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La crisis de gestión de la pandemia y la confianza ciudadana Opinión

La crisis de gestión de la pandemia y la confianza ciudadana

Las Autoridades Nacionales, absolutamente todas, y los funcionarios y agentes de la Ley o aquellos que deben impartir justicia, deben ser el espejo de la transparencia y cumplimiento de las reglas si se quiere obtener resultados sanitarios con medidas tan difíciles como privar a los ciudadanos de algunos de sus derechos esenciales para cuidar su salud. Pero esto no está pasando, y el confinamiento actual apenas podrá soportar algunos días, porque no hay confianza, pues no se entiende la lógica de las decisiones. Ni siquiera en su esencia y coherencia sanitarias. Y menos aún con pandemia económica por falta de ingresos.


Cunde la convicción de que las autoridades chilenas no han sabido gestionar la pandemia sanitaria. Las lapidarias opiniones de la prensa internacional de lo que califican como “exitismo” en las declaraciones y comunicados oficiales, así lo demuestran. Estos, según los expertos internacionales, solo daban cuenta de la cantidad de vacunados y despreciaron el crecimiento exponencial de los contagios. Ello ha llevado al sistema al borde del colapso, pese a que el proceso de vacunación ha tenido celeridad y cobertura adecuadas. Lo dramático de la crisis es que no queden ventiladores mecánicos para todos quienes lo necesiten, y los hospitales empiecen a enfrentar el dilema de la última cama.

Un problema fundamental es que la respuesta de la sociedad ante las decisiones del gobierno no ha sido buena. Ello trasunta la poca confianza que tiene la ciudadanía en lo que el gobierno le comunica. La opinión de los expertos es que el gobierno no ha sabido implementar la comunicación de riesgo que requiere la pandemia. Una manera elusiva para denominar la desconfianza de los ciudadanos que no  creen nada que provenga de la autoridad, debido a sus engaños y falta de transparencia. Ello ha llegado a un nivel preocupante y le genera un bajísimo nivel de legitimidad.

Es posible articular restricciones varias con los controles y la movilidad, pero si la gente no está convencida de la eficacia y racionalidad de las medidas, obviamente, tomará decisiones impredecibles o contrarias a la orientación que pretende la autoridad.  

Un ejemplo destacable que podría ayudar a las autoridades nacionales a aplicar sus medidas lo brinda Hong Kong. En ese país, indica Le Monde (6.4.2021), quince de las cuarenta playas públicas han sido reabiertas, pero con condiciones rigurosas (mantener distancias entre grupos, llevar mascarilla, etc.). También han abierto las piscinas, pero al 30% de su tasa de ocupación normal y con identificación obligatoria. A pesar de la enorme densidad poblacional de los 7,5 millones de habitantes de la Región Administrativa Especial de China, la epidemia de Covid-19 ha afectado directamente a menos de 11.500 personas y ha causado solo 205 muertes desde que comenzó en Hong Kong a finales de enero de 2020.

Estos resultados notables se obtuvieron sin confinamiento, pero a costa de medidas drásticas que se combinan y alternan con frecuencia: cierre de fronteras, cierre (parcial o total) de escuelas, cierre o restricción de horarios de bares, restaurantes y discotecas, clubes de deportes, cines, teatros, lugares de culto, salones de belleza, y también playas. Los vuelos a zonas de «muy alto riesgo», incluido el Reino Unido, donde cientos de habitantes de Hong Kong se han quedado varados y se les ha prohibido regresar, han sido interrumpidos.

Claro que en ese país, policías, trabajadores de la salud y municipales, o locales comerciales, actúan mancomunadamente y con mucha rigurosidad. Esto se llama «bloqueo de emboscada», es decir, cuando se sospecha una fuente de infección, la policía aísla el edificio o la cuadra de la que nadie puede entrar o salir a menos que se obtengan varias pruebas negativas consecutivas. Alguien podría suponer que en Chile esto no es posible pero, bien visto, esto sería más fácil de apoyar, incluso financieramente, que con los mecanismos actuales. El asunto central que hace la diferencia con Chile es que hay una gran distancia entre el respeto a la autoridad y la disciplina cívica de la gente o las entidades locales, algo que en nuestro país no existe.

Los sólo 140 casos positivos en Hong Kong actualmente, en su mayoría portadores asintomáticos, están todos hospitalizados de forma aislada. Pero lo que más se debiese aprender, según reporta Le Monde, es que una vez que se identifica un nuevo caso, el gobierno intenta rastrear a todos sus contactos, quienes luego se ven obligados a aislarse, ya sea en «campos de cuarentena» o por cuenta propia en hoteles designados.

