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Vacío de poder

Por: Luis R. Oro Tapia


Señor Director:

Desde el punto de vista físico, Chile es una loca geografía. También es un país de rincones; unos pintorescos, otros sórdidos. Pero por sobre todas las cosas es un país de contrastes de todo tipo o, si se prefiere, de desigualdades. No obstante, casi todos los espacios geográficos y sociales experimentan —en el último tiempo— por igual el clima de inseguridad. Nadie se siente seguro. Ni siquiera hay diferencias (mayores, por lo menos) entre los habitantes del campo y los de la ciudad.

El pueblo de Carén, por ejemplo, en la comuna de Monte Patria, pernocta al alero de uno de los cielos estrellados más claros del mundo. La bóveda celeste amplifica la quietud nocturna. De pronto, uno, dos, tres, cuatro disparos (consecutivos) astillan y fracturan el silencio de la noche. El alba despunta con pavor. A toda hora el desasosiego aletea en la vecindad. Es el temor a las balas locas. Como es bien sabido, dichas balas no son traviesas, son mortales. No en vano la sensación de que la vida pende de un hilo se acrecienta entre sus habitantes.

La apacible rutina de los careninos ha sido quebrada por la irrupción de fechorías delictivas, diurnas y nocturnas, de nuevo cuño. ¿En qué radica su novedad? En el uso de armas de fuego, en el desparpajo con que los delincuentes amenazan de muerte a algunos vecinos, en la orfandad en que se encuentran sus habitantes respecto de los poderes públicos.

En Carén —y todo indica que no sólo en este rincón de la región de Coquimbo y del país— existe lo que suele denominarse un vacío de poder. Éste no implica, en modo alguno, la extinción de las relaciones de poder. Por el contrario, éstas se intensifican y se tornan más abrasivas y exasperantes. Al ser ellas más intensas, el conflicto también se radicaliza y se extiende; de hecho, se torna omnipresente, estalla con cualquier incidente y puede devenir en una confrontación mayor. En un ambiente así, nada es seguro, todo es volátil y explosivo. El gran protagonista es el miedo y la primera damnificada es la libertad. Ni más ni menos.

Un vacío de poder significa, simplemente, que no existe ningún poder ordenador. Quien ordena las relaciones de poder en el mundo moderno es el Estado. En consecuencia, lo que existe es un vacío de poder público, o si se quiere, de poder estatal. O, lisa y llanamente, una crisis de autoridad. Y cuando ello ocurre ninguno gana, todos pierden, comenzando por los ciudadanos más pacíficos y decentes.

Sería conveniente que los aspirantes al sillón edilicio de Monte Patria se pronunciaran al respecto. Los exgobernadores Cristián Herrera y Darío Molina —en su calidad de exfuncionarios del Ministerio del Interior y Seguridad Pública— tienen mucho que decir sobre el asunto en cuestión, especialmente en cuanto a lo que ellos hicieron y a lo que pretenden hacer para remediar el actual flagelo. Tal aclaración es parte de la responsabilidad política. El tercer postulante al sillón edilicio, el alcalde en ejercicio Camilo Ossandón, en parte ya lo ha hecho con sus declaraciones al diario El Día de La Serena en las que sostiene, entre otras cosas, textualmente lo siguiente: “todos los días estamos atendiendo llamados de gente que duerme en la cocina de sus casas, porque es el único lugar que tiene paredes firmes que pueden aguantar un disparo”.

No sólo es conveniente que los candidatos se pronuncien al respecto, es además de vital importancia, tanto para ellos como para nosotros los electores. Para ellos, porque de eso puede depender el hecho de que ganen o pierdan la elección. Y para los electores, porque la seguridad física de nuestras vidas cotidianas en gran parte dependerá de qué edil esté al frente de la comuna. Por eso nos interesa esta elección y estamos atentos a lo que digan los candidatos. ¡Quedamos al aguaite…!

 

Luis R. Oro Tapia

Elector de la comuna de Monte Patria

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