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Innovación universitaria: una oportunidad para Chile

Varinka Farren
Por : Varinka Farren Directora ejecutiva APTA - Hub de Transferencia Tecnológica
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El desafío es relevante porque hay cifras que revertir: Chile cayó del lugar 47 al 51 en la última versión del Global Innovation Index y ocupamos el último lugar entre los países de la OCDE con una inversión en I+D de un 0,37%. Estas cifras dan cuenta de un aspecto crítico para crecer a las tasas que desearíamos.


Uno de los grandes desafíos para impulsar el desarrollo de Chile es convertir la investigación académica en innovaciones valoradas por el mercado. Necesitamos instalar una “cultura de colaboración”, que potencie y amplifique el trabajo de las universidades y su impacto en la industria. 

El desafío es relevante porque hay cifras que revertir: Chile cayó del lugar 47 al 51 en la última versión del Global Innovation Index y ocupamos el último lugar entre los países de la OCDE con una inversión en I+D de un 0,37%. Estas cifras dan cuenta de un aspecto crítico para crecer a las tasas que desearíamos. No obstante, la academia aparece como una oportunidad. De acuerdo con las cifras de la última encuesta sobre gasto y personal en I+D, publicadas por la División de Innovación del Ministerio de Economía, Fomento y Turismo (2017), en Chile la ejecución del gasto en I+D se concentra en la educación superior, con 45,8% del gasto, muy por encima del promedio OCDE con 17,5%. Esta cifra muestra una oportunidad que debemos aprovechar para incrementar la competitividad del país. 

Recientemente, desde APTA -asociación apoyada por Corfo que busca posicionar innovaciones tecnológicas chilenas en el mundo- logramos licenciar una malla de fotoselectividad que se instala sobre los campos de árboles frutales para evitar el daño producido por la radiación solar a una importante empresa mexicana. Esta tecnología fue desarrollada por la Universidad de Concepción y licenciada en Chile por una empresa nacional. Gracias al trabajo colaborativo entre APTA, la Universidad y la empresa, logramos levantar el interés internacional e introducirla en el mercado mexicano. Este desarrollo, que actualmente se aplica en cultivos de manzanas, será implementado en campos de berries. Se proyectan ventas mínimas de esta tecnología por más de US$ 5 millones en 3 años.

Para que este caso no se transforme en un “cometa Halley”, nos debemos comprometer a impulsar la asociatividad como motor de nuestro trabajo. Estamos convencidos que el trabajo colaborativo sumado a la calidad de ciencia que se desarrolla en nuestro país podrá conectarnos con los mercados internacionales. 

Debemos seguir avanzando para vincular de mejor manera la oferta tecnológica universitaria con la demanda empresarial. Existen importantes resultados de I+D emanados desde nuestras casas de estudios que cuentan con la potencialidad de resolver grandes desafíos a nivel global.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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