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Una elección descentrada Opinión Crédito: Archivo

Una elección descentrada

Fernando Balcells Daniels
Por : Fernando Balcells Daniels Director Ejecutivo Fundación Chile Ciudadano
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Las opciones políticas se despliegan en un arco que tiene en la derecha desde la UDI a los extraviados de la DC, pasando por todos los matices conservadores, populistas y no-liberales. En la izquierda, el despliegue va desde la Lista del Pueblo hasta la ex Concertación, pasando por el Frente Amplio, los comunistas y los liberales. En el actual centro de la política chilena está Boric. Desde luego, por su capacidad para definir los dilemas que abordaremos y, también, por su particular mezcla de moderación y cercanía a los movimientos sociales históricos.


Las candidaturas de Boric y Kast no son equivalentes en su compromiso con la democracia y con la historia de Chile. Una desafortunada carta de antiguas figuras de la Concertación insinúa que ambos, por igual, deben dar garantías democráticas a la ciudadanía. Esa carta es dramática porque entierra al viejo centro político en medio de la nada. En honor al tiempo, digamos que el centro que puede reconstruirse en Chile pasa por el medio de las fuerzas que llevan a Boric como candidato presidencial. No es el momento de desarrollarlo aquí, pero el fenómeno de Kast y de una derecha-derecha orgullosa de su audacia chabacana es una ficción de tinte psicológico que está fuera de la historia política del país.

El centro histórico ya no está en el centro de la política sino en el pasado, aferrándose a un lenguaje antiguo que no logró resistir a la exigencia de los tiempos y que sigue hablando de las instituciones como si ellas, por presencia legal, garantizaran los derechos a la seguridad y a la movilidad de los más débiles.

No hay vuelta atrás en la historia. Esto no quiere decir que derechas e izquierdas no puedan alternarse en el gobierno. Quiere decir que no hay regreso posible de las mujeres a un encierro doméstico; que ya no es viable una industrialización barata a costa del medio ambiente; no hay retorno en el reconocimiento legal del matrimonio igualitario. Es imposible volver a prohibir el divorcio. Una nueva pacificación militar de La Araucanía es inconcebible. Ni siquiera hay manera de mantener a las AFP como organización que monopoliza la administración de las pensiones y lucra con ellas desmedidamente. La afirmación de que la historia no retrocede, quiere decir que los costos a pagar por detener la marcha de los grandes movimientos sociales son insostenibles. Los movimientos sociales son corrientes modernizadoras de la economía y de la convivencia. De ahí su fuerza y el anacronismo imposible de las dictaduras.

Este centro que pide compromisos sin entender las actualizaciones históricas que necesita la sociedad, no es más que una ficción geométrica fuera de lugar. El centro después de un tiempo es una amnesia del origen y una caída en la burocracia administrativa. Su moderación consiste en distribuir la parte de justicia que pertenece a cada involucrado recortando sus aristas y encajándolos en el lenguaje más grave e insignificante al que se pueda echar mano. Este centro que está afuera de los conflictos, ha perdido el entusiasmo junto con el rumbo y el sentido de realidad. Se ha encerrado en torreones de cartón piedra, en cocinerías y pasillos sin ventilación de un viejo palacio en remodelación permanente. Afortunadamente, en el momento de votar, el centro half desaparece y las alternativas opuestas se hacen presente.

[cita tipo=»destaque»]En la versión del centro desaparecido, izquierda y la derecha quieren lo mismo, pero a distintas velocidades y con temporalidades diferentes. Según el centro medