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Gestión de la información e Internacionalización académica

Manuel Loyola
Por : Manuel Loyola Universidad de Santiago de Chile manuel.loyola@usach.cl http://revistaslatinoamericanas.org
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Entre los distintos desafíos que hoy enfrentan las universidades del país, el de la Internacionalización emerge con fuerza, cuestionando formas y conceptos tradicionales sobre la manera llevar a cabo la relación e interacción con el entorno. Que así sea, es porque se trata de un tema que cotidianamente aparece en los llamados y exigencias desde y para los directivos universitarios, en las preocupaciones de las autoridades del sector o en los planteamientos de las agencias nacionales y externas. Tópicos tan recurrentes como indexaciones, acreditaciones de programas de postgrados, inclusión en tendencias de corriente principal, etc., aluden cada vez más a la necesidad de la Internacionalización. Obviamente, la materia es objeto de seminarios, concursos y diversos tipos de intervenciones. A este respecto, no es casual que, en los últimos años, la ahora llamada Vinculación con el medio se ha propuesto renovar –cuando no desplazar- las antiguas nociones de “extensión” realizadas por las entidades académicas interesadas en obtener una legitimidad y reconocimiento público que fuera más allá de la habitual labor docente, formativa y de investigación que las define. Pues bien, sin entrar ahora en el detalle de los cambios que ha importado la irrupción de la categoría de Vinculación con el medio –asunto, por lo demás, que aún está lejos de arrojar consenso y definiciones claras- es nuestro propósito aquí aludir sólo a una de las dimensiones de la dicha Internacionalización desde el ángulo, también específico, de la gestión de la información de los productos del conocimiento y la creación provenientes de la academia.

[cita tipo=»destaque»]Si bien la comunicación académica dispone de prácticas y dispositivos muy variados y de ejecución constante, la que aquí proponemos constituye una modalidad particular y especializada, la misma que, de acuerdo a los patrones e indicadores de la internacionalización universitaria en boga, está aportando de manera sustancial a la fijación de los estándares de visibilidad y referencia mundiales de las instituciones de educación superior.[/cita]

Antes de ahondar en tal gestión y sus vínculos con la Internacionalización, es conveniente atender a lo siguiente: ¿por qué una organización de estudios debería internacionalizarse o, al menos, aspirar a algún nivel de ella? Convengamos, lato sensu, que internacionalización es el propósito expuesto por una determinada universidad para iniciar y/o acrecentar su significación en espacios e instancias que de algún modo no responden ni corresponden a los marcos del Estado-Nación en que se origina y desenvuelve. Y esto debería ser así porque estimamos que conseguir, mantener o aumentar este tipo de presencia, aporta o favorece, vía reconocimiento y prestigio, la consecución de objetivos variados en una estrategia amplia y dinámica de desarrollo. Como luego veremos, esta intención hoy en día no refiere tanto a vínculos propiamente físicos o materiales, como sí a otros de orden simbólico-representacionales provistos por la internet y demás tecnologías de la información.

¿Cómo proceder en esta labor? A las iniciativas más o menos corrientes sobre el punto, a saber: la celebración de convenios con entidades extranjeras, viajes y reuniones de autoridades, participación en concursos y becas, programas de movilidad y pasantías, construcción de redes y contactos, invitaciones a personalidades académicas, etc., de resultados poco innovadores y que reportan cargas financieras abultadas, creemos que ha llegado el momento en que deberían agregarse acciones en el terreno de la gestión del conocimiento y la creación que se producen en los claustros universitarios o a instancias de ellos. Dicho de otra manera, es muy necesario que la Internacionalización acoja (o no siga desconociendo) la enorme importancia que para ella tiene el saber hacer una buena comunicación del conjunto de productos y resultados de la praxis académica, en particular de los diversos emprendimientos o proyectos relacionados con la construcción del conocimiento y el despliegue de las artes.

