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El Metro y los economistas evasores Opinión

El Metro y los economistas evasores

Rodrigo Castillo Cortez
Por : Rodrigo Castillo Cortez Periodista especializado en movilidad y motorsport
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Es conocido en economía, como pocas cosas de ella, las famosas curvas de oferta y demanda. Es simple, el valor del oferente en algún momento se vuelve atractivo o no, en función del servicio o producto que se ofrece.
El movimiento de evasores del Metro de Santiago es condenado, cuando -bajo la misma lógica- los verdaderos evasores parecen ser los economistas de metro, que erraron enormemente sus proyecciones de en qué momento este cruce de curvas se revierte, provocando no solo una baja inédita en los viajes del metro, sino también generando un problema social que amenaza largamente con crecer. Algunos dirán, es una demanda inelástica (poco sensible ante el precio), pero los miles de usuarios saltando los torniquetes demostraron lo poco aplicable que es la teoría frente a esta alza de precios en particular.
¿En qué momento el pasaje del metro comienza a ser un problema, retrayendo la demanda y generando caos social y vial? en el momento en que la seguridad ciega, absurda y prepotente, transgrede los mismo límites de la religión economiscista. Hoy el metro no vale lo que cobran por él. Las consecuencias serán nefastas y, eventualmente enormes, no solo en el ámbito de la movilidad, sino trascendiendo en una escalada veloz hacia lo social y el enojo de una sociedad acosada hasta el cansancio por el cobro indebido, el abusivo y el poco aporte de valor. Cautivos del neoliberalismo provadamente fallido en otras regiones del mundo.
La pregunta es sencilla. ¿Cómo una empresa como Metro, con reputados profesionales, con un enfoque social es capaz de generar una crisis social por una alza de sus tarifas? Ni idea, pero la conclusión fácil, sobre todo a la luz de la frustrración que genera un pasaje impagable para el 60% de la problación que utiliza metro es la simple, pura y desmedida avaricia.
Las fábulas lo cuentan, los gráficos lo analizan. Cuando la ambición de marginar más, sobre todo a un público cautivo como el que ocupa el transporte público, una población (o mejor dicho un mercado) inmensa, cautiva, atrapada, que todos los días viajas en condiciones de maltrato se ve exigida hasta el final, no queda otra cosa que la rebelión.
Olvidar de manera flagrante la historia, olvidar que las revoluciones en su mayoría se iniciaron por desigualdades e impuestos excesivos, que la gente por más pobre cuenta con una dignidad inalienable parece ser -fuera de todo ejercicio economicista- el principal error de cálculo. ¿Del Gobierno, de una empresa como Metro? No importa, el efecto, como siempre es una explosión en la cara, para millones de santiaguinos que ven afectadas sus vidas por un alza de precio, que en alguna reunión de un torpe directorio fue aprobada como un punto más de la agenda. Los verdaderos evasores son aquellos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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