Desde finales de 2019, Líbano se encuentra en estado de emergencia. El país ha sido sacudido por una crisis económica, inestabilidad política, tensiones sociales y, además, ha sido golpeado duramente por la pandemia de COVID-19. A esto se suma la devastadora explosión que sacudió a Beirut el 4 de agosto de 2020. Un año después, la población necesita cada vez más de la ayuda humanitaria. La mitad de los libaneses vive en la pobreza extrema, y muchas personas apenas pueden pagar alimentos o medicinas.
Desde hace dos años, este pequeño país de la costa oriental del Mediterráneo se ha visto duramente afectado por la crisis económica, el aumento de la inflación, la inestabilidad política y la pandemia de COVID-19, que ha impactado en casi todos los estratos sociales y económicos de la nación.
A esta crítica situación, se sumó la explosión que sacudió a la capital del país, Beirut, el 4 de agosto de 2020. El enorme estallido en la zona del puerto tuvo efectos devastadores: cerca de 200 personas murieron, más de 6 mil resultaron heridas y decenas de miles perdieron sus hogares. Además, destruyó varias instalaciones públicas, incluyendo los hospitales, y dañó gravemente el almacén central de la autoridad sanitaria, lo que interrumpió el acceso a los medicamentos, especialmente para las personas mayores y pacientes con enfermedades crónicas.
A raíz de la explosión, hubo una llegada masiva de heridos a los diferentes centros de salud, que desbordaron rápidamente el sistema hospitalario de la ciudad. Esto significó un gran desafío para un sistema sanitario estructuralmente muy dañado. Los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) en tres localidades –Karantina, Mar Mikhaël y Khandak– atendieron a más de 1.800 pacientes que resultaron heridos y a 4.500 con enfermedades crónicas que necesitaban apoyo médico.
Esta situación afectó la salud mental de las personas, incluido el staff de MSF, ya que rememoró épocas violentas pasadas. En este sentido, el personal de la organización se dedicó esencialmente a brindar primeros auxilios psicológicos y a proporcionar atención médica directa, apoyando a los centros de salud, cuyas estructuras habían sido fuertemente afectadas. También, dieron apoyo en la atención de enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión para que los pacientes no vieran afectados sus tratamientos.
Por otra parte, el equipo de MSF donó kits de primeros auxilios a la defensa civil libanesa y suministros médicos y mascarillas a la Cruz Roja del país. Además, instaló tanques de agua y distribuyó kits de purificación de agua y de higiene.
En las semanas siguientes a la explosión, varios hospitales públicos estuvieron casi al límite de su capacidad debido al elevado número de pacientes con COVID-19. Las personas heridas se apresuraron a llegar a los hospitales sin tomar medidas preventivas, dado que en ese momento el coronavirus era la menor de sus preocupaciones.
El número de pacientes con COVID-19 se disparó, por lo que Líbano estuvo en cuarentena durante varias semanas. Incluso antes de la pandemia, el sistema de salud público se enfrentaba a cuellos de botella regulares en materia de medicamentos y suministros médicos. Después de la pandemia, la situación empeoró aún más.
Un año después de la explosión de Beirut, la necesidad de atención médica y psicológica de la población sigue siendo enorme. Al mismo tiempo, las consultas médicas se han convertido en un lujo para muchas personas, debido a que el sistema de salud en Líbano está altamente privatizado.
Tanto la población local como la refugiada del Líbano, luchan contra el estrés y los traumas psicológicos relacionados con la guerra o el desplazamiento. Ahora, el deterioro de las condiciones de vida supone una carga adicional y afecta a su salud mental. Numerosos pacientes que solicitan ayuda psicológica a MSF sufren depresión, ansiedad o desesperación.
La escasez de medicamentos es un reto, incluso para organizaciones como MSF. A las empresas locales les resulta difícil importar medicamentos al país, por lo que ahora Médicos Sin Fronteras importa los más esenciales. La creciente crisis de combustible aumentó los costos de transporte, lo que afecta tanto a las reservas de suministros médicos como a los pacientes que intentan llegar a la atención médica.
Actualmente MSF está trabajando en diferentes puntos estratégicos del país, así como en la frontera con Siria. Atiende a personas con enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y enfermedades pulmonares, y brinda atención en salud sexual y reproductiva en maternidades distribuidas en diferentes ciudades del país. También, los equipos de Médicos Sin Fronteras prestan servicios domiciliarios a adultos mayores y apoyan con centros de vacunación COVID-19 al Ministerio de Salud y al programa nacional de inmunizaciones. En la misma línea, MSF ha colaborado con puntos de atención primaria, en cuidados intensivos pediátricos y en atención de partos en el hospital universitario de Beirut.