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Izkia o la necesidad de nuevos liderazgos en el Chile pandémico Opinión

Izkia o la necesidad de nuevos liderazgos en el Chile pandémico

Rolando Garrido Quiroz
Por : Rolando Garrido Quiroz Presidente Ejecutivo de Instituto Incides. Innovación Colaborativa & Diálogo Estratégico
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Estudió en un colegio sin linaje e ingresó a medicina para titularse de médica cirujana y postgraduarse en Salud Pública en la Universidad de Chile. Pasó por ‘La Jota’, una escuela de liderazgo temprano gratuita del país. Allí experimentó aprendizajes situados y significativos en resolución de conflictos, gestión de crisis, trabajo en equipos, liderazgo situacional y estratégico.

Tiene calle, barrio y se ha curtido en la primera línea de la atención primaria de la salud pública. Lideró, primero, el Colegio Médico Metropolitano y actualmente el Nacional, siendo la primera mujer en ejercer ambas presidencias en la historia de Chile. Está donde las papas queman y no le saca el potito a la jeringa. Sabe de infectología y de políticas públicas en beneficio de la población.

El lunes 16 de marzo entró a La Moneda a ordenar la casa frente a la crisis sanitaria global que afecta a Chile, poniéndoles los puntos sobre las íes al Presidente y al ministro de Salud sobre la necesidad crucial de abrir la cancha del comité de expertos a la comunidad científica que lleva décadas trabajando en epidemiología, siendo ella misma una de las voces autorizadas en estas materias y, por la tarde del mismo día, sentó a los dirigentes de los partidos políticos de oposición y Gobierno para aunar criterios bajo el propósito de enfrentar esta crisis con unidad nacional real.

Liderazgo situacional y estratégico frente a una crisis global con tratamiento local. Izkia sabe y comprende que no es el minuto de sacar dividendos políticos, ni de golpear en el suelo al Gobierno de turno. Entiende que hay que apañar y avanzar conjuntamente en la búsqueda de soluciones preventivas en medio de la fase 4 del coronavirus, así como estrategias de intervención eficientes a nivel barrial, comunal, regional y nacional. Izkia tiene cultura de diálogo y sabe de negociaciones procedimentales y sustantivas para avanzar en acuerdos parciales y estratégicos en la dinámica y complejidad de la crisis.

Lo que necesitamos en Chile son liderazgos tipo Izkia que apunten al bien común con sapiencia en cada una de las áreas críticas que son parte de esta pandemia global. En materia de transporte es indispensable un mayor despliegue de liderazgo de la ministra Hutt o de la ministra Zaldívar, ya que una cosa es el plan de contingencia anunciado por el Gobierno y otra es la implementación adaptativa en materia de teletrabajo, seguro de cesantía o negociar con las dirigencias empresariales y sindicales estrategias de turnos laborales que favorezcan los periodos de cuarentena laboral. Lo propio en asuntos urbanos, de movilidad humana y la diversidad de materias que tienen que agenciarse desde los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

Chile requiere de liderazgos compartidos con alto nivel de experticia, experiencia y cercanía con la ciudadanía para atender los niveles en los cuales opera la expansión de la pandemia. Necesitamos de ORA u organizaciones de rápido aprendizaje, dada la urgencia que enfrentamos. No basta con que las universidades suspendan las clases y acentúen el teletrabajo entre sus funcionarios, sino que más bien es exigible, a las universidades y centros de investigación científica, que se pongan en modo ‘innovación colaborativa’ para cubrir los diversos frentes en el campo de la investigación aplicada y alinear a sus científicos sobre metas comunes inteligentes o SMART (específicas, medibles, alcanzables, realistas y en tiempo justo) para abordar las dimensiones de esta crisis glocal.

Necesitamos que las empresas y sus trabajadores acentúen su responsabilidad social empresarial, vinculándose con la comunidad y sus necesidades en los entornos territoriales en que están insertas, asumiendo su responsabilidad por rubro o misión con expresión territorial efectiva, por ejemplo, sobre las necesidades de alimentación, insumos de higiene, servicios o productos de entretención, cultura, transporte u otros rubros que aparentemente no se relacionen directamente con la pandemia, pero sí con algunas de las necesidades de la población en medio de la crisis y los episodios de cuarentena por venir.

La participación de las Fuerzas Armadas requiere un máximo nivel de concentración en aquellas tareas profesionales, técnicas y científicas que disponga de la experticia de cada rama, vinculada a ciencias y tecnologías aplicadas a la territorialidad, logística y abastecimiento, puentes aéreos, y la búsqueda de cooperación en tecnologías satelitales, así como las inteligencias policiales desplegando estrategias y prácticas de innovación colaborativa al servicio de las necesidades de las cuarentenas y del bien público, mapeando la movilidad humana y la seguridad ciudadana, sobre todo con alto nivel de alertas en procesar aprendizajes para nuevos eventos pandémicos.

Necesitamos de ciudades inteligentes y de ciudadanía inteligente, poniendo en práctica desde las villas, condominios, barrios y entornos comunales, estrategias solidarias donde cada casa o edificio se convierta en un sistema neuronal que active la inteligencia conversacional en cada habitante, atendiendo necesidades especiales de vecinos más vulnerables, incluyendo turnos laborales adecuados para los prestadores de servicios domésticos y barriales, guardias, conserjes u otras personas expuestas a posibilidades de contagio por sus traslados en la ciudad.

Una ciudadanía inteligente sabrá transformar las cuarentenas en espacios y tiempos para reencuentros, conocimientos y reconocimientos entre familias que se vuelven a mirar, escuchar y sentir recíprocamente desde el bien común. Una ciudad inteligente sabrá cómo incorporar en tiempos de poscrisis, aprendizajes de coexistencia y coconstrucción para el ejercicio de nueva ciudadanía, coautora de políticas innovadoras, economías circulares, creativas y otros ecosistemas de convivencia social y cultural para equiparnos ante nuevos episodios pandémicos en contextos de crisis climáticas, tecnológicas y migratorias por venir. Está de más decir que no va a ser ni la primera ni la última pandemia del siglo XXI.

Vamos a tener que convivir con dolores y espacios de esperanza. También surgirá el aprendizaje personal, comunitario, organizacional, urbano, nacional e internacional. Seremos testigos y responsables por efecto de las cuarentenas de la recuperación parcial y temporal de los suelos, las aguas, la atmósfera, la flora y la fauna. La agroecología, los huertos familiares y comunitarios, el saber y reconocer la procedencia de los alimentos vegetales y animales que llegan a nuestras mesas serán parte de nuestros aprendizajes frente a este tipo de pandemias.

Una vez que salgamos de la fase aguda de esta crisis, vendrá la fase crónica, y luego, la recuperación temporal y con ello un trabajo de restauración del equilibro, ya que la recuperación implica también hacerse cargo de la gestión de la energía de las personas, debido a las cargas de tensión experimentadas durante las cuarentenas. De nuestros aprendizajes poscrisis surgirán poderosas inteligencias colaborativas y comunidades de aprendizaje para procesar esta experiencia familiar, barrial, comunal, regional y país.

Izkia, representa un liderazgo dialógico que irradia una energía lumínica sin enceguecer a nadie. No es tiempo de expertos en cuñas mediáticas, ni de autoridades carentes de flexibilidad y empatía, tampoco de personajes en campañas eternas a favor de sus egos. Asimismo, todas y todos estamos llamados a ser autorresponsables en nuestros metros cuadrados en cuarentena.

Izkia, la que sabe, sabe. ¡A ver! ¿Quién es la doctora? Tú la llevas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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