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Automarginación

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Por: Hugo Finola


Señor Director:

“Nos parece lógico que el estudiante que decida automarginarse sea el expulsado, y no que los otros estudiantes se vean obligados a dejar el liceo, que es quizás el liceo al que quisieron postular toda su vida“

Son algunas de las palabras con las que la ministra Cubillos intenta justificar el proyecto de ley de aula segura.
Debo expresar, en principio, mi convencimiento de que flaco favor le hacen a la defensa de la educación estatal y pública situaciones como patear a un carabinero en el suelo –y después viralizar el video-, mucho menos rociar con combustible a una funcionaria o destrozar lo mismo que se supone defender. Tampoco ha ayudado a la convivencia la violencia policial contra los estudiantes, entre otras violencias del Estado, ¿verdad?
Pero acusar de automarginado a un niño, niña o adolescente, ¿no será mucho?
En primer lugar, ¿de qué márgenes estamos hablando? O expresado de otro modo, ¿cuáles serán los márgenes que, según la ministra, contuvieron a esos y esas hasta ayer niños y niñas, durante su crecimiento, y que hoy rechazan, eligiendo vivir fuera de ellos? ¿Los de la igualdad de oportunidades? ¿Los de liceos que ofrecieron, junto a un razonable confort que les permitiera estudiar humanamente, una educación de calidad? ¿Los de una sociedad armónica en cuanto a sus vinculaciones emocionales y condiciones materiales de vida? ¿Los de un futuro que les permita una cierta esperanza de llegar a ser lo que desean poniendo de su parte un esfuerzo proporcional a sus posibilidades? Probablemente, muchos y muchas de quienes hoy ejercen acciones violentas son desencantados y desencantadas que también quisieron postular toda su vida a esos liceos.
¿No será que la violencia nace de una marginación previa, y no al revés?
Por otro lado, observo también con cuánta frecuencia los adultos y las adultas –directivos y directivas, profesoras y profesores, funcionarios y funcionarias- nos marginamos de la lucha de los y las estudiantes, en todos los niveles. Sí, los mismos que hoy clamamos por seguridad en las aulas (y los que no). No somos capaces de crear puentes, diálogos y convergencias. Nos quejamos de la situación por la que tiene que atravesar la educación pública, o la universidad estatal, pero luego nos sentamos a esperar que se levanten las tomas para seguir entregados y entregadas a la tarea cotidiana, dejando que niveles de gestión superior negocien y acuerden con el estudiantado. No somos capaces de imaginar y realizar acciones conjuntas. Y en general, en esta lucha, la peor parte la han llevado los y las estudiantes, verdadera carne de cañón de las movilizaciones y, ahora, de la legislación.
En última instancia, la frase de la ministra se encuadra en los márgenes de la lógica neoliberal y la subjetividad resultante. La lógica del “auto”. Eres el responsable de tu éxito, por lo tanto, eres el culpable de tu fracaso. O, en este caso, de tu marginación. La relectura contemporánea del antiguo pecado original del que hablaban –y todavía hablan, aunque más en soliloquio- las iglesias; un pecado del que no somos responsables pero sí culpables. Algo así como la culpa de haber nacido (“auto”-marginados). El problema es que hoy no tenemos bautismo que nos borre esa culpa y nos reintegre a la comunidad humana, solo dedos que nos señalan: no fuiste lo suficientemente emprendedor, no te supiste adaptar lo suficiente a los nuevos tiempos, te automarginaste de tu querido y contenedor liceo. Por eso, para reafirmar tu automarginación, como Yavé del Paraíso, yo te expulso…

Hugo Finola
Profesor de Filosofía
Magíster en Ciencias Sociales y Humanidades

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