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Modernización de la Cancillería: un paso necesario


La reciente promulgación de la ley de Modernización de la Cancillería es un paso sustancial en la ruta de situar a Chile en la esfera de los nuevos tiempos.  Afirmar que el mundo se encuentra en un proceso de cambio, pareciera ser lugar común. La naturaleza evolutiva de las sociedades es una constante, forzando a través de la historia a la comunidad internacional en general y, a Chile en particular, a adaptarse a dichos procesos. No obstante, la realidad de las últimas tres décadas ha resultado particularmente volátil. El fracaso de los regímenes totalitario, el fin de la división ideológica del orbe, las dinámicas propiciadas por la producción digital y la sociedad del conocimiento, han forjado un orden planetario más interdependiente, aunque de una incertidumbre solo comparable a la de la revolución industrial.

De esta nueva realidad, debemos inferir que nuestro porvenir depende cada vez menos de lo que podamos hacer de manera aislada, pues debemos evitar o anteponernos a las crisis que afecten el bienestar de todos los chilenos.

La magnitud de estos cambios exige instituciones modernas, flexibles y altamente profesionales, que operen oportunamente al servicio y en promoción de los intereses nacionales.

La mayoría de las naciones lo ha entendido así, iniciando programas destinados a mejorar sus instrumentos de política exterior.  Sin embargo, en Chile los gobiernos habían ensayado escasas propuestas exitosas de reestructuración del Ministerio de Relaciones Exteriores, situación que nos mantiene hoy con una Cancillería de diseño similar al de 1978, anclada en una concepción anacrónica del mundo, que tampoco refleja la posición alcanzada por Chile durante la última mitad de siglo en el contexto regional.

Para saber privilegiar las relaciones más provechosas para el país y asegurar el cumplimiento de obligaciones adquiridas en diversas materias, tales como la participación en operaciones de paz o la responsabilidad por el voto de los chilenos en el extranjero,  nuestro órgano de política exterior debe estar preparado, capacitado y apoyado. Mención aparte merece la actividad económica internacional que desarrolla nuestra Cancillería. Motor del crecimiento durante las últimas décadas, la estrategia exportadora promovida, principalmente,  desde la DIRECON, ha sido una de las preocupaciones mayores -sino para algunos la más importante- de la política exterior nacional.

En la actualidad, Chile tiene en vigencia 26 acuerdos comerciales, con 64 mercados que representan el 64,1% de la población mundial y el 86,3% del PIB global. Hay tratados de libre comercio con países de todos los continentes, salvo el africano, con un comercio exterior enfocado en Asia, América del Norte, América del Sur y Europa.  Estas regiones representan un intercambio comercial que a 2014 alcanzó cerca del 95% del total nacional (DIRECON, 2018).

[cita tipo=»destaque»]Minimizar estas funciones es arriesgar el futuro de Chile y su potencial de colaboración con el resto del mundo. Por ello, tenemos la plena certeza que el gobierno del Presidente Piñera, se empeñará a fondo en la adecuada implementación de este cuerpo legal, para que contemos con una Cancillería moderna y adecuada a los tiempos actuales.[/cita]

Cabe destacar la Alianza del Pacífico, iniciativa de integración conformada en 2011 por Chile, Colombia, México y Perú, cuyo objetivo principal es avanzar en la construcción de un área de libre circulación de bienes, servicios, capitales, personas y economía. Además, busca impulsar el desarrollo económico y la competitividad, tendiendo hacia un mayor bienestar de los habitantes de sus países miembros; la superación de la desigualdad socioeconómica; la inclusión social de sus habitantes; y la articulación de una plataforma para abordar temas políticos, comerciales y de integración económica, con énfasis en la proyección al mundo y, en particular, a la región Asia-Pacífico (DIRECON, 2015)

Por otro lado, internacionalmente, Chile forma parte de diferentes organismos, tales como APEC, que fue creado en el año 1989, pero al cual nuestro país ingresó en 1994 y hoy estamos ad portas de ser país sede de APEC 2019, foro en el cual nuestra región de Valparaíso, tendrá bastante que decir.

Los objetivos de este foro son impulsar el crecimiento, eliminar barreras comerciales, facilitar las inversiones y estimular la cooperación técnica dentro de la región.  Actualmente, cerca del 65% de las exportaciones chilenas tiene como destino las economías de APEC, mientras el 58% de las importaciones proviene de ellas. De hecho, muchos de los Tratados de Libre Comercio que Chile ha suscrito, se han generado gracias a esta plataforma-foro.

Lo cierto es que sin perjuicio de las limitaciones existentes, el espíritu de nuestro personal diplomático y profesional exterior ha permitido hacer una gestión exitosa y el desarrollo de la política comercial chilena es un ejemplo de apertura al mundo.

Por esto entendemos que las iniciativas para mejorar nuestra Cancillería constituyen una inversión antes que un gasto.

Lamentablemente, se puede constatar que, en términos de presupuesto de la Nación, los fondos destinados a estas tareas han descendido en los últimos 25 años de un 1,1% a un 0,59%, sólo permitiendo la mantención, pero no el crecimiento de las funciones, situación que  ha ido en detrimento del ámbito político de nuestras relaciones internacionales, impidiendo además cultivar vínculos más estrechos, de respeto y amistad, en el vecindario.

Minimizar estas funciones es arriesgar el futuro de Chile y su potencial de colaboración con el resto del mundo. Por ello, tenemos la plena certeza que el gobierno del Presidente Piñera, se empeñará a fondo en la adecuada implementación de este cuerpo legal, para que contemos con una Cancillería moderna y adecuada a los tiempos actuales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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