Publicidad
Crisis, conflictos, diálogos y negociaciones en el Chile constituyente Opinión

Crisis, conflictos, diálogos y negociaciones en el Chile constituyente

Rolando Garrido Quiroz
Por : Rolando Garrido Quiroz Presidente Ejecutivo de Instituto Incides. Innovación Colaborativa & Diálogo Estratégico
Ver Más


Chile vive una crisis de legitimidad institucional sistémica (CLIS). Lo ilegítimo deviene de una dictadura cívico-militar que impuso por la fuerza un nuevo orden, con siete reformas estructurales (educación, salud, laboral, previsional, justicia, agricultura y regionalización). El Chile dictatorial lo hizo diez años antes de que lo propusiera el Consenso de Washington y, luego, como sabemos, fueron perfeccionadas en los años de Concertación y democracia protegida.

Esta obra gruesa de reformas estructurales fue coronada y blindada por la Constitución Política de 1980, que consolidó las lógicas de mercado y la mercantilización de la política y la vida social cotidiana, aún persistente a 31 años del inicio de la transición a la democracia.

Esta prolongada crisis de legitimidad institucional, expresada en el discriminatorio sistema de salud, educación, régimen laboral, pensiones, regionalización centralista, sobreexplotación de monocultivos y justicia restringida, ha producido precariedad, abuso, abandono y humillación por años a la gran mayoría de chilenas y chilenos, aunque el efecto de marketing del modelo haya hecho perdurar hasta el 18 de octubre del 2019 la idea falsa de que éramos parte de “un país ganador” viviendo “tiempos mejores”.

Esta vez, el modelo ha sido desnudado por un organismo microscópico, menos pesado que la herencia del “Ladrillo” y los años de la democracia de los acuerdos entre las élites rancias y nuevas del panorama posdictadura.

Lo sistémico de la crisis de legitimidad institucional la visibilizó el estallido social del 2019, pero la despojó de toda indumentaria y maquillaje la crisis pandémica, sobrina en tercer grado de la crisis ecológica en curso. Entonces, hablemos de crisis como fenómenos anidados, sobre todo cuando la normalidad del modelo está pasando a ser una muestra oscura para exhibirse en el museo de la historia de Chile y este momento constituyente demuestre que no estábamos condenados ni amarrados a un modelo con siete varas en su camisa de fuerza.

El actual proceso constituyente está conviviendo con conflictos de diverso tipo (estructurales, de intereses, de valores, datos y relaciones) que van a exigir el despliegue de diálogos policromáticos y de negociaciones espaciotemporales (4D). La complejidad amerita que no sea tan solo desde el enfoque de corto alcance de regulación de conflictos y negociación en base a intereses que promueve Squella, porque vamos a experimentar distintos escenarios donde se requieren enfoques de resolución de conflictos y de transformación de conflictos.

Promover una cultura e infraestructura de paz sostenible demanda diversos enfoques para el tratamiento de crisis y conflictos en función de sus distintas dinámicas, naturaleza y data. No es lo mismo el tratamiento del conflicto que mantiene el Estado de Chile con los pueblos originarios que la fijación de un sueldo ético, porque si nos equivocamos en los diagnósticos (lentes), erramos en los tratamientos. Ya sabemos lo costoso que son los diagnósticos basados en creencias con un presidente que pensaba que estábamos en guerra o, peor aún, que todavía lo piensa, cuando el escenario desplegado es de crisis anidadas, preñadas de conflictos.

Los ojos del mundo nos están mirando; por tanto, el Chile constituyente ya es materia de estudio. Tenemos la oportunidad histórica de co-construir la sociedad del afecto y la república del bien común. Entre todas y todos podemos fomentar una democracia más sexy, más atractiva, menos prisionera de las élites y su poder de compra, más lejana de sus mercados regulados de procesos electorales, donde solo ganan ellos, sus familias y sus serviciales empleados de turno sentados en ministerios de gobierno y en el Congreso Nacional.

El Chile constituyente se verá fortalecido en sus capacidades para abordar crisis, conflictos, procesos de dialogo y negociación. Las crisis se presentan como fenómenos inesperados, aunque existan todos los datos sobre la mesa para sus posibles ocurrencias y no generamos una cultura preventiva porque no las atendemos como fenómenos sociales especiales. Así, el capitán del Titanic sabía que había icebergs frente a la costa de Terranova, pero tomó otra decisión.

Los conflictos, también de diversa tipología, tanto aquellos que están en estado de latencia como los que se tornan manifiestos, responden al fenómeno (aparente o real) de la escasez, donde surgen actores con sus propias historias, estrategias, intereses y necesidades, que pugnan por un eventual recurso escaso en disputa, evidenciando incompatibilidades para su tratamiento. Los conflictos tratan de la aparición de la escasez y cómo nos situamos frente a esa condición con nuestras historias, creencias e intereses, revelados u ocultos. En alguna parte de la incompatibilidad los conflictuados cantan “el costillar es mío, me lo quieren quitar”.

Hecha esta distinción básica entre crisis y conflictos, es muy relevante que las crisis y conflictos existentes y latentes alcancen en el Chile constituyente una mayor comprensión por parte de los tomadores de decisiones políticas con efecto en una nueva legitimidad institucional, sobre todo en lo económico, social y cultural, con anclaje en el poder constituyente, levantando procesos de diálogos y negociaciones con la diversidad de actores que, con su acción, van a producir doble impacto y sostenibilidad sobre esas decisiones.

El diálogo sostenido y plural como espacio tecnológico es transformador. El objetivo del diálogo no es defender, sino indagar; no es discutir, sino explorar; no es convencer, sino descubrir. La negociación, por su parte, es un proceso voluntario e interdependiente, donde las partes conjugan intereses afines, antagónicos y diferentes, pero compatibles, para proponer asuntos procedimentales y sustantivos e interrelacionar recursos específicos que resuelvan cuestiones intangibles y tangibles, incluyendo el tipo de relación hacia el futuro.

Diálogo no es debate, diálogo no es negociación, pero diálogo y negociación, siendo tecnologías sociales distintas, se complementan y retroalimentan para producir inteligencia conversacional, innovación colaborativa y creatividad dialógica entre todas y todos. Los diálogos multicolores o policromáticos y las negociaciones apreciativas espaciotemporales tienen el potencial de situarnos como país en modo comunidad de aprendizaje.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias