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¿Normalidad o anestesia? Opinión

¿Normalidad o anestesia?

En esta situación, las invitaciones a la normalidad que escuchamos en estos días no se hacen cargo del cambio perceptivo, reflexivo y práctico que ha implicado la movilización ciudadana, puesto que no consideran que retrotraer las cosas al estado en que se encontraban semanas atrás implicaría una suerte de ceguera voluntaria, ya que volver a la normalidad, sin efectuar los cambios sustantivos que la ciudadanía ha pedido con elocuencia, no es otra cosa que una invitación a volver a la anestesia.


En un hermoso texto incluido en su libro “Especies de espacios”, George Perec, el escritor francés cuya biografía quedó marcada por la pérdida de sus padres en la Segunda Guerra Mundial, nos decía que “aquello que llamamos cotidianeidad no es evidencia, sino opacidad: una forma de ceguera, un tipo de anestesia”.

Gran parte de su obra, Perec la construyó contra esa opacidad, intentando romper con la anestesia y buscando dar con aquello que “pasa cuando no pasa nada”. De hecho, en otro de sus libros, “Lo Infraordinario”, Perec se rebela contra el régimen de visibilidad que nos impone esta época y de acuerdo al cual “la vida no debiera revelarse nada más que a través de lo espectacular”. Líneas después nos dice “La “desigualdad social” no es “preocupante” en época de huelga: es intolerable las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año”. Hay, en esta última frase, una pista interesante de seguir para entender la movilización social de este agitado mes de octubre.

En efecto, es como si el pueblo chileno hubiera leído a coro la frase de Perec, dándose cuenta de que la desigualdad que cruza nuestra sociedad es intolerable y, sin quedarse en el diagnóstico, hubiera decidido actuar, llevar a la práctica esa insoportabilidad, exigiendo transformarla.

Dicho de otra forma, es como si el pueblo chileno se hubiera dado cuenta que esa cotidianeidad, articulada en torno a la inequidad y la asimetría, no tiene nada de evidente, no es un dato de la causa, ni tampoco es -con esa voz que tenemos tan naturalizada-, “lo que hay”… Al contrario, se percataron -¿nos percatamos?- de que, tras cada una de esas pequeñas transacciones de mercado que inundan los espacios de vida de chilenas y chilenos, se esconde una lógica de reparto que genera desigualdad y que ha ido amplificando las distancias sociales.

Junto con ello, se percataron -¿nos percatamos?- de que esa lógica de reparto es tan abusiva que requiere de nuestra complicidad para seguir operando. Nuestra complicidad anestesiada. Una complicidad que necesita de un letargo en nuestros sentidos y en nuestra inteligencia, de tal forma que no podamos idear otros modos de vincularnos, otras maneras de distribuirnos, otras formas de encontrarnos.

En esta situación, las invitaciones a la normalidad que escuchamos en estos días no se hacen cargo del cambio perceptivo, reflexivo y práctico que ha implicado la movilización ciudadana, puesto que no consideran que retrotraer las cosas al estado en que se encontraban semanas atrás implicaría una suerte de ceguera voluntaria, ya que volver a la normalidad, sin efectuar los cambios sustantivos que la ciudadanía ha pedido con elocuencia, no es otra cosa que una invitación a volver a la anestesia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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