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El espacio que ocupa la prevención del suicidio en la salud mental

Por: Paula Dagnino


Señor Director:

Varias son las muertes que en el último tiempo han sido debate en la opinión pública mundial. Comentados fueron los casos de la diseñadora norteamericana Kate Spade, del chef Anthony Bourdain, de una adolescente de un colegio particular capitalino y recientemente un niño de 9 años en Estados Unidos. La propuesta de la salud mental, en el mes de la prevención del suicidio, es reflexionar y visibilizar las causas, señales y, más importante aún, las opciones de tratamiento disponibles para aquellas personas que presentan potenciales riesgos. Sus familias y amigos que buscan ayudarlos son ejes importantes en una política de prevención.

La necesidad de abordar este tema es real y ha ido aumentando. Hay diversos y discutidos factores que ponen en riesgo a las personas, como ambientales, sociodemográficos, exposición al suicidio de otros, entre otras causales. Sin embargo, en el elemento donde se deberían apuntar los esfuerzos es que, de las personas que deciden voluntariamente terminar con su vida, es posible observar en su historia reciente algún síntoma psicopatológico identificable o sufrimiento psíquico que podría haber sido pesquisado. Sin ir más lejos, el suicidio tiene gran relación con patologías como la depresión, la esquizofrenia, el abuso y la dependencia del alcohol y drogas, y trastorno bipolar.

Es que es importante abrir la discusión y desmitificar los tabúes que existen en relación a este complejo escenario. Contrario a lo que se pudiese conjeturar, hablar sobre el suicidio no lo promueve, sino que hablar abiertamente sobre las cuestiones y preguntas con las que se están luchando internamente genera alivio en los pacientes. Junto con un tratamiento farmacológico, el apoyo psicoterapéutico ha mostrado disminuir en casi un 30% la posibilidad de realizar intentos de suicidio a futuro, según estudios de estadísticos y de observación realizados en los Países Bajos.

Sin embargo, Chile está lejos de alcanzar los estándares en salud mental que poseen algunos países europeos, en los que ésta es considerada un derecho de sus habitantes, y que por lo tanto el Estado se encuentra obligado a garantizar el acceso a la atención en salud mental en condiciones de igualdad. A pesar de los avances que ha presentado el Estado chileno en esta materia en las dos últimas décadas, aún falta mucho por caminar. En nuestro país un 3% del presupuesto está designado a salud mental, mientras que en países desarrollados alcanza el 10%. Con estas reflexiones nos damos cuenta que este ámbito es considerado de segunda categoría, cuando la realidad es que la salud mental es transversal a todos nosotros, a nuestra salud física, a la productividad y no debemos olvidar que es un derecho que debemos exigir.

Paula Dagnino
Jefa Área Clínica
Facultad de Psicología
Universidad Alberto Hurtado

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