La llamada telefónica o la visita de las autoridades sanitarias es temida. Esto podría significar que en unos minutos la vida normal cambia y solo se reanuda, unas horas después, en modalidad «encerrado durante catorce días» en una habitación de 11 m2 con comodidades espartanas, excepto para aquellos que pueden permitirse pagar una estancia en hoteles vip autorizados para recibir “cuarentenas”.

En diciembre de 2020, Hong Kong impuso tres semanas de cuarentena obligatoria a todos los viajeros del exterior, excepto los de China continental y Taiwán. Esta es la cuarentena más larga del mundo. El gobierno de Hong Kong lo justificó porque identificó unos pocos casos raros después de los catorce días. De las cerca de 80.000 personas que llegaron a Hong Kong entre diciembre de 2020 y mediados de marzo del presente año, 153 dieron positivo al llegar al aeropuerto; y de los 31.506 que tuvieron que someterse a una cuarentena hotelera por no llegar de China o Taiwán, se identificaron otros 120 casos durante la cuarentena, el 90% al día 12 y el 10% a la tercera semana de aislamiento.

No obstante, hay sospechas que al menos parte de estas infecciones tardías se producen durante la cuarentena, especialmente a través de los sistemas de ventilación de los hoteles. El lunes 5 de abril, el anuncio de un caso positivo en un hotel en cuarentena desencadenó un pequeño movimiento de pánico entre todos los «cuarentenos» del mismo establecimiento, quienes cortaron su aire acondicionado y bloquearon las válvulas de ventilación de sus habitaciones.

En suma, disciplina y convicción de la población de que se está en frente de un riesgo letal (la covid-19) y que, por tanto, hay que adoptar una actitud de extrema rigurosidad contra la pandemia, es lo fundamental. Cuarentenas masivas e indiscriminadas en países con tal desigualdad como Chile, o de hacinamiento e informalidad laboral como la mayoría de los de América Latina incluido el nuestro,  pueden ser inútiles e incluso contra producentes si no se crean instancias locales de educación y promoción, y que se considere las aprehensiones de la gente. En particular, asegurarles las fuentes de ingresos o alternativas eficientes e inmediatas para seguir la norma con la seguridad de que podrán sobrevivir.

En Chile las autoridades aún no entienden, pese a haber pretendido ser los mejores, que en el gobierno moderno, las políticas públicas tienen un nudo temático central, pero que su funcionalidad global es intersectorial, por lo que parte importante de ellas, para que funcionen, deriva de un entramado de aptitudes públicas, incluidas el talante y la cultura cívica de sus gobernantes. 

Se ha dicho con frecuencia que algunos ciudadanos hacen fiestas o no respetan las reglas. Pero de inmediato surge la pregunta sobre cómo puede pedirse a la gente tal respeto si el Presidente de la República se pasea en las playas sin mascarilla o asiste a funerales sin respetar ningún protocolo o restricción. Cómo, si el responsable de la formación de oficiales de Carabineros es sorprendido en una fiesta “clandestina”; varios carabineros aparecen en toques de queda buscando amigas en carros policiales; y otros, asisten a fiestas en o celebraciones en los propios recintos policiales en diferentes ciudades del país. 

Ya no basta con decir que el funcionario fue dado de baja, porque es demasiado frecuente la transgresión a las reglas. ¿Qué pasa con la institución que debe controlar la movilidad de los ciudadanos en cuarentena? Esto no solo es una transgresión sino, derechamente, una manera de desprestigiar y anular el principio de autoridad, aspecto esencial en el funcionamiento de una democracia con legitimidad, orden y consenso cívico.

Las Autoridades Nacionales, absolutamente todas, y los funcionarios y agentes de la Ley o aquellos que deben impartir justicia, deben ser el espejo de la transparencia y cumplimiento de las reglas si se quiere obtener resultados sanitarios con medidas tan difíciles como privar a los ciudadanos de algunos de sus derechos esenciales para cuidar su salud. Pero esto no está pasando, y el confinamiento actual apenas podrá soportar algunos días, porque no hay confianza, pues no se entiende la lógica de las decisiones. Ni siquiera en su esencia y coherencia sanitarias. Y menos aún con pandemia económica por falta de ingresos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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