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La regla que transformaría el catolicismo: Concilio Vaticano III ahora desde Chile

Esteban Valenzuela Van Treek
Por : Esteban Valenzuela Van Treek Ministro de Agricultura.
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Todas las instancias de la Iglesia católica (universal, regional, nacional, diocesano, local, congresional, seminarios, centros teológicos, colegios y universidades) se regirán por consejos de gobierno en que al menos el 40% de sus miembros serán laicos, mujeres y voz de los pobres (pobres o servidores insertos entre los pobres.

La anterior regla es lo que ha pedido el Papa Francisco: “conversión y transformación”, “participación de la mujer”, “Iglesia de los pobres y para los pobres”. Es además lo que urge para impulsar un Concilio Vaticano III de reforma eclesial-organizacional de la Iglesia ante su evidente crisis. La Iglesia “castigada” y “intervenida” debe salir de la parálisis y convertir la crisis y el reto en un debate duro, fraterno y sin miedo a reconocerse en su pluralidad y transformarse declarándose en sínodos diocesanos y luego un Concilio Nacional, pujando por el Concilio Universal III. Así lo hizo de manera pionera un pichilemino, el arzobispo de Santiago José María Caro en 1945 y 1946 (luego primer Cardenal chileno y defensor del Padre Hurtado cuando lo persiguieron internamente): Chile tuvo su propio Concilio Regional cuando esta iglesia añadió a la provincia eclesiástica de Santiago, las de La Serena y Concepción (ver del ex cardenal Carlos Oviedo Cavada el artículo sobre sínodos y concilios chilenos entre 1584 y 1961 en la Revista Historia 3, de la UC en 1964,6-86  www.memoriachilena.cl/602/w3-article-81150.html).

Las agrupaciones de laicos y laicas, coordinadoras de comunidades de base lo piden, obispos eméritos de enorme valor por su opción por los pobres y gestión participativa de la Iglesia católica de Chiloé, como Juan Luis Ysern, llaman  la “hora de los laicos y a la participación”. Crecen las voces que piden celibato optativo, paridad para las mujeres en todos los cargos y asuntos de la Iglesia, control comunitario, reconciliación con los ex sacerdotes casados y con hijos, debate de la y de su propia diversidad sexual.

Transformación es la palabra adecuada para salir de lo mediático y pasar de ls gestos a los cambios estructurales, en una palabra  adecuada que dialoga con los 500 años de la reforma con sus aportes y complejidades, como el literalismo de ciertos neo fariseos, pero que asume el aporte de renovación (aggiornamiento) del Concilio Vaticano al que llamó Juan XXIII en 1959 y concluyó Paulo VI en 1965.

[cita tipo=»destaque»]En un contexto latinoamericano de alta corrupción, desigualdad social, extrema violencia y cuestionamientos a la Iglesia por escándalos, centralización y  poca interculturalidad activa, la reflexión sobre la eclesiología y su transformación son esenciales; la Iglesia de machos solitarios sin mujeres ni pobres ni laicos empoderados no genera frutos en el Continente oligárquico y abusivo. El crecimiento del agnosticismo y de las iglesias pentecostales es una realidad y a su vez una interpelación al catolicismo para su propia renovación eclesial a la que el papa Francisco apela. El enfoque está puesto en que la Iglesia es la comunidad de bautizados y no sólo la jerarquía, por tanto buscará aportes latinoamericanos a profundizar la colegiatura y el rol laical.Es importante la dura pregunta si el tipo de iglesia jerarquizada y centrada en los obispos y los sacerdotes no es razón del propio decaimiento de la iglesia y de que no irradie modelos de mayor fraternidad, solidaridad y corresponsabilidad en América Latina. Entonces, el debate de renovación eclesial nos remite al regreso de lo básico que es la difusión del evangelio en policentralidad  (el jesuita Costadoat) y con los “pueblos” en un estilo dialogante, de inserción y comunión de base.[/cita]

