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Populismo y las grietas de la Unión Europea: ¿Una nueva cortina de hierro? Opinión

Populismo y las grietas de la Unión Europea: ¿Una nueva cortina de hierro?

Federico Izaguirre Gallardo
Por : Federico Izaguirre Gallardo estudiante tesista de Licenciatura en Estudios Internacionales en la USACH
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Durante la última década, la Unión Europea(U.E.), y el continente en general, han afrontado uno de los desafíos políticos mas complejos desde la caída del Muro de Berlín. La “Crisis Subprime” y los latigazos que esta generó en la región cambió el paradigma sobre el funcionamiento y el éxito de esta institución. En primer lugar, generó una grieta entre países que atravesaron más dificultades macroeconómicas y sociales a partir de este contexto y aquellos que, a partir de distintas instancias multilaterales, tuvieron que salir al rescate de los primeros. A partir de esta situación, la Unión Europea ha afrontado diversas tensiones que han acrecentado y diversificado este tipo de quiebres.

Es fundamental entender el rol que tuvo esta crisis, no solo para sentar un panorama económico complejo para los propios ciudadanos, sino por las consecuencias políticas y sociales que se han potenciado y articulado a partir de estos procesos. Quizá la más comentada hacia la actualidad sería la consolidación de fuerzas políticas, reactivas al nuevo panorama europeo, orientadas a políticas de extrema derecha y con altos tintes nacionalistas. El populismo europeo, como se ha denominado a este fenómeno, intenta definirlos como sectores políticos que instrumentalizan las demandas sociales de un amplio grupo de la población descontenta como el fin de consolidarse como una fuerza política relevante.

El fenómeno del populismo, generalmente reservado para democracia bananeras y subdesarrolladas, caracterizado por aparecer en sociedades sin partido políticos institucionalizados nunca había sido un problema para las democracias occidentales europeas. Empero de lo anterior, sobran ejemplos históricos de liderazgos personalistas y con estrategias populistas, tales como los liderazgos fascistas y nazis del período de entreguerras. Este relato no es exclusivo del continente europeo, de hecho, la revista Time, eligió a los “populistas” como la “persona del año 2017”.

[cita tipo=»destaque»]A nivel de parlamento europeo, según señala el académico Gianfranco Pasquino, las coaliciones o partidos con escaños no superan el 25%, destacándose la coalición “Grupo Europa para la Libertad y la Democracia Directa”, con 46 parlamentarios (6% de los escaños totales). Pero a pesar de esto, es menester mencionar también el alto nivel de abstención que han tenido las elecciones para este órgano; un 46% de la población habilitada para sufragar no concurre a votar, por lo que se entienden como elecciones de segundo orden.[/cita]

Sin dudas, su estrategia ha tenido resultados dispares, pero es innegable el rápido avance de estos grupos políticos en distintos lugares del continente. Uno de los clichés favoritos de las personas que realizan análisis de la contingencia internacional europea, suele ser tomar como el principal medidor de esto, las elecciones periódicas de los países europeos. Estos procesos electorales hoy son la principal guía para identificar el avance de esta derecha en el continente.

Si repasamos esta área, podemos visualizar un aumento de las representaciones parlamentarias y presidenciales de ciertos países de Europa. Según el informe del Tony Blair Institute for Global Change, no solo el número de partidos entendidos como populistas casi se ha duplicado de 2000 a la fecha (de 33 a 63), sino también ha aumentado su número en gobiernos de coalición o directamente administrados por estos partidos.Los miembros del grupo Visegrado (Chequia, Eslovaquia, Hungría y Polonia) se encuentran gobernados por este tipo de movimientos. En Italia, el “Movimiento 5 Estrellas” fue el partido mas votado de las ultimas parlamentarias, sumándole al hecho que la coalición mayoritaria está conformada por Forza Italia y la Liga Nord, identificados por Pasquino, como pilares fundamentales de la ola populista europea.  A la vez, el domingo, Putin reafirmará su liderazgo durante las elecciones de Rusia, reforzándose como un actor clave dentro de la conformación de los populismos europeos y como uno de los mandatarios mas longevos de la región.

En el área del centro y este de la Unión Europea este fenómeno ha marcado la pauta política desde hace al menos 2 años. En cambio, en países occidentales como Francia o Holanda todavía se encuentran en un punto donde los partidos y candidatos de estas líneas, no tienen un poder de veto suficiente como para gobernar.  Empero de lo anterior, si mantienen la referencia del pensamiento euroescéptico dentro del imaginario político de estos países.

Gran Bretaña y España se posicionan como casos particulares dentro de este proceso. El primero marco un precedente con el referéndum de salida de la U.E, sin embargo, a pesar de esta decisión podemos vislumbrar que no existe un avance consolidado de estas fuerzas, agrupadas principalmente en la figura de Nigel Farage, dentro de lo que es el parlamento británico. En el caso español, también se presenta como paradigmático, por dos motivos principales. El primero, al igual que su contraparte griega, corresponde a las dificultades, exponencialmente mayores que el resto de la U.E, que generaron la crisis financiera internacional. Ante esto identificamos el surgimiento de populismos de izquierda, tanto en “Podemos” en el caso ibérico como Syriza en el helénico. Sin embargo, el caso español se destaca dentro del desarrollo del populismo europeo, por un hecho que no suele ser mirado bajo esta óptica: el independentismo catalán. Este movimiento se conforma en la actualidad como una de las muestras mas fuertes dentro del continente europeo, de un resurgimiento de sentimientos y demandas sociales de corte nacionalista y populistas.

