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Retribuciones de las Fuerzas Armadas Opinión

Retribuciones de las Fuerzas Armadas

Fernando Thauby
Por : Fernando Thauby Capitán de Navío en retiro
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Aprecio la ecuanimidad y pluralidad de El Mostrador y es por ello que me parece útil plantearles algunas consideraciones respecto al artículo “La cruda verdad que se apresta a revelar Hacienda: pensiones de las FF.AA. son, por lejos, el principal gasto público”, recientemente publicado.

Mi experiencia profesional ha sido en la Armada de Chile y a ella me referiré, ya que es lo que conozco bien. Para no alargarme, expondré mis razones en forma breve y sucinta:

La columna dice que “mientras un suboficial percibe en promedio sobre los $700.000 mensuales, el promedio de los jubilados lo hace solo con $259.000”. Esta comparación es entre un grupo de profesionales de primer nivel, que como mínimo tiene 20 y como máximo 35 años de carrera y civiles jubilados de muy diverso nivel y ocupación. Si se quiere buscar un equivalente profesional a un suboficial de la Armada en cuanto al medio, condiciones y nivel tecnológico en que trabajan, capacidad técnica, esfuerzo físico y riesgo, podría encontrarlo en Codelco u otra gran empresa del Estado.

Destaca también la magnitud de la cifras y su peso en el Presupuesto Nacional. No cabe duda que la no inclusión de las FF.AA. en el sistema de AFP fue decisión del Gobierno Militar –que no era neutral respecto a su propia gente–, pero no puede haber sido una decisión tan absurda, ya que ese sistema se ha mantenido hasta hoy, incluso bajo varios gobiernos de grupos políticos que no les profesan el mismo afecto.

Lo mismo vale para la Caja de Previsión de la Defensa Nacional (Capredena), repartición respecto de la cual yo también tengo reservas.

El artículo en comento destaca también que “El Mostrador Mercados tuvo acceso a la plataforma de datos del Presupuesto y revelará cómo la tajada más jugosa es la que se llevan las FF.AA.”.

En este aspecto, las Fuerzas Armadas son consultadas por las autoridades gubernamentales y políticas y, dentro de márgenes acotados, tratan de conseguir lo que les conviene. No parece un comportamiento inusual ni extraño.

Sin embargo, es preciso recordar que este sistema de retribuciones (sueldo, previsión, salud y bienestar) ha regido durante casi todo el siglo XX y el primer cuarto del siglo XXI, y que es parte de un conjunto que enlaza y compensa sueldos (muy bajos); previsión (prematura y decente); término de la carrera a discreción del empleador (sin expresión de causa); salud (cada vez más multitudinaria y deficiente); servicio y compromiso total –permanente y sin derecho a queja–, incluyendo a la familia. Como muestra, durante mis años de oficial subalterno estuve aproximadamente 120 días al año ausente de mi casa, incluyendo el nacimiento de dos de mis cuatro hijos.

No quiero extenderme más, solo recordar que entre 1975 y 1976, años de crisis con Perú, hasta 1977-1982, de crisis con Argentina, la dotación de las FF.AA. aumentó sustancialmente. Muchos de los reclutados en esas emergencias fueron separados del servicio en forma muy injusta y malagradecida, otros fueron retenidos por lapsos diferentes. Un número significativo de ellos son los pensionados que pesan en el Presupuesto y causan escándalo actualmente.

Termino señalándole que estoy seguro que el sistema de carrera y pensiones de las FF.AA. puede y debe ser mejorado sustancialmente para adecuarlo a las características económicas, sociales y tecnológicas del siglo XXI. No es justo que este tema sea planteado como otro caso de abuso y privilegio de las Fuerzas Armadas. Es el resultado de un sistema cuya vigencia se ha prolongado en exceso, responsabilidad que cae sobre muchos gobiernos –presidentes y ministros de Defensa–, técnicamente mal preparados e incompetentes y muchos de ellos más preocupados de sus carreras políticas que del manejo eficiente de su sector, que hacen poco o nada mientras se quejan de las limitaciones de su escaso poder, aun teniendo amplias atribuciones legales y administrativas para ello.

Me parece que, más que denuncias, las FF.AA. de Chile requieren atención, compromiso, exigencia, liderazgos efectivos, responsabilidad y valoración de los gobiernos.

Para tener un buen vasallo, se requiere un buen señor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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