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Clases de Ética y delitos de corrupción. El caso de Corea del Sur

Por: Álvaro Muñoz Ferrer


Señor director:

La reciente sentencia de Lee Jae Yong, heredero y vicepresidente de la compañía surcoreana Samsung, a dos años y seis meses de cárcel por soborno y malversación ha motivado una serie de comparaciones con las resoluciones judiciales de nuestro país ante delitos de índole similar. La reacción más habitual puede sintetizarse con la siguiente expresión: “En Corea del Sur, a diferencia de Chile, para la corrupción no hay clases de Ética. Hay cárcel”. El objetivo de esta breve carta es mostrar que esta afirmación no es del todo correcta.

Como es sabido, el modelo educativo surcoreano integra en su currículo los principios básicos de la filosofía de Confucio. Más aún, los programas contemplan cursos de Ética desde la etapa escolar primaria hasta la universitaria (Levent & Pehlivan, 2017). El objetivo de este enfoque pedagógico es modelar ciudadanos/as que ejerciten las virtudes clásicas del pensamiento confucianista – amabilidad, obediencia, justicia, lealtad, humanidad, entre otras – en sus vidas cotidianas. Uno de los resultados de la integración de la Ética en el proceso formativo y educativo es el hecho de que empresarios multimillonarios pagan por sus delitos con pena de cárcel independientemente de sus redes de influencia o su poder adquisitivo. Lo mismo ocurre con el fuerte rechazo de la comunidad a los casos de corrupción de los distintos gobiernos del país.

Por lo tanto, en Corea del Sur sí hay clases de Ética. La diferencia – y la lección para nuestro país – es que la filosofía moral se enseña de modo formativo y no correctivo, es decir, la ética se emplea para hacer de la corrupción algo socialmente inaceptable y no como un método de castigo. De la misma forma en la que un tutor es útil para el recto crecimiento de un árbol en la medida en que sea empleado a temprana edad, un curso de ética sólo tendrá efecto en etapas formativas y no sobre troncos maduros e inevitablemente torcidos.

 

Álvaro Muñoz Ferrer

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