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Ferias libres y delivery: ¿una combinación realista? Opinión

Ferias libres y delivery: ¿una combinación realista?

Sofía Boza y Rebecca Kanter
Por : Sofía Boza y Rebecca Kanter Académica de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, y académica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, respectivamente.
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Restringir durante los fines de semana el acceso a las ferias libres tendría consecuencias serias para la salud alimentaria y la economía local. Por un lado, se reduciría el acceso físico y económico a frutas y verduras; por otro, se disminuiría el principal canal de la ya vulnerable pequeña agricultura y, por último, se mermaría el ingreso de los comerciantes y trabajadores asociados a las ferias libres, lo cual afectaría a su vez la capacidad que éstos tienen para adquirir alimentos para sus hogares.


A la vista del repunte de las cifras de contagios por Covid-19, el Gobierno de Chile anunció modificaciones al Plan Paso a Paso, incluyendo la suspensión del permiso de desplazamiento personal durante los fines de semana y festivos. En este contexto, el ministro Enrique Paris señaló que tanto los supermercados como las ferias libres deberán funcionar durante los fines de semana mediante delivery. Aunque en una reunión posterior con representantes de las ferias libres se circunscribió por el momento lo señalado solamente al fin de semana del 27 y 28 de marzo, las declaraciones del ministro Paris han generado una gran polémica, siendo tachadas como alejadas de la realidad.

Para poder entender las implicancias de una medida como la anunciada, hay que considerar algunas preguntas clave: ¿cuál es la situación general de las ferias libres en Chile?, ¿cómo contribuyen a la alimentación en las ciudades?, ¿cómo han evolucionado en su funcionamiento desde el inicio de la pandemia hasta la fecha?, y ¿están formalmente capacitadas hoy en día para operar de manera remota?

Según cifras del Ministerio de Agricultura en todo Chile existen aproximadamente 1.150 ferias libres, las cuales son manejadas por más de 110 mil locatarios, generando en total unos 350 mil empleos directos. Entre los feriantes, la presencia de ambos géneros es bastante equitativa; el rango de edad mayoritario es entre los 45 y 60 años; y gran parte de los feriantes ha completado solamente estudios básicos. Los productos que más se comercializan son frutas y verduras, en muchos casos provenientes de zonas relativamente cercanas a la propia feria, lo que incentiva el consumo local y las dietas tradicionales. Se estima que un 70 % de la población del país se abastece de frutas y verduras a través de las ferias libres.

Así, las ferias libres son un canal clave para acercar la producción de la pequeña agricultura nacional a los consumidores. De hecho, a los agricultores pequeños –segmento mayoritario en nuestro país y especialmente vulnerable– les resulta muy complejo vender en otros canales comerciales como los supermercados y mucho menos la exportación.

Al respecto, una investigación publicada en el 2019 demostró que los supermercados en Chile ofrecen productos frescos, y en concreto frutas y verduras, a un precio superior a las ferias libres; situación respecto de la cual existen indicios que muestran que la pandemia incluso podría haberla acrecentado. Por otra parte, los supermercados tienen una tendencia a ofrecer precios más bajos en los productos ultraprocesados (o productos con sellos “ALTO EN”) como consecuencia de comprarlos en grandes volúmenes y de generar con ello economías de escala. Estas diferencias de precios entre alimentos sin y con sellos se acentúan especialmente en sectores de menores ingresos. En dichos sectores, la prevalencia tanto del sobrepeso como de la obesidad es más alta. Dado que los productos procesados de los supermercados resultan más baratos, muchas familias cambian las ferias libres por los supermercados, y tienden en consecuencia a incorporar alimentos poco nutritivos en sus compras. Todo ello contribuye a que Chile sea uno de los países de América Latina con mayor penetración de los supermercados en la venta de alimentos y con más altos niveles de consumo de alimentos y bebidas ultraprocesados.

¿Cómo contribuyen entonces las ferias libres a la alimentación en las ciudades? Según un estudio realizado en el 2016, el 59 % de los hogares de la Región Metropolitana cuenta con una feria libre a una distancia igual o inferior a los 600 metros. Sin embargo, en las comunas de más bajos ingresos estas distancias son menores que en las de ingresos altos. Esto demuestra que las ferias libres son proveedoras de alimentos frescos, en especial en aquellas comunas donde la población tiene una prevalencia más alta de malnutrición en todas sus formas y por tanto podría beneficiarse más aún del consumo de frutas y verduras frescas. Sobre todo si se considera que la obesidad y/o enfermedades crónicas relacionadas con la nutrición como hipertensión y diabetes tipo 2 conllevan un mayor riesgo de morbidad y mortalidad por Covid-19.

