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Violencia y delincuencia, ¿qué hacer y qué no hacer? Opinión

Violencia y delincuencia, ¿qué hacer y qué no hacer?

Raúl Perry
Por : Raúl Perry Jefe de Programas Fundación San Carlos de Maipo.
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Yo tengo un hijo de 12 años, y lo amo como un padre ama a su hijo. Verlo reírse me hace sentir pleno. Verlo crecer sano ha sido una de las metas más importantes de mi vida. Por eso, me resulta tan complejo imaginar lo que pasa con otros niños de 13 años que se han visto involucrados en conflictos delictuales o en actividades violentas dentro de sus escuelas. ¿Qué habría sido de mi hijo en otras circunstancias? ¿Habría seguido una trayectoria más compleja? ¿Habría tomado las mismas decisiones?

Los hechos de violencia y delincuencia protagonizados por preadolescentes nos han llamado poderosamente la atención este año.

Hasta ahora, lo que hemos visto como reacción de la autoridad es el endurecimiento de las normas: más atribuciones para expulsar a los alumnos de los colegios, penas más duras para los niños, niñas y adolescentes reincidentes e incluso algunos intentos de rebajar la edad de imputación legal.

[cita tipo=»destaque»]Hoy en día la investigación en ciencias sociales y salud nos ha entregado valiosos antecedentes para enfrentar problemáticas complejas de conductas y desarrollo de las personas. Sabemos que no da lo mismo qué hacemos, e incluso, que hacer algunas cosas puede ser peor que no hacer nada. En ese contexto, el estudio de la Universidad de Edimburgo sobre más de 4.000 niños y niñas, por más de 10 años, permitió establecer que un niño que ha delinquido y que no es detectado por la policía tiene 7 veces menos posibilidad de seguir conductas delictivas a los 22 que otro niño que es detenido y que entra en un recinto de justicia adolescente.[/cita]

Hoy en día la investigación en ciencias sociales y salud nos ha entregado valiosos antecedentes para enfrentar problemáticas complejas de conductas y desarrollo de las personas. Sabemos que no da lo mismo qué hacemos, e incluso, que hacer algunas cosas puede ser peor que no hacer nada. En ese contexto, el estudio de la Universidad de Edimburgo sobre más de 4.000 niños y niñas, por más de 10 años, permitió establecer que un niño que ha delinquido y que no es detectado por la policía tiene 7 veces menos posibilidad de seguir conductas delictivas a los 22 que otro niño que es detenido y que entra en un recinto de justicia adolescente.

Otro elemento que nos entrega la ciencia tiene que ver con la prevención. Gracias a programas preventivos universales podemos reducir efectivamente problemas como la violencia.
Ahora, los programas que mejor trabajan la capacidad de mejorar la convivencia de niños y niñas deben aplicarse a nivel preescolar. ¿Tenemos hoy en día la capacidad de generar una agenda larga que aborde una prevención hecha en serio?

En estos temas no existe una bala de plata. Se requiere un enfoque a largo plazo y basado en la mejor evidencia científica disponible para asegurar que niños y niñas que se encuentran felices en su primera infancia puedan llegar a ser hombres y mujeres capaces de contribuir al país y de dar inicio a nuevas generaciones que se desarrollen positivamente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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