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Barcelona 2017: islamismo jihadista en España

Isaac Caro
Por : Isaac Caro Universidad Alberto Hurtado
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El 11 de marzo de 2004 (11-M), en una serie de atentados terroristas realizados en Madrid, reivindicados por Al Qaeda, resultaron muertas 192 personas y más de 2.000 heridas.  Casi una década y media después, el 17 de agosto de 2017 (17-A), nuevos atentados, esta vez en Barcelona y uno frustrado en Cambrils, dejaron 15 muertos y casi 90 heridos. Estos ataques, reivindicados por el Estado Islámico, tienen lugar en momentos en que esta organización experimenta un retroceso militar importante en Irak y Siria, que socaba sus intenciones de construir un Califato en todo el Medio Oriente.

Barcelona es la continuación de una secuencia que comienza en enero de 2015 con el ataque al edificio de la revista Charlie Hebdo en París, y continúa el 13 de noviembre, también en París. En 2016, fueron atacadas Bruselas, Niza y Berlín. Y en 2017 las ciudades que fueron objeto de atentados terroristas incluyeron a París, Estocolmo, Londres, Manchester y Berlín. Esta secuencia nos permite vislumbrar que cualquier ciudad europea puede ser víctima de un próximo atentado terrorista por parte del Estado Islámico.

[cita tipo=»destacados»]En este sentido, ningún lugar del mundo puede estar libre de su presencia, tampoco América Latina. Debemos recordar que una década antes del 11-S, Argentina fue objeto de los atentados en contra de la Embajada de Israel (1992) y la AMIA (1994), ambos en Buenos Aires. Según las investigaciones judiciales argentinas y los organismos de seguridad de varios países (Estados Unidos, Israel, Argentina entre otros), estos ataques estuvieron asociados con las máximas autoridades iraníes de la época y con el movimiento libanés pro-iraní Hezbollah.[/cita]

Hay que mencionar también los múltiples atentados registrados en ciudades de Turquía, Medio Oriente y norte de África, todos ellos reivindicados por el Estado Islámico. Las posibilidades de un ataque son aún mayores en la medida que el grupo terrorista está perdiendo terreno en el ámbito militar, derrota que se consolida con la captura total de Mosul, en el mes de julio de 2017, por parte de las fuerzas iraquíes.

En el contexto europeo, el atentado de Barcelona nos entrega algunas lecciones importantes. En primer lugar, que no se trata de un hecho aislado, sino que responde a una secuencia que tiene como objetivos las principales ciudades europeas. En segundo lugar, que la existencia de células islamistas jihadistas está presente en prácticamente toda Europa. La policía española ha dado cuenta de estas células en tres regiones españolas: Cataluña, Madrid y Ceuta y Melilla.

De hecho, el 24 de junio de 2017, esto es dos meses antes del atentado de Barcelona, la prensa española informó de la desarticulación de una célula jihadista, que pretendía planificar un atentado en Madrid (El País, 24 de junio de 2017).  En tercer lugar, y tal como se mostrara en el primer video en español dado a conocer por el Estado Islámico, estos ataques forman parte de una lucha histórica en contra del cristianismo y del mundo occidental, que tiene algunos de sus antecedentes en la Reconquista española y luego en las Cruzadas. Una cuarta lección que podemos sacar del 17-A es que el terrorismo no se puede prevenir, y que uno de los objetivos del mismo consiste precisamente en atacar de manera improvisada en cualquier momento y en cualquier parte, causando sorpresa y terror.

En este sentido, ningún lugar del mundo puede estar libre de su presencia, tampoco América Latina. Debemos recordar que una década antes del 11-S, Argentina fue objeto de los atentados en contra de la Embajada de Israel (1992) y la AMIA (1994), ambos en Buenos Aires. Según las investigaciones judiciales argentinas y los organismos de seguridad de varios países (Estados Unidos, Israel, Argentina entre otros), estos ataques estuvieron asociados con las máximas autoridades iraníes de la época y con el movimiento libanés pro-iraní Hezbollah.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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