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Huelga general feminista Opinión

Huelga general feminista

Claudia Hasbún
Por : Claudia Hasbún CORE RM, Convergencia social
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La llegada del coronavirus a Chile ha dejado mucho más que una crisis sanitaria y económica, que evidenció una vez más la precariedad del sistema neoliberal. También reafirmó aún más la fragilidad y desigualdad que vivimos día a día las mujeres.

En materia laboral, el desempleo se sintió, principalmente, entre nosotras. No sólo porque las restricciones de movilidad generaron mayor cesantía en áreas que tradicionalmente emplean al género femenino, como comercio, alimentación y turismo, sino que, en muchos casos, la suspensión de actividades presenciales en materia educativa y de cuidado impactó negativamente en la participación de este segmento en el mercado laboral.

Es que, habitualmente, sin redes externas de apoyo, es la mujer quien asume las funciones del hogar. Si a eso se suma la ya conocida brecha salarial, no resulta extraño que un sector no menor de mujeres renunciara a su trabajo para cuidar de los menores y los mayores.

Y quienes permanecieron en el mundo laboral sumaron a estas funciones, el cuidado de los niños −incluyendo apoyo educativo− y el trabajo doméstico, produciéndose una sobrecarga evidente que afecta la posibilidad de progresar en la vida profesional.

Como si no fuera suficiente, las medidas de confinamiento dieron el marco perfecto para el aumento de la violencia de género. Al 29 de diciembre del 2020, según cifras del MinMujer y EG, hubo 42 femicidios consumados y 149 frustrados, mientras la Red Chilena y Miles Chile contabilizaron 57.

A ello se suman las miles de mujeres que debieron, por las medidas de confinamiento, soportar la agresión constante de su victimario, sin redes reales de apoyo y rescate, lo que tendrá consecuencias en la salud mental aún no dimensionadas.

En este adverso escenario, también hay otros hechos que nos violentan, como el error en la fórmula de anticonceptivos que afectó a decenas de mujeres que vieron cómo su libertad sexual fue violentada. Ellas, que habían decidido no tener hijos, hoy −debido a la ausencia de una ley que permita el aborto universal, libre y seguro− viven embarazos no deseados.

De ahí que nuevamente debamos alzarnos unidas y con fuerza para hacer valer nuestros derechos. Tal como hicimos el 18-O, lo que derivó en la posibilidad de crear una nueva Constitución con reales oportunidades para todos, hoy debemos hacerlo por nosotras: las que ya no están, las que estamos y las que vendrán.

Para que seamos dueñas de decidir en libertad e igualdad la vida que queremos vivir. Para que seamos creadoras de nuestro futuro; para que nunca más sintamos que estamos en la parte débil del hilo, aquélla que siempre se corta.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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