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Gobernar es educar

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Por: Marcelo Saavedra Pérez


Señor Director:

En nuestro país muy pocos presidentes no han podido terminar su período de mandato producto de enfermedad, guerra civil o golpes de estado. Uno de ellos, Pedro Aguirre Cerda, en tres años trató de hacer realidad durante sus tres cortos años de mandato una máxima que para él fue más que un eslogan de campaña: “Gobernar es Educar”. Antes de que los bacilos de Koch truncaran sus anhelos de formar ciudadanos íntegros tanto cultural como intelectualmente, su Gobierno alcanzó a dar los primeros pasos tras esa quimera, poniendo énfasis en el mejoramiento genuino de la educación pública ya que entendía que era el pilar de cambio y mejoramiento de la sociedad que él conocía. De eso ya han pasado la friolera de 80 años, o sea el equivalente aproximado a cuatro generaciones de chilenos y chilenas. Las últimas dos generaciones de connacionales han sido testigos del deterioro sistemático de la educación pública en particular y de la educación en general, producto de la subordinación de los temas educacionales y culturales a los paradigmas de la economía neoliberal, cuyo alfa y omega es el crecimiento económico a cualquier costo.

Así las cosas, durante la dictadura militar y los posteriores gobiernos civiles administradores del modelo económico impuesto a sangre y fuego hace más de cuarenta años, empezaron a gestarse una nueva camada de líderes y gobernantes, a nivel local y nacional, donde el lema central parecía ser “gobernar para crecer económicamente y que el chorreo beneficie al resto de los que no están en el poder”. De esta forma la educación fue quedando progresiva e irremediablemente sometida a los devenires del mercado económico. Y como el mercado no educa, las últimas dos generaciones de chilenos y chilenas, así como la próxima generación de habitantes que han poblado y poblarán esta angosta franja de tierra, nos hemos ido transformando mayoritariamente de ciudadanos con leves nociones de educación cívica y tenues capacidades para analizar nuestro entorno; a consumidores natos, deficitarios extremos de habilidades intelectuales que nos permitan cuestionar nuestras acciones y las causas que las producen. Nos hemos transformado en bípedos que respondemos a pulsiones básicas que subyacen a nuestros instintos de primates habilidosos y sociales, pero que paradójicamente estamos preocupados única y exclusivamente de nuestro bienestar individual. Como consumidores, reaccionamos a los productos que puedan ser convenientes para nuestro bienestar. El quehacer político es un “producto” que no despierta interés en el universo de consumidores y la pequeña fracción de estos que participa en procesos de elección popular, lo hacen respondiendo en gran medida a sus instintos básicos que pueden ser eventualmente resueltos por las promesas electorales del “candidato-consumidor” de turno.

Por esto, no nos debería sorprender tanto el nuevo tipo de líderes que se está haciendo con el poder tanto en la cuenca del Mapocho como allende Los Andes. Líderes como nuestro presidente actual, elegido por los consumidores locales, que ve con beneplácito el programa económico del candidato favorito de los consumidores brasileños, sin importarle gran cosa el sustento ético del titular de dicho programa. Quizás porque ambos entienden que el “crecimiento económico” y el “orden institucional” con la “ayuda de Dios”, forman pilares inherentes de cualquier nación respetable.

Como el acto de Gobernar hace mucho tiempo que dejó de ser un sinónimo quimérico del acto de Educar, muchos de los que lean estas palabras levantarán probablemente las cejas de manera incrédula, darán vuelta la página y verán con interés las nuevas ofertas que ofrece el Cyber Monday, donde con seguridad no encontrarán productos asociados a educación cívica, filosofía, educación ambiental, derechos humanos o ética profesional.

Atentamente,

Marcelo Saavedra Pérez

Biólogo

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