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18-O: segundo aniversario Opinión Crédito: Aton

18-O: segundo aniversario

Andrés Cabrera
Por : Andrés Cabrera Doctorando en Sociología, Goldsmiths, University of London. Editor Otra Frecuencia Podcast.
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El 18-O es el evento histórico de nuestro tiempo. El síntoma que surge como resultado de una fase de agotamiento de las estructuras políticas, económicas y sociales del patrón de acumulación neoliberal instaurado en Chile desde mediados de la década de 1970. Y al mismo tiempo, la fractura que notifica la incuestionable crisis de hegemonía de los sectores dirigentes representados en la derecha política y el Gobierno de Sebastián Piñera.


“Cabros, esto no prendió”, fue la célebre frase lanzada por Clemente Pérez un 16 de octubre del 2019, criticando las evasiones masivas lideradas por el movimiento estudiantil secundario como respuesta a un alza del pasaje del metro de 30 pesos decretada por un comité de expertos. 48 horas más tarde, la mecha encendida por el movimiento secundario desencadenó el acontecimiento político más importante en la historia del Chile contemporáneo.

Lo único que salva a Pérez de su más completo infortunio, es que ni el cerebro más brillante podría haber anticipado el surgimiento del Estallido. Su fulgor disruptivo amaga cualquier atisbo de predictibilidad.

El 18-O es el evento histórico de nuestro tiempo. El síntoma que surge como resultado de una fase de agotamiento de las estructuras políticas, económicas y sociales del patrón de acumulación neoliberal instaurado en Chile desde mediados de la década de 1970. Y al mismo tiempo, la fractura que notifica la incuestionable crisis de hegemonía de los sectores dirigentes representados en la derecha política y el Gobierno de Sebastián Piñera.

La presión social generada por las multitudinarias movilizaciones que siguieron al Estallido, por un lado, y el debilitamiento de la autoridad presidencial encarnada en la figura de Piñera, por el otro, llevaron a las principales fuerzas políticas con representación en el Congreso a pactar una salida política al conflicto social más intenso de las últimas décadas.

El aspecto crucial del acuerdo del 15 de noviembre del 2019 es que la derecha estuvo obligada a ofrendar la Constitución de 1980 por el temor al desborde de la movilización popular en las calles. Su trinchera de retaguardia fue intentar asegurar su capacidad de veto alcanzando 1/3 del órgano constituyente. De imponerse la Convención Mixta aquello era un hecho. En el caso de imponerse la Convención Constitucional –creían– algo bastante probable.

[cita tipo=»destaque»]“Cabros, esto no prendió”, fue la célebre frase lanzada por Clemente Pérez un 16 de octubre del 2019, criticando las evasiones masivas lideradas por el movimiento estudiantil secundario como respuesta a un alza del pasaje del metro de 30 pesos decretada por un comité de expertos. 48 horas más tarde, la mecha encendida por el movimiento secundario desencadenó el acontecimiento político más importante en la historia del Chile contemporáneo. Lo único que salva a Pérez de su más completo infortunio, es que ni el cerebro más brillante podría haber anticipado el surgimiento del Estallido. Su fulgor disruptivo amaga cualquier atisbo de predictibilidad.[/cita]

Las contundentes victorias electorales que obtuvieron las opciones del Apruebo y la Convención Constitucional en el Plebiscito del 25 de octubre del 2019 con un registro cercano al 80% en ambos casos, confirmaron el avance electoral de las fuerzas de cambio y los anhelos por una nueva Constitución redactada por un órgano con el 100% de sus miembros elegidos democráticamente.

Habrá que señalar que una disputa importante del proceso constituyente se jugó también al interior del Congreso, donde se aprobaron 3 reformas fundamentales para asegurar la mayor representatividad y pluralismo político al interior de la Convención Constitucional. Hablamos de las leyes de paridad de género, escaños reservados y listas de independientes.

El resultado de la mega elección del 15 y 16 de mayo del 2021 no solo consolidó un nuevo paisaje en la composición de las fuerzas sociales y políticas representadas en la Convención Constitucional, donde ni la derecha ni ningún otro grupo político alcanza capacidad de veto.

Al mismo tiempo, el 15 y 16-M dio cuenta del completo colapso del sistema de partidos heredado del proceso transicional y la lógica de reparto duopólico del poder. Lo que muestra la distribución de fuerzas al interior de la Convención Constitucional es que en Chile predomina el pluralismo político y el multipartidismo.

Con este escenario de fondo se inauguró el pasado 4 de julio la Convención Constitucional, cuya primera medición de fuerzas se configuró en torno a la elección de la presidencia y vicepresidencia del organismo, donde fueron electos la académica y representante del pueblo mapuche, Elisa Loncon, y el abogado e independiente frenteamplista, Jaime Bassa.

La elección de ambos cargos es representativa de la nueva configuración que comienzan a asumir las relaciones de fuerza al interior de la Convención Constitucional, la cual también tuvo cierto correlato con los resultados obtenidos en las primarias presidenciales realizadas 2 semanas después de la inauguración, el 18 de julio, donde la alianza entre el Frente Amplio y el Partido Comunista, Apruebo Dignidad, obtuvo un caudal de votos muy superior al reunido por los candidatos de la derecha.

En poco más de tres meses, la Convención Constitucional ha atravesado los más diversos desafíos, siendo el más complejo de todos aquél que intenta atacar por todos los medios posibles y recursos disponibles la legitimidad de la Convención Constitucional, minando así la única vía plausible para resolver la crisis de hegemonía que actualmente sacude al país por medio del avance de la democracia, y no a través de regresiones autoritarias que lo único que hacen es inflamar el conflicto político latente en Chile.

La reciente publicación en el Diario Oficial de las 31 páginas que contiene el Reglamento General de la Convención, fase cúlmine de un arduo pero sobre todo eficiente momento de instalación, es el mejor antídoto para desactivar el asedio dirigido a la Convención Constitucional y dar inicio al “debate de fondo” que traerá consigo la nueva Constitución.

Ciertamente, es toda esta trayectoria del 18-O en su segundo aniversario la que hay que considerar al momento de evaluar las posibilidades que sigue ofreciendo el proceso constituyente en el inicio del año 3 post-estallido.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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