Asimismo, las ferias libres representan un lugar cultural de encuentro entre vecinos y feriantes. Nuestros estudios demuestran que las motivaciones que llevan a los consumidores a comprar en las ferias libres se relacionan tanto con el mantenimiento de dietas sostenibles (es decir, precios bajos, diversidad de la oferta, productos frescos y de alta calidad nutricional) como de tipo hedónico, es decir, vinculadas con la experiencia de la compra en sí. En efecto, un estudio realizado en ferias de la Región Metropolitana demostró que la confiabilidad y amabilidad de los feriantes eran particularmente valoradas por los compradores.

Durante las primeras cuarentenas, las ferias libres de varias comunas de la Región Metropolitana suspendieron su funcionamiento. Por su parte, el mercado mayorista de Lo Valledor y La Vega Central –puntos clave en la transacción de frutas y verduras frescas a nivel nacional– durante varios meses atendieron solamente a comerciantes y a particulares que compraban para varias familias. Una vez que las medidas de restricción a la movilidad se suavizaron a finales de agosto del 2020, las ferias libres retomaron y recuperaron un funcionamiento más cercano a lo normal. Desde entonces, se realizaron esfuerzos por capacitar a los feriantes para entender la necesidad de implementar mayores estándares de protección sanitaria y estar preparados para hacerlo. Sin embargo, estas capacitaciones no han sido realizadas de una manera estandarizada o consistente.

Con las ferias libres suspendidas o con acceso restringido, es muy probable que muchos compradores busquen otros proveedores para adquirir sus alimentos, como los supermercados. Así, desde el inicio de la pandemia, uno de los cambios más relevantes en el modelo de negocio ha sido aumentar el servicio de delivery, tanto independiente como a través de aplicaciones, incrementando con ello el “ambiente alimentario digital”. Como la mayoría de las cadenas de supermercados ya contaba con experiencia en esta materia, se pudieron adaptar con relativa rapidez al mayor número de pedidos causado por las restricciones de la pandemia.

Por el contrario, la mayoría de las ferias libres no tenían experiencia en materia de compras en línea y/o en ofrecer servicio de delivery. Sin embargo, la larga duración de la pandemia ha impulsado a algunas ferias libres, de una manera más bien independiente, pero en algunos casos con apoyo de las instituciones, a fomentar su inserción en las ventas digitales. Por ejemplo, la plataforma “Ferias Online” con pago en línea y entrega a domicilio por los propios feriantes. Asimismo, algunas ferias, en especial las del sector oriente de la Región Metropolitana, entregaron sus productos a través de aplicaciones como Uber Eats durante los períodos de restricción a la movilidad. Por su parte, con apoyo institucional, la aplicación Pedidos Ya realizó un convenio en abril del 2020 para lanzar la iniciativa “Pedidos Sanos”, incluyendo a algunas ferias libres de la comuna de Santiago en su oferta. También han surgido emprendimientos independientes, más o menos formales, en esta misma línea.

Sin embargo, la pregunta clave es si, más allá de estas iniciativas puntuales, ¿se encuentra capacitada la mayoría de los feriantes para vender de manera no presencial? Los estudios que hemos realizado hasta ahora indican que lamentablemente no es así. Un concepto esencial y en el que hay que trabajar mucho más aún es la alfabetización digital. A este respecto, la FAO señala que es fundamental adoptar las medidas necesarias para que los actores en los sistemas alimentarios sean capaces de aprovechar las ventajas propias de la transformación digital.

Por consiguiente, a pesar de que la duración de la pandemia ha impulsado algunas mejoras en las capacidades digitales, la posibilidad que tienen los feriantes de comercializar sus productos de manera no presencial sigue siendo significativamente inferior a otros canales, y en algunos casos ni siquiera existente. En consecuencia, restringir durante los fines de semana el acceso de los clientes a las ferias libres sin ofrecer capacidades adicionales para desarrollar y/o mejorar sus plataformas digitales, tendría consecuencias serias para la salud alimentaria y economía local. Por un lado, se reduciría el acceso físico y económico a frutas y verduras; por otro, se disminuiría el principal canal de la ya vulnerable pequeña agricultura y, por último, se mermaría el ingreso de los comerciantes y trabajadores asociados a las ferias libres, lo cual afectaría asimismo la capacidad que éstos tienen para adquirir alimentos para sus hogares. A este respecto, múltiples estudios demuestran que el consumo de productos frescos es aún más urgente en tiempos de crisis como la actual, ya que éstos se relacionan con un sistema inmune más fuerte.

Por todo ello, el esfuerzo público debiera enfocarse en mejorar las condiciones de acceso a las ferias libres, en facilitar y fiscalizar con mucha mayor intensidad el cumplimiento de los requisitos sanitarios en ellas y, por qué no, en avanzar respecto de la capacidad de realizar ventas no presenciales, pero con un horizonte realista y evitando generar mayores brechas.

A más de un año de la llegada de la pandemia, los niveles de estrés ante nuevas restricciones aumentan, aunque también la experiencia debe permitirnos generar resiliencia, es decir, la capacidad de recuperarnos, pero con un crecimiento que nos ayude a afrontar ésta y las próximas crisis.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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