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Una calle con dos líneas de Metro y el fracaso del “chorreo” descentralizador

Fernando González M.
Por : Fernando González M. Periodista, egresado de magíster en Gerencia y Política Pública Usach.
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Si alguien pensó que había una gran fila imaginaria en la cual las obras públicas se situaban y que por su densidad poblacional Santiago iba primero y luego cual cola de carnicería llegaría el turno en el cual las obras del resto del país irían ejecutándose, si alguien pensó eso, es hora que se dé un bofetazo con la realidad y despabile con el último anuncio efectuado por Metro de Santiago.

El pasado 22 de diciembre la empresa anunció cambios al trazado de la Línea 7 que conectará Renca con Vitacura, obra en sí necesaria por el déficit de conectividad en el norte de la capital. Sin embargo, lo llamativo para quienes hemos peleado por Metrotrén por años es que la estatal anunció que ahora la Avenida Providencia contará –sin concursos ni sorteos- con dos líneas de Metro por falta de una.

Los expertos consultados por los medios de comunicación de alcance nacional, todos ellos santiaguinos, felicitaron el cambio de ruta desde Avenida Andrés Bello a su nueva ubicación, principalmente, porque –según Metro- movilizará 13 millones de pasajeros más al año que su ruta original (35 mil viajes diarios más), permitiendo “descongestionar” la saturada Línea 1.

Sin embargo, la obra que tiene un costo de US$2.528 millones abre la puerta peligrosa para que a futuro el monstruo santiaguino quiera –por qué no- una segunda línea para el tramo que le falta desde Baquedano hacia el poniente. “Discriminación hacia quienes vivimos de Plaza Italia para abajo”, alegará alguno. Y, por qué no, la saturada Línea 2 podría reclamar en su momento la misma suerte en unos años más. O si ya hay una segunda pista en Avenida Providencia por qué no pensar en una tercera. Total, la frontera de lo posible ya se corrió y nos ubicaría, dirá alguna nota de prensa “en el selecto grupo de países que tienen tres líneas de Metro en una misma calle”.

Para dejarlo claro desde un principio, no deja de ser destacable que la empresa estatal tenga indicadores de eficiencia que son tapabocas para quienes sostienen que el Fisco es irresponsable a la hora de administrar los recursos públicos. Lo criticable es, en primer lugar, que el Estado deba permanentemente ir tres trancos más atrás que los privados en el comportamiento de la ciudad, en vez de anticiparse, proyectarla y ejercer su rol de “ordenamiento territorial”. En eso, aunque Metro no es el principal responsable, podría ejercer un rol mayor.

Cuando se pregunta por qué no se extiende la Línea 4A hasta Camino Melipilla, el argumento es la baja densidad habitacional en ese sector de la comuna de Cerrillos que ha sido mencionado desde los tiempos de Ricardo Lagos y su Crecimiento con Igualdad como un área con amplio potencial inmobiliario. ¿Qué es primero? ¿El huevo o la gallina? Súmele a eso que los habitantes de las provincias de Talagante y Melipilla (más de medio millón, según el último Censo) podrían conectar en esta zona a la red de Metro sin tener que ingresar al anillo de Américo, descongestionando –les paso el dato- la Línea 1.

[cita tipo=»destaque»]Ambos proyectos, postergados por años, son una señal de que los efectos del centralismo no sólo afectan a las regiones sino también –y tal vez en mayor medida- a las localidades rurales ubicadas dentro de la propia Región Metropolitana.[/cita]

No está de más recordar que, un camino igual de entreverado, siguen otros proyectos de conectividad. El memorable Melitrén, que conectaría Melipilla con Estación Central, tiene todavía un futuro bastante poco claro a pesar de encontrarse en su etapa final de evaluación en el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA).

De partida, no cuenta con presupuesto de la Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE) en el corto plazo, por lo cual requiere de una decisión política para su ejecución. Para agregarle pelos a la sopa, hace unas semanas la Seremi de Transportes de la Región Metropolitana sacó un conejo en los descuentos al proponer un cambio en la estación de llegada a Santiago desde Estación Central al sector de Lo Errázuriz.

La empresa ferroviaria no se ha quedado atrás en generar confusión. Hace un par de meses dijo que la única forma de viabilizar el pat’e fierro (que cuesta menos de la mitad que la Línea 7) sería haciendo una gran obra ferroviaria que conectara los puertos de San Antonio y Valparaíso con Santiago, de forma tal que el transporte de carga subvencione al desplazamiento de pasajeros. Una obra monumental, pero que mandaría a las pailas el actual proyecto.

Finalmente, es imprescindible mencionar que el presidente electo Sebastián Piñera (que ya había prometido Metrotrén en su primer período) anunció ahora para su segundo mandato que el Metrotrén llegaría en una primera etapa sólo hasta Malloco, en la comuna de Peñaflor. ¿Sabe qué más? A estas alturas, lo que sea su cariño.

El destino final del Melitrén -ingresado a evaluación ambiental en 2015, pero de larga data en la mitología popular campesina del surponiente de Santiago- no deja de ser relevante, pues tendrá impacto en una obra ingresada al SEA recién el pasado 21 de diciembre, pero de gran importancia para otro sector rural del Área Metropolitana. Se trata de la Línea Santiago – Batuco, la que según EFE tendría un costo de US$623 millones.

Ambos proyectos, postergados por años, son una señal de que los efectos del centralismo no sólo afectan a las regiones sino también –y tal vez en mayor medida- a las localidades rurales ubicadas dentro de la propia Región Metropolitana. El éxito del tren que conecta Estación Central con Nos es una luz de esperanza. Los técnicos se quedaron cortos en sus cálculos y hoy sus vagones no dan abasto. Una muestra de que los ingenieros santiaguinos muchas veces “miran en menos” el potencial de estas obras de conectividad por situarse más allá de sus narices.

¡Qué falta hacen técnicos con pensamiento descentralizador! Tal vez hubiesen descubierto que en vez de agrandar ad eternum el Aeropuerto de Santiago podrían haberle evitado el tránsito por la capital a miles de pasajeros de regiones que deben pasar la noche en el terminal aéreo capitalino para llegar a sus destinos. Probablemente, hubiesen aliviado de paso un problema de recarga futura sobre la mentada Línea 1. U otra, quien sabe, porque tarde o temprano el Metro tendrá que llegar al Aeropuerto de Santiago y necesitemos también una doble vía en esas líneas mientras el resto del país seguirá esperando en la fila.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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