Bolivia por las aguas del río Silala cuando fuimos acusados de “robo” de dichas aguas y amenazadas con una segunda demanda.

Pese a ello, Chile insistió reiteradamente en convocar al Comité de Fronteras para tratar asuntos prácticos de beneficio para chilenos y bolivianos. Allí están las diversas notas enviadas por Chile, sin respuesta. Afortunadamente este Comité ha vuelto a funcionar y Chile pondrá voluntad política para que alcance logros palpables, sin perjuicio de que los juicios en La Haya seguirán en La Haya.

[cita tipo=»destaque»]Un área que los líderes políticos prefieren ignorar o simplemente desconocen, es el enorme incremento de la cooperación al desarrollo que ha impulsado Chile en los últimos 3 años y medio. Solo entre el 2014-2016 la Agencia de Cooperación Internacional al Desarrollo (AGCID) de la Cancillería gastó más de 30 millones de dólares en cooperación, y en el 2016 realizó 160 proyectos a 44 países, preferentemente en Centroamérica y Caribe; instituyó la Beca Nelson Mandela para que estudiantes africanos desarrollen magíster en universidades nacionales (ya van varias decenas); y entre 2014 y 2017 AGCID ha gestionado 1.566 becas de nivel universitario. Esto es solidaridad en acción.[/cita]

Pero no nos equivoquemos respecto a Chile y Bolivia.  Hay una “integración silenciosa” que el gobierno boliviano no quiere reconocer. Han aumentado las inversiones y negocios chilenos en Bolivia; son miles los bolivianos que han migrado a Chile; cientos los estudiantes bolivianos en universidades chilenas –muchos de ellos con becas del gobierno de Chile–; está operando una nueva aerolínea boliviana, conectando ciudades bolivianas y chilenas; y el gobierno de Chile sigue cooperando con Bolivia en el ámbito médico. Estos son hechos concretos.

La promoción y defensa de la democracia y los derechos humanos ha estado presente en nuestra activa promoción de una salida pacífica y negociable el quiebre democrático en Venezuela, pero también en el liderazgo a nivel internacional en equidad de género y en la defensa de las minorías sexuales donde copresidimos con Canadá la “Coalición por la Igualdad de Derechos”. Y antes de fin de año entregaremos a la Presidenta Bachelet el “Plan Nacional de Acción sobre Derechos Humanos y Empresas”, ampliamente consultado con la sociedad civil, empresarios y agencias gubernamentales, en que Chile será el primer país latinoamericano en materializar este logro.

No hemos dejado a un lado el esfuerzo por modernizar la Cancillería, y se ha presentado un proyecto de ley al Congreso que está siendo intensamente discutido en el Senado, con la mejor disposición de hacerlo realidad.

Y, finalmente, hay acuerdos de libre comercio que han creado crecimiento y empleo en nuestro país, y seguiremos en este camino, dotando a estos acuerdos de elementos progresistas como el capítulo de género del acuerdo de libre comercio entre Chile y Uruguay, y el nuevo capítulo del acuerdo modernizado con Canadá, que contiene un capítulo de género con un mecanismo de seguimiento y verificación

Esta es la realidad de la política exterior.

No las opiniones livianas al pasar de algunos precandidatos presidenciales o comentaristas de ocasión. La crítica constructiva bienvenida, sobre la base de hechos y no de la posverdad que parece predominar en estos tiempos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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