Publicidad

Trabajar y estudiar, cuando se puede

Por: Patricio Soto Caramori, Ingeniero Comercial


Señor Director:

Las decisiones que los jóvenes toman mientras avanzan en la curva de vida están influenciadas – y muchas veces determinadas- por las oportunidades con las que cuentan, o contaron en sus etapas previas. Resulta evidente que el grupo de mayores oportunidades prolonga su periodo estudiantil de manera continua hasta la educación terciaria, ya que provienen de las familias de mayores ingresos y cuentan con mayor capital cultural. En el otro extremo, se ubican quienes enfrentan la vida determinados por la escasez de oportunidades, siendo los que excepcionalmente logran romper el círculo de la pobreza.
Lo que también pasa, y las cifras permiten corroborar, es que cuando el ingreso per cápita alcanza los US$ 24.000, aumenta el promedio de escolaridad (de 9 años promedio en 1990 a 10,8 en 2013. Fuente: CASEN) y de ciclo de enseñanza media terminado, y en paralelo disminuye la edad promedio de ingreso al mercado laboral. La sola interacción de estas variables genera una demanda potencial de estudiantes terciarios que buscarán compatibilizar estudio y trabajo como una forma de viabilizar ambas condiciones simultáneamente.

Lo anterior describe una condición de demanda que requerirá de una correspondiente condición de oferta de educación terciaria, que reúna condiciones cualitativas y cuantitativas para absorber esa expectativa. Esto es lo justamente se ha dado en Chile en las últimas décadas y que ha permitido que en números crecientes, jóvenes y adultos jóvenes accedan a la educación superior, técnica y profesional, mientras participan del mercado laboral. Tal es así, que según datos del SIES, en cuatro años el grupo etáreo de 30-34 años incrementó en un 65,3% el número de ingresados a la educación superior, siendo el más alto en crecimiento de todos los rangos de edades. El segundo rango en crecimiento es de 35-39 años.

Según lo descrito, esto constituye una evidente condición de desarrollo, pero también un cambio cultural. Jóvenes que buscan su independencia económica a mas temprana edad, trabajadores que ven en la posibilidad de estudios superiores una oportunidad de cambiar sus vidas y las de sus hijos, mujeres que recuperan mayores espacios de participación e independencia. Se trata de buscar las formas de aumentar los espacios de participación en educación superior, no de reducirlos.

¿Por qué la decisión del CRUCH de indiferenciar el proceso para alumnos diurnos y vespertinos va a contramano de lo que debiera ser de sentido común e ideológicamente transversal?
Por varias razones, que enumero a continuación:

1. Porque no reconoce las relevantes diferencias entre estudiantes diurnos y vespertinos (en promedio). Mientras los primeros se caracterizan por dar continuidad al ciclo estudiantil secundario-terciario (a lo sumo interrumpido por un año), quienes acuden al vespertino han pasado a lo menos 4 años en el mercado laboral en su periodo post-secundario. La exigencia de PSU rendida en uno de los dos años anteriores al periodo de ingreso obliga a los últimos a pasar nuevamente por la PSU. Enfrentarán entonces, la decisión de rendir nuevamente la PSU u optar por casas de estudios que se encuentren en un ambiente menos regulado, en este caso las que no participan del SUA. Cabe señalar que hay más de 2 años de diferencia en el promedio de acreditación institucional entre las instituciones que participan del SUA y aquellas que no lo hacen. El efecto sustitución que se provoca no genera transferencia de alumnos de privadas a públicas, sino de instituciones de mayor calidad a otras de menor calidad.
Una forma de reconocer esta diferencia entre unos y otros habría sido ampliar el plazo de reconocimiento de la PSU en un plazo no inferior al promedio actual del segmento vespertino, o simplemente limitando la exigencia a última PSU (u homóloga) rendida.

2. La práctica demuestra que la experiencia laboral de los estudiantes vespertinos enriquece la experiencia formativa y de aula y, por tanto, lejos de arriesgar los objetivos de aprendizaje, la condición experiencial posibilita de mejor forma su cumplimiento.

3. Porque igualar una condición de ingreso a segmentos con características y etapas distintas sólo perjudica al grupo de trabajadores que estudian y nada agrega a asegurar el estándar de egreso, que debiera ser el atributo protegido, y, dicho sea de paso, en lo que las universidades con un sistema de calidad maduro han trabajado y sabido acreditar.

Pareciera entonces que la decisión del Cruch obedece a una visión que tiene que ver más con intereses gremiales, que a una mirada que asegure una propuesta formativa de calidad.

Publicidad

Tendencias