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¿A qué estamos dispuestos con la conmemoración de los 500 años de la aparición del estrecho de Magallanes? Opinión Crédito: Agencia Uno

¿A qué estamos dispuestos con la conmemoración de los 500 años de la aparición del estrecho de Magallanes?

Mauricio Onetto
Por : Mauricio Onetto Investigador IdeSH, Universidad Autónoma de Chile
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Octubre de 1520. Después de un año de navegación, e instalados en el extremo sur de América, el capitán Fernando de Magallanes y su tripulación hallaron el estrecho que durante meses persiguieron, tras zarpar desde España en septiembre de 1519.

El “descubrimiento” del estrecho de Magallanes permitió que las rutas marítimas se conectaran en totalidad y dio paso a que se completara la primera circunnavegación al globo. Con el hallazgo de este pasaje se abrió un nuevo episodio en la historia de la humanidad: la de un mundo finito, medible en todas sus latitudes y longitudes, tal como lo conocemos en el presente.

En este contexto, cabe plantearse una serie de interrogantes relacionadas a cómo Chile se posicionará ante los argumentos y definiciones que se abordarán en las conmemoraciones que comienzan en torno a los 500 años de este descubrimiento.
¿Qué es lo que conmemoraremos desde Chile?, ¿los 500 años del descubrimiento del estrecho de Magallanes o de la primera circunnavegación al planeta? O: ¿en base a qué evidencia histórica se construirán los discursos que guiarán las celebraciones?

Esto, si se sabe que las investigaciones históricas sobre el tema, al menos las que vinculan a Chile dentro del proceso global, son pocas en proporción a la importancia descrita y han sido hechas casi todas por el historiador Mateo Martinic. También: ¿qué razones han movilizado al Ejecutivo a conformar una comisión oficial e invertir tanto dinero en proyectos de diferentes áreas, tanto del conocimiento como artísticas? ¿Qué tópico han encontrado las autoridades, científicos y artistas en este doble hito que los ha movilizado activamente a querer ser protagonistas?

Las respuestas han llegado en los últimos meses, directa e indirectamente, por quienes se involucran desde los distintos planos de acción. Vemos algunas entremezcladas a discursos políticos de “corte global” en boga en la actualidad, próximos a los desafíos ambientales y de “sustentabilidad” propuestos por grandes organizaciones para el planeta; también se observan discursos más “científicos” relacionados con los límites del Universo y la oportunidad de reflexionar desde este hito sobre ello. Otra parte se apoya en algunas ideas más presuntuosas que exponen que gracias al hito las miradas del mundo estarán en Chile. También existen visiones que han buscado cuestionar la “celebración” por medio de una reivindicación sobre quiénes deberían ser los verdaderos protagonistas de esta vorágine conmemorativa. Para estos casos se impone una mirada identitaria y localista que busca superponer a la gesta de Magallanes y Elcano problemáticas históricas no resueltas, como el sufrimiento de los pueblos originarios, o ideas más esencialistas como la construcción de un carácter particular de los habitantes de la zona gracias a la excepcionalidad geográfica que tendría la región. No deja de llamar la atención que en todas estas respuestas vemos una trasposición de tiempos, hechos, actores y espacios que generan confusión y que diluyen el sentido final de lo conmemorado.

Para avanzar y entender las inquietudes desde un punto de vista histórico, lo primero que cabe preguntarse es: ¿qué haremos con el Estrecho una vez que concluya la seguidilla de conmemoraciones? ¿Qué rol, en adelante, le daremos al estrecho de Magallanes en nuestra historia? Refiriéndonos a cosas concretas, como al aprendizaje histórico sobre el Estrecho en los colegios de todo el país. Nuestros niños terminan sus estudios con más datos sobre la historia de Roma y Grecia que sobre este lugar. En efecto, ¿saben dónde se ubica el estrecho de Magallanes?

También vale preguntarse: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar con las reflexiones y conexiones que buscamos hacer entre el estrecho de Magallanes, la circunnavegación y las temporalidades en juego? ¿Estamos dispuestos a aceptar que el Estrecho era el principal botín que querían los conquistadores y que el territorio conocido como Chile no era más que un “primer eslabón” para llegar a él? ¿Estamos dispuestos a replantear los orígenes de nuestra historia que nos traspasaron los historiadores del siglo XIX y aceptar que, probablemente, haya que volcar la mirada en dirección a Asia o hacia el norte de América para entender mejor la configuración político-territorial de Chile en el siglo XVI?

Falta poco para que empiecen las ceremonias en Chile sobre este tema y todo indica que las cosas seguirán igual: el hito pasará a ser otro corte de cinta más en el que cada sector sacará el provecho correspondiente a su interés. No obstante, aún estamos a tiempo de dar un “golpe de timón”, aún tenemos la oportunidad de tomar el riesgo de aceptar que, probablemente, nuestro origen es más extremo de lo que pensamos y está conectado con historicidades de otras latitudes. Replanteemos nuestro origen, transformémoslo en múltiple, diverso, en global. Evitemos que el fascismo histórico impuesto por los “impostores del secreto” y del “Frías Valenzuela” sigan diseñando como un producto caducado nuestra historia, sobre todo si hay en el país suficientes historiadoras e historiadores bien formados que hacen historia de manera muy seria. Aprovechemos las ricas fuentes que existen sobre el tema del “descubrimiento” y que son de acceso público en los diversos catálogos online en el mundo. Encontremos una ruta para mantener la ilusión que provoca el tema que nos da pistas de cómo se construyó el mundo moderno.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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