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El rechazo a las nuevas Bases Curriculares por parte del CNED y el “nuevo Baile de los que sobran”

Jaime González Gamboa
Por : Jaime González Gamboa Dr en filosofia politica. Universidad de Chile. Investigador Centro de escritura y pensamiento Otrosiglo
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El pasado 23 de noviembre del presente año, quienes estamos atentos a los acontecimientos que circundan la educación, conocimos la noticia del nuevo rechazo de la CNED a la propuesta de Bases Curriculares para Tercer y Cuarto Medio elaborada por el Ministerio de Educación (https://www.cned.cl/sites/default/files/res_319_2017_ejec_acuerdo_068_2017.pdf). La resolución no deja de ser inquietante, puesto que se trata de un proyecto que en su fondo asume un compromiso con la equidad entre las modalidades de educación secundaria existentes en el país (Educación técnico profesional, Artística y Humanista-científica). Éste, en su forma es profundamente democrático, pues por primera vez, se incluyó en su diseño, una etapa de consulta pública, a través del sitio web http://basesdelfuturo.educarchile.cl. Por estas razones, las nuevas bases curriculares (cuya versión final no conocemos) introducen en su forma y contenido, niveles de participación inéditos que probablemente se expresan en las virtudes técnico-pedagógicas que la CNED reconoce en la propuesta.

Es curioso que, aún cuando se reconocen fortalezas del proyecto, como por ejemplo: la contextualización, la integración entre asignaturas, la integralidad de los aprendizajes esperados, la actualidad de la propuesta, la pertinencia de las habilidades centrales para el “futuro desarrollo de los estudiantes”; la revisión comparada de experiencias internacionales, la “adecuación a los intereses de los estudiantes por nivel”, la promoción de un “enfoque interdisciplinario”, la presencia en las “asignaturas de temáticas y contenidos disciplinares relevantes para el mundo actual” y un “análisis de los recursos financieros requeridos” para su implementación; no obstante, al mismo tiempo los argumentos que el CNED esgrime para rechazar la propuesta dicen que “no hay suficiente evidencia de que el Plan de Formación General propuesto, fortalezca la formación entregada en la modalidad Técnico Profesional y la modalidad Artística”, en la medida en que podría ocurrir que “la disminución de horas en el Plan de Formación Diferenciada Técnico Profesional”, “podría impactar negativamente en el logro de los aprendizajes propios de la misma”. En este sentido, se advierte una disociación entre los aprendizajes necesarios para que los estudiantes sean capaces de desenvolverse en el “mundo actual”, y los requeridos para el desempeño en el “mundo laboral”, cuestión que implica asumir que los/as estudiantes que “eligen” a los 13 años por la Educación Técnico Profesional, en su mayoría provenientes de sectores más vulnerables, no pueden, obtener los conocimientos, ni desarrollar las habilidades que les permita proyectarse más allá del “perfil de egreso” que la educación Técnico Profesional se ha propuesto.

Entonces la pregunta que surge es “¿Qué se acepta cuando se rechaza una reforma?” Simplemente, todo aquello que se quiere reformar, mejorar y potenciar, es decir, todo lo que se quiere hacer de otro modo, y dejar las cosas tal y como están. Cuestión que en el caso de Chile viene a consolidar una sociedad como la descrita en la conocida canción de Los Prisioneros, “El baile de los que sobran”, una en la que “a otros enseñaron secretos que a tí no, a otros dieron de verdad esa cosa llamada educación”.

Indagar en las razones del rechazo siempre será fundamental para leer entre líneas, la racionalidad y los intereses que están detrás de la decisión tomada, entendiendo que una de las dimensiones más políticas de la educación es precisamente su determinación curricular. En este sentido el punto f) es especialmente preocupante, ya que señala:

Aun cuando el foco interdisciplinario ha sido fortalecido en esta reformulación de la propuesta, persisten preocupaciones respecto de las dificultades y desafíos que implica su adecuada implementación en las escuelas y los requisitos que impone a la formación inicial y continua de los docentes.

Mientras que prácticamente, en todas las áreas productivas y de desarrollo de la sociedad se valora la innovación, el mejoramiento continuo y la inyección de recursos económicos en capacitación y formación permanente de las personas que se desempeñan en la industria y la empresa, en la Educación esa práctica parece ser cuestionable. Nadie en la industria de la minería estaría en desacuerdo con la necesidad de capacitar a los funcionarios en el manejo de las más recientes tecnologías, en cuanto ello se entiende como una inversión con vistas a mejorar el proceso productivo y mantener en los más altos estándares el desempeño en las faenas. Sin embargo, cuando se trata de invertir en la formación de los profesores, la misma práctica aparece como cuestionable, quizá porque se piensa la inversión en educación como gasto indeseable, quizás como un gasto superficial que no da garantía de una recuperación de lo invertido.

[cita tipo=»destaque»]Entonces la pregunta que surge es “¿Qué se acepta cuando se rechaza una reforma?” Simplemente, todo aquello que se quiere reformar, mejorar y potenciar, es decir, todo lo que se quiere hacer de otro modo, y dejar las cosas tal y como están. Cuestión que en el caso de Chile viene a consolidar una sociedad como la descrita en la conocida canción de Los Prisioneros, “El baile de los que sobran”, una en la que “a otros enseñaron secretos que a tí no, a otros dieron de verdad esa cosa llamada educación”.[/cita]

Se entregan además observaciones específicas a las asignaturas Proyecto, y Formación Ciudadana, cuyos contenidos siguen siendo una piedra en el zapato para las miradas conservadoras. En el documentos emitido por la CNED, se solicita que se “Aborden los conceptos de ‘representación’, ‘acción colectiva’, ‘republicanismo’ y ‘liberalismo’.” A la vez que se indica agregar a los Objetivos de Aprendizajes la “reflexión sobre las ‘libertades fundamentales’ que están a la base de la vida democrática”. Esto, se encuentra en directa oposición a las fortalezas de la propuesta destacadas por la misma CNED, a saber, estar centrada en el desarrollo de habilidades de los estudiantes, antes que en la especificidad de los contenidos.

Lo evidente de este contrasentido, sumado al mantenimiento de las actuales condiciones de desigualdad de oportunidades para los estudiantes que cursan las modalidades Técnico Profesional, Artística y Humanista-Científica de la educación (en muchos casos sin gran conocimiento respecto de qué es lo que efectivamente están eligiendo), no es sólo la consolidación de un sesgo de clase, sino el traslado de la segregación territorial a una segregación curricular. Ésta impacta en la dimensión más profunda de la educación que, es su sentido transformador, en la medida en que define a priori -en una suerte de determinismo social- cuáles son los aprendizajes esperables para las y los estudiantes de uno y otro sector. Pareciera que para unos, se busca afianzar capacidades requeridas para habitar el “mundo actual” y, para otros, se busca instalar las capacidades solicitadas por el “mundo laboral”. El rechazo de la CNED es por tanto, la expresión de la racionalidad e intereses económicos que, subordinan ideológicamente, a una racionalidad educativa comprometida con la equidad y la democracia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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