Pensión alimenticia y violencia de género
Señor Director:
Quiero compartir lo que viví en torno a violencia de género y abuso de poder durante la demanda de pensión de mis hijos.
Interpuse una demanda por alimentos en el 3° juzgado de familia de Santiago por no pago de pensión de mis dos hijos y ha sido un desgaste económico y emocional que no fue posible prever. Durante este proceso, he vivido violencia a todo nivel, me veo constantemente cuestionada, observada e investigada.
Se elaboró un informe de las necesidades de mis hijos a través de una perito social que tuve que contratar, mientras que el padre hizo lo mismo para justificar que no quiere o “no puede” pagar, manipulando la información y ocultando sus ingresos. Fui entrevistada dos veces, siendo expuesta toda mi vida, mi cuenta del banco, créditos, gastos personales; visitan mi casa y la recorren, hacen juicios socio-económicos con parámetros sociales de estatus; preguntan sobre mi vida sentimental, mis estudios, la separación y tantas cosas más, traduciéndose en un abuso de poder inmoral, donde pareciera que tener un buen trabajo fuese una suerte de pecado capital que te condena a que tus hijos no reciban una pensión. Lo paradójico de esta escena, es que si no tuviese empleo no podría mantener a mis hijos y se me acusaría de a lo menos mala madre, construido en función a estereotipos de género nefastos y culposos.
Durante el proceso tuve que exponer en reiteradas ocasiones el relato de la separación, una historia cargada de episodios de intimidación y violencia, sin existir ninguna acción o protocolo en Tribunales para contenerme emocionalmente. Es un proceso frio, donde la emoción se traduce en prosa objetiva; prosa legalizada cuando digo que me amenazó con tirarme de un 6° piso o que me gritaba y humillaba en público; prosa robótica al contar que él ponía una grabadora bajo la mesa para saber qué hacía y decía; y que me violentaba patrimonialmente diciendo que era incapaz de irme y solventar sola a los niños. Mi relato terminó desmembrado en un discurso que finalmente naturaliza la violencia, la legitima y con ello, justifica.
También me sentí maltratada cuando se me juzgó y cuestionó por no haber demandado antes por pensión o por no haber hecho una denuncia VIF en su momento, como si fuera fácil interponer una acción como ésta cuando te sientes desvalorizada, atemorizada y con hijos que sostener; sabemos que existen tantos factores que nos hacen callar y no actuar con decisión.
La demanda terminó, no se hizo justicia en términos económicos, pero me sentí liberada, fueron meses de tensión y angustia.
Con todo lo vivido me siento orgullosa porque he sabido proteger a mis hijos en un espacio de mucho afecto, donde la sabiduría del amor propio ha sido fundamental para criar y enseñarles que nadie está sobre nosotros, que nadie puede opacarnos, que somos personas valiosas, fuertes y capaces.
Tengo esperanzas que las reformas legales en materia de familia se fortalezcan y que ante todo se respete la dignidad de las personas, derecho fundamental de todo ser humano. Necesitamos un Chile que proteja a las mujeres, que entregue herramientas sociales, culturales y legales para poder decidir, para erradicar la violencia de cualquier forma y para que la maternidad no se convierta en desasosiego.
Me quedo con algunas conclusiones que quiero compartir: es imprescindible regularizar de inmediato una separación en especial cuando hay hijos/as de por medio, no postergar la acción porque después se vive una doble-victimización de los hechos, es doloroso y se alarga el cierre del proceso; no tener miedo, el miedo solo nos paraliza, hay que tener fuerzas para luchar y con ello ayudar a visibilizar que la violencia de género sigue siendo una realidad y que como sujetas activas contamos con posibilidades más ciertas de transformación de la situación a las que hemos estado sometidas.
Lorena Sánchez