A nivel de parlamento europeo, según señala el académico Gianfranco Pasquino, las coaliciones o partidos con escaños no superan el 25%, destacándose la coalición “Grupo Europa para la Libertad y la Democracia Directa”, con 46 parlamentarios (6% de los escaños totales). Pero a pesar de esto, es menester mencionar también el alto nivel de abstención que han tenido las elecciones para este órgano; un 46% de la población habilitada para sufragar no concurre a votar, por lo que se entienden como elecciones de segundo orden.

Sin embargo, este fenómeno no es un conjunto de hechos aislados que se manifiestan en las diferentes etapas eleccionarias, sino de un proceso que tiene orígenes históricos, elementales de desentrañar para entender el panorama europeo y global actual. Por lo mismo, este recuento no puede presentarse como el único instrumento para rastrear este proceso. Debemos entender que la relevancia de cada uno de estos hechos particulares, no tienen tanta influencia en la imagen general, sino es su conjunto lo que los conforma como un fenómeno a tomar en cuenta. Entiéndase que la importancia hoy no reside en los resultados electorales del “Frente Nacional” en Francia o de la “Alternativa Democrática” en Alemania, sino como estos actores interactúan, generan redes y materializan una cosmovisión existente en el subconsciente europeo, de la exaltación del nacionalismo (y con ello, una exacerbación del racismo), de las rivalidades históricas y del descontento del proyecto europeo (la U.E). Este resurgimiento de los nacionalismos es tanto una respuesta al proceso de integración que significa la U.E, pero también es un llamado de atención acerca de la evolución de la relación sociedad civil-privados-Estado, luego de la reestructuración post conflicto bipolar.

Dentro de la grieta multidimensional que marcábamos anteriormente, podemos identificar distintas tensiones que marcan el continente y lo dividen en una nueva cortina de hierro, sin el matiz ideológico de la guerra fría, pero con fuertes efectos en la estructura internacional europea.

La primera y quizá la más transversal refiere al cisma que ha generado la crisis de refugiados provenientes del Centro y Norte de África y Medio Oriente. Además de desbordar la infraestructura de acogida de la U.E, este proceso nos ha mostrado la fragilidad política sobre la que hoy reposa el proyecto europeo. Así como durante el rescate de la crisis, el liderazgo asumido por distintos países con el fin de generar cuotas marcó una división pragmática entre aquellos que inyectan recursos y los países que levantan muros y alambradas para frenar a los refugiados. Terminado el plazo impuesto por las cuotas migratorias, podemos identificar que la mayoría de los países no cumplió con el numero estipulado de desplazados y por el otro, los países que promovieron esta política común establecieron un panorama muy favorable para la expansión de las fuerzas populistas en sus países.

Este proceso ha fortalecido los sentimientos eurocéntricos, existentes desde el comienzo del proyecto de integración europea. Esto ha sido canalizado por las distintas expresiones del populismo europeo y ha fortalecido sus posiciones con respecto a la idea de nación, soberanía e integración.

Además del tema migratorio, el aspecto económico también ha sido un elemento que ha minado de controversias los términos de integración del proyecto de la U.E. La deslegitimación del Euro como sistema monetario estable a partir de los sucesivos rescates a Grecia, Malta y España, han puesto sobre el tapete el rol de esta política monetaria común. Esto no refiere simplemente a los riesgos típicos que conllevan los procesos de crisis económica, sino que también tuvo como resultado un cambio en la propia estructura de poder dentro de los actores de la U.E.. Debemos entender que, a pesar de las dificultades que esta situación conllevó, también permitió a Alemania, y a la Canciller Angela Merkel, posicionarse como el país líder y el centro del que dependen los socios minoritarios y medianos de la Unión Europea. Esto también ha contribuido a potenciar las diferencias nacionales a partir de este nuevo liderazgo alemán.

Si sumamos a este panorama el proceso de expansión de la Unión Europea, podemos darnos cuenta de la multidimensionalidad del problema. Durante la década pasada, la U.E culminó uno de sus principales triunfos, aparentemente, como proceso integrador europeo. La inclusión de disímiles actores provenientes de la órbita soviética de la post guerra parecía confirmar un aparente fin de la historia. Sin embargo, este hecho terminó de sentar las diferencias estructurales de la Unión, generando una división entre aquellos países que debían modernizarse a partir del proyecto europeo y los que financian estos procesos.

Para finalizar, me parece importante resaltar la multidimensionalidad de este conflicto, en tanto causas como consecuencias. La Europa de diferentes velocidades expresadas por Macron y Merkel durante el año anterior, ha sido una realidad dentro de la U.E que no se había querido admitir hasta este momento. Sin embargo, a pesar de que la Canciller y el presidente francés se referían exclusivamente al aspecto económico, hoy los distintos Estados avanzan en distintas velocidades, y muchas veces direcciones, con respecto a la idea de la Europa común. Esto sin duda seguirá planteando interrogantes y esbozos de respuestas para la integración europea, esperemos que estos no se limiten exclusivamente a observaciones electorales y tengan la capacidad de afrontar este desafío analítico de manera amplia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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