La regla que se propone vuelve a lo básico de Jesús de la comunidad que se reúne en su nombre y no el poder jerárquico que administra con opacidad.  Los sistemas más avanzados son de colegiatura federal consejista porque allí hay diálogo, todos se hacen responsables y se evita el personalismo carismático abusivo, se reconoce el conflicto para crecer, existe el control mutuo par la transparencia, la colaboración en la diversidad. Los consejos con “discriminación positiva a mujeres, laicos y pobres” son la política de reconocimiento que alentó el filósofo católico Charles Taylor desde Quebec en 1970. Los consejos son la fraternidad encarnada y  transformaría la Iglesia para sanarla de malas prácticas (abusos, patriarcado, centralización), acercarla a Jesús sencillo y fraterno en Nazareth, reabrirían miles de templos y capillas cerradas al devolverse la vida a las comunidades cristianas originarias, permitiría el acercamiento con muchas iglesias de oriente y protestantes con los cuales prevalecería el encuentro en las fronteras y en los lugares para superar la desigualdad, el narco y la violencia. Una Iglesia de hombres y mujeres corresponsables que no tienen esa brecha brutal de credibilidad por una santidad que se predica y no se practica. Una Iglesia imperfecta pero que ilumine y sea sal de la tierra con más fraternidad e igualdad.

La regla de transformación eclesial es el clamor pendiente del Concilio Vaticano como lo dijo en forma categórica uno de los grandes protagonistas del mismo, el teólogo Karl  Rahner con su libro Cambio estructural en la iglesia (1974 Madrid: Cristiandad). América Latina ha luchado por una Iglesia por los pobres, participativa y dialogante. Pionero el obispo Manuel Larraín de Talca que promovió la reforma agraria y la colegiatura con la promoción del CELAM como voz del Continente. Los manuales de comunidades eclesiales de bases del cura de Pichidegua y luego obispo de Osorno, Miguel  Caviedes así como el aporte latinoamericano de Leonardo Boff en sus libros Eclesiogénesis (1979) e  Iglesia, carisma y Poder (1983)en que llama a romper el absolutismo romano-Vaticano. El peruano Gustavo Gutiérrez con la Teología de la Liberación de los pobres y el argentino Dussel con la filosofía de la liberación que es romper la dominación de clases, pero también las estructuras abusivas y la castración d la sexualidad y el gozo (ese reivindicar el placer y la alegria en el cristianismo como la tesis doctoral de Mike Van Treek, el último teólogo censurado por la Inquisición de la UC).s el clamor de participación de las teólogas del mundo, como la española Ana María Vega o a chilena Claudia Leal. La teología indígena del Centro Medellín y la Pastoral Popular.

Hagamos historia contra factual. Con esta regla no habría abusos carismáticos ni de Karadima ni de Precht. Centenares de miles de mujeres mejorarían la Iglesia. Los seminarios vacíos se llenarían de “comunes”. La UC de Santiago  no sería gobernada por la UDI con la escuela de Medicina y se pluralizaría. Campesinos, pobladores, regiones, migrantes, indígenas, drogadictos, presos, gays, tendrían voz no sólo para ser escuchados sino para transformar la Iglesia y al país.

En un contexto latinoamericano de alta corrupción, desigualdad social, extrema violencia y cuestionamientos a la Iglesia por escándalos, centralización y  poca interculturalidad activa, la reflexión sobre la eclesiología y su transformación son esenciales; la Iglesia de machos solitarios sin mujeres ni pobres ni laicos empoderados no genera frutos en el Continente oligárquico y abusivo. El crecimiento del agnosticismo y de las iglesias pentecostales es una realidad y a su vez una interpelación al catolicismo para su propia renovación eclesial a la que el papa Francisco apela. El enfoque está puesto en que la Iglesia es la comunidad de bautizados y no sólo la jerarquía, por tanto buscará aportes latinoamericanos a profundizar la colegiatura y el rol laical.Es importante la dura pregunta si el tipo de iglesia jerarquizada y centrada en los obispos y los sacerdotes no es razón del propio decaimiento de la iglesia y de que no irradie modelos de mayor fraternidad, solidaridad y corresponsabilidad en América Latina. Entonces, el debate de renovación eclesial nos remite al regreso de lo básico que es la difusión del evangelio en policentralidad  (el jesuita Costadoat) y con los “pueblos” en un estilo dialogante, de inserción y comunión de base.

La sociedad latinoamericana y nuevos movimientos sociales demandan sencillez, colegiatura, igualdad, transparencia, rendición de cuentas, inclusión, democracia participativa. Hay una tensión y distancia con la Iglesia evidente. El cambio del modo de ser organización se hace urgente por que el continente es también el contenido, el método hace el mensaje, la organización hace al ser.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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