Señor Director:
Con estupor cada vez mayor, la ciudadanía observa cómo el parlamento sigue adelante con “su” agenda, como si gozase de una alta aprobación popular. Así, sin el menor atisbo de sentido común ni juicio de realidad, el Congreso continúa fijando las reglas para el camino constituyente, asegurándose cupos altísimos de intervención en la convención a elegir, coartando la participación de independientes y estableciendo los mismos mecanismos que se utilizan en las elecciones parlamentarias.
Al respecto, según la última encuesta CEP, la confianza en el Congreso es de un 3% y la de los políticos alcanza apenas a un 2%. Es más, un 72% de los encuestados señala que no se identifica con ningún partido ni tendencia política.
La masividad de las manifestaciones pacíficas, la ausencia de banderías políticas y los resultados macizos de todas las últimas encuestas, dan clara cuenta de la disociación absoluta del sistema político con la ciudadanía. A pesar de ello, cuando el 15 de Noviembre se firma el llamado “Acuerdo por la paz y una nueva Constitución”, pareció que por fin la casta política había sintonizado con la gente y su clamor.
No obstante, a muy poco andar comenzaron a aparecer las dudas: ¿Por qué un plebiscito voluntario de entrada y uno obligatorio de salida? ¿Para qué un quórum altísimo de 2/3? ¿Por qué no se incluyeron desde el comienzo los pueblos originarios, los independientes y la paridad de género? ¿Por qué se estableció en apenas un año la desvinculación de los constituyentes respecto de la actividad política? Pero sobre todo, ¿por qué homologar una elección de esta naturaleza, a la elección parlamentaria de diputados, sabiendo que eso favorece solamente a los partidos políticos formalmente establecidos y sus espurias alianzas?
Escribir una nueva Constitución Política desde cero, como nunca antes en la historia de nuestro país es, sin duda, un magnífico reto y una mejor noticia. Pero no lo es, si contiene trampas que no hacen sino diluir una supuesta buena intención inicial, llevando al terreno político (y con sus reglas una vez más) algo que debería ser patrimonio de todos los chilenos en el plano decisional.
Considerando lo anterior, estimamos que una mejor forma de asegurar la independencia, el pluralismo y el carácter genuinamente ciudadano de este acto fundacional, sería integrar o elegir la Convención
Constituyente de la siguiente forma:
– Elección directa y paritaria, sin listas; en estricto rigor, no se necesitan. Simplemente, se elige una primera mayoría, luego la segunda de sexo opuesto, y así sucesivamente, hasta cubrir el cupo asignado por región o distrito.
– Duplicar el número de constituyentes elegidos (mínimo 308), para otorgar mayor pluralismo a la convención y mejor oportunidad de representación a los cuerpos intermedios.
– Utilizar el mismo sistema de elección para nuestros pueblos originarios, eligiéndolos en voto separado: Sumando 16 cupos para el pueblo mapuche (uno por cada región del país), más uno por cada una de las otras etnias o pueblos reconocidos.
– Permitir que los partidos políticos legalmente constituidos designen un constituyente que los represente, a fin de aumentar la pluralidad de la convención.
– Ningún ciudadano inscrito en un partido político, al 30 de diciembre de2019, podrá postular.
– Por último, dejar claramente estipulado que ningún constituyente podrá optar a cargos de elección popular por un período mínimo de 5 años, a fin de evitar los conflictos de interés que de seguro surgirán, al calor de la contienda política que se avecina.
Sergio Ismael Terán Cortez
Director Preuniversitario Magallanes
Salomón Rodrigo Cumsille Labbe
Abogado. Antropólogo