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Abuso sexual: de Hollywood a Chile

Claudia Capella
Por : Claudia Capella Psicóloga, doctora en Psicología Académica Departamento de Psicología U. de Chile.
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Los hechos conocidos de acoso y abuso sexual y violación a nivel internacional son un llamado de atención, una advertencia para recordar que esta realidad no es ajena en nuestro país y que lamentablemente es más común de lo que quisiéramos creer.

Según datos de la Fiscalía Nacional, el año 2016 hubo más de 20.000 denuncias por delitos sexuales. Sabemos que la mayor parte de las víctimas son niños, niñas y adolescentes, y cerca del 85% son agredidos por familiares y conocidos. Sabemos que es una situación transversal, que ocurre en distintas clases sociales y a lo largo de todo el país. En los últimos estudios de Unicef y del Ministerio del Interior, entre el 7,0% y 9,0% de los niños y niñas encuestados reportaron haber sufrido alguna experiencia de abuso sexual durante sus vidas.

Sin embargo, estudios internacionales dan cuenta que la mayor parte de los niños y niñas que han sido agredidos sexualmente no devela (es decir, no cuenta a nadie de lo sucedido) durante la infancia. Lo más común son las develaciones tardías, muchas veces en la adultez.

¿Por qué es tan difícil contar? Se ha planteado que en parte se debe a lo difícil que es reconocer la situación como abusiva, ya que generalmente ocurre por parte de una persona cercana y en posición de autoridad que tiende a confundir al niño (“¿cómo voy a pensar que lo que me está haciendo alguien a quien quiero y me cuida es algo malo?”).

[cita tipo=»destaque»] Que personalidades públicas abran sus experiencias de abuso sexual y violación, genera un contexto que puede ayudar a que quienes han sido víctimas, se sientan más preparados para contar lo que han vivido, ya que les hace sentir que no son los únicos.[/cita]

Muchas veces quien ha sido víctima teme por las consecuencias que puede tener contar (“¿separará a mi familia, echarán a quien me hizo esto de la casa, le hará algo malo a mi mamá como amenazó?”). También son frecuentes los sentimientos de culpa, vergüenza y estigmatización, al pensar que hicieron algo malo, que son los únicos que han vivido esta experiencia y que los van a rechazar por lo vivido. Todo eso, dificulta contar.

Así, que personalidades públicas abran sus experiencias de abuso sexual y violación, genera un contexto que puede ayudar a que quienes han sido víctimas, se sientan más preparados para contar lo que han vivido, ya que les hace sentir que no son los únicos. Que otras personas cuenten, es un impulso a hablar de sus experiencias. Muchas veces los niños, niñas y adolescentes cuentan espontáneamente, pero muchas otras develan porque alguien se preocupa de sus cambios de conducta o ánimo y les preguntan qué les pasa.

Para que quienes han sido víctimas puedan contar lo ocurrido, son importantes los contextos en que se sientan escuchados y validados en su experiencia y que tengan personas cercanas en quienes puedan confiar. Necesitan que les crean, que no duden de lo que están diciendo y que no minimicen lo vivido; que se reconozca y valide su experiencia como lo que es: una transgresión y vulneración de sus derechos. Necesitan sentir que no serán rechazados por lo que les pasó y que no serán culpados por lo ocurrido: la responsabilidad siempre será del agresor. Necesitan escuchar que, a pesar de lo que les pasó y lo difícil que es, hay posibilidad de recuperación.

En estudios que hemos realizado, las personas que han pasado por un proceso de recuperación, apoyados por terapia, expresan que aun cuando la situación de abuso vivida es algo que nunca se olvida, es posible superarla, se puede recordar con menos dolor y no es una situación que impida seguir con las metas vitales.

Conocer situaciones de abuso sexual en otros lugares, nos hace mirar nuestras prácticas y nos desafía a generar contextos que favorezcan la acogida que las personas que han sido víctimas requieren. La protección y apoyo a la infancia necesita de políticas públicas que los favorezcan. Pero más allá, se necesita que en las prácticas cotidianas, en los colegios, en las familias; generemos contextos apoyadores para quienes han sufrido abuso sexual; que los medios de comunicación y figuras públicas no generen discursos estigmatizantes y minimizadores de estas experiencias y que a nivel judicial se generen medidas de protección efectivas.

Esos contextos favorecen los procesos de recuperación y son un aliento para quienes han sido víctimas y no han develado la situación de abuso. Contar lo vivido se reconoce como el primer gran paso en el camino de la recuperación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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