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La otra filosofía

Por: Sebastián Fernández Barra


Señor Director:

La semana recién pasada nuestro país recibió la visita del filósofo argentino Darío Sztajnszrajber, quien se presentó en el Zócalo de la Municipalidad de Recoleta (6 Nov.) y en el Museo de Artes Visuales del Barrio Lastarria (7 Nov.).
Sztajnszrajber es reconocido por su trabajo acucioso en torno a la actividad del pensamiento y porque a diferencia de la tradición académica, ha sacado la filosofía de las aulas para llevarla a las instituciones, a internet y a las calles. Como era de esperarse, ambos eventos recibieron un número importante de personas interesadas en escuchar las ideas de este profesor trasandino.
Su visita no solo nos invita a reabrir el debate en torno a la pertinencia de la filosofía en nuestra educación escolar, sino también a indagar en la posibilidad de hacer filosofía transversalmente en nuestras vidas. Es que no se puede desconocer su rol preponderante en la construcción de la historia; entiéndase en la política, en el debate de las ideas y en la evolución de la sociedad como tal.
Si bien -como afirmaría el mismo Sztajnszrajber – “la filosofía es inútil”, debemos entender que en la sociedad de “lo útil”, no dar espacio al “pensar”, es limitar nuestra vida a los parámetros mandantes de lo que está establecido. Sin filosofía entonces que vengan mil años de ceguera para nuestra sociedad.
¿Es que acaso el fin de la historia de Fukuyama arrastra consigo las amarras propias de la productividad sin seres pensantes? Hacer filosofía significa justamente dar espacio al cuestionamiento, a la crítica, si queremos, al origen de lo que somos.
Sin ánimos de afirmar estos argumentos únicamente en la admiración de este reconocido pensador, hago referencia al trabajo de Carlos Peña en su reciente obra “Por qué importa la filosofía” (2018), quién sostiene que esta disciplina nos permite “abrir mundos”, tal como los hombres de la caverna (de Platón) que podrían ser liberados y salir a campo abierto para resignificar su propia realidad.
Entonces, la filosofía no solo debería estar presente en nuestras salas de clases, sino también en nuestras calles, en nuestros hogares, en nuestras instituciones y en nuestra vida. Como tal, tenemos la posibilidad de abrirle terreno a través de nuevas dimensiones y escenarios, con otras formas y -por supuesto- con otra filosofía.

Sebastián Fernández Barra.
Relacionador Público, Comunicador Social
Magíster en Comunicación Política

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