Si bien la comunicación académica dispone de prácticas y dispositivos muy variados y de ejecución constante, la que aquí proponemos constituye una modalidad particular y especializada, la misma que, de acuerdo a los patrones e indicadores de la internacionalización universitaria en boga, está aportando de manera sustancial a la fijación de los estándares de visibilidad y referencia mundiales de las instituciones de educación superior. Es, por tanto, relevante que los objetivos que se tracen en el presente en cuestiones de internacionalización institucional y de programas, acudan pronto a la gestión en comunicación científico-académica. E insistimos en este aspecto porque, a pesar de nuestras limitaciones, contamos con un sinfín de objetos, productos y resultados escasamente conocidos. Nuestras bibliotecas, aulas, oficinas, patios; nuestros egresados, graduados y postgraduados; nuestros académicos, docentes e investigadores, sin olvidar al personal administrativo, guardan un caudal sin límites de creaciones y sistematizaciones. Y, aún, las elaboraciones que logran publicarse o aparecer en algún journal u otro medio, lo hacen de un modo que no trasciende. Es cierto: no todo se conocerá, al menos en el corto o mediano plazo; pero dada la oscuridad y olvido que afecta a casi toda la producción universitaria, con poco más que se exponga, habría “factores de impacto” superiores a los de hoy y, con ello, mayor internacionalización. Por poner sólo un caso, es muy decidor del estado de confusión que hoy impera en asuntos de “visibilidad” institucional, el hecho de que las universidades no saben qué hacer con sus revistas, textos o editoriales (cuando las hay), ni menos aún con los editores de las mismas, abonándose el terreno para tensiones y hasta golpes de autoridad.

La gestión comunicacional que postulamos requiere obviamente de recursos humanos, financieros y tecnológicos. Implica definiciones, planes, objetivos. También supone dejar la inercia, terminar con lo rutinario y lo redundante, con prácticas funcionarias anticuadas. En síntesis, abrirse a lo que ya está entre nosotros. Actualmente, la comunicación académica especializada conforma un ecosistema de soportes y medios cuyo desenvolvimiento en tramos sucesivos, debería servir de poderoso sostén a la inserción y bi-direccionalidad prevista por la Vinculación con el medio, incluyendo la Internacionalización. Sólo para ilustrar este aserto, mencionemos algunos pasos concretos que deberían darse:  la obtención de identificadores persistentes para investigadores y académicos (ORCID u otro); para productos y resultados (DOI u otro). La digitalización de todo tipo de contenidos y la adopción del estándar JATS para la estructura, la semántica y los metadatos de ellos. La adopción de mandatos para el acceso abierto; el uso de licencias alternativas al tradicional derecho de autor (Creative Commons); el uso intenso de Google Scholar. La puesta en funcionamiento de repositorios en tanto recurso primordial para una buena gestión de la información. La producción y edición de imágenes para su empleo en canales YouTube, señales de tv; de audios para podcats y otros espacios radiales. De otra parte, sin ser prioritario, aunque sí importante, la producción de contenidos en inglés también debería estar considerada en esta gestión, más si ella apunta a contribuir a una internacionalización globalizante y no sólo regional. Sobre esto, muy interesante sería establecer acuerdos de colaboración con organizaciones y medios que abordan la comunicación académica de modo particular o preferente, y que por su condición non profit, si bien hay costos, estos no significan gastos en buena medida inútiles y exagerados, tal como son los que hoy se realizan con empresas editoriales transnacionales.

Tanto en Europa, EEUU, Asia, África y nuestra América, existe un abigarrado y ancho mundo editorial, de la bibliotecología, del periodismo especializado, de la información, la cultura, de redes y canales científicos que, si bien pueden ser conocidos por nuestra academia, lo normal es que lo haga de manera segmentada e inconexa y sin ninguna proyección en el posicionamiento potenciado de su quehacer. De esta suerte, si algo de fondo afecta las posibilidades de la Internacionalización aquí comentada, ello no es tanto la carencia de oportunidades, conocimientos o de medios, sino la insistencia en lo viejo y limitado que, en los hechos, se traduce en una práctica puramente formal, de compartimientos estanco y conservadora, que es preciso remover.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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