Publicidad

¿Qué espera nuestra sociedad de los médicos hoy?

Por: Nelly Alvarado


Señor Director:

La figura reposada de un hombre con delantal blanco que los años han ido forjando, es el efecto de un trabajo formidable y auténticamente donado a la humanidad. Se trata de una vida dedicada a una sociedad de cuerpos enfermos o anhelantes de salud: miles de hombres y mujeres que transitan a diario por senderos y pasillos de hospital; muros, techos y pisos que han visto nacer a tantos seres humanos y que han albergado a otros que han abandonado este mundo postrados en una cama. Cuántos humanos llegan con esperanza y se han ido dichosos, cuántos otros no logran superar el miedo y la desesperación, cuántos buscan aquella palabra o un gesto de consuelo que les alivie la existencia, aunque sea por un momento. Es que el hospital está al servicio de los seres humanos, es un recinto para nacer, para morir, para padecer, para curar… para vivir una significativa etapa vital de muchos seres y de tantas frágiles almas.

Los médicos y en particular clínicos y maestros como Antonio[i], han tenido estas concepciones claras y las han hecho suyas, al nivel de ampliar con amorosa convicción la tarea de la enseñanza, entrenando y formando a otros sujetos para ejercer el servicio de la medicina con estricto rigor académico. Esta solidez ha sido fundamentalmente testimonial, entrenando en los aspirantes sus jóvenes raciocinios, sus impetuosas corporalidades y sus primarios hábitos, para ir forjando nuevos doctores capaces de relacionarse con el otro -su paciente- desde éste, vislumbrando el cómo ayudarlo y contribuir a su sanación. Y es que el paciente –el propietario de su cuerpo- se ha percatado de que su posesión ha sufrido un deterioro que necesita ser reparado. Allí se transforma en un cliente que busca un servidor que le efectúe las necesarias reparaciones llevándole toda su posesión -por iniciativa propia- al reparador, al médico y hombre de delantal blanco.

Antonio, desde el ejercicio de la medicina clínica, nunca renunció a educar. Su siembra ha sido vasta, muchas generaciones han aprendido de su enseñanza científica y humana, pues este hombre de delantal blanco, luce con orgullo y natural talante este símbolo de respeto, de calma, de pundonor y de afabilidad que acompaña con unos brazos y manos acogedoras y una facie transparente evidenciada en una mirada creíble.

¿Qué espera nuestra sociedad de los médicos hoy?

Sólo una obra cimentada en un alma firme y perfectamente bien instalada, en principios de justeza, apertura y misericordiosa acogida a toda la gente que ansíe alguna posibilidad de reparación de su objeto corporal, podrá ser digna de confianza… hoy hay necesidad de confiar…

La comunidad sigue entregando temporalmente el control de su posesión (su cuerpo) al servidor médico y éste se convierte en sujeto de la gente a quien sirve de una forma nueva. La realidad se define socialmente, sin embargo las definiciones siempre se encarnan a través de sujetos o grupos de individuos concretos que sirven finalmente como definidores de la realidad, testimonios vivientes de universos que se van construyendo socialmente.

El valor moral de un hombre no lo da el título que otorga una universidad, es un valor superior que trae consigo desde su propio nacimiento y desde sus propias construcciones y edificación de significados, los que van constituyendo finalmente la realidad social.

[1] Dr. Antonio Vukusich, médico nefrólogo, profesor titular

Dra. Nelly Alvarado

Coordinadora de Salud Pública

Facultad de Medicina – Universidad Diego Portales

Publicidad

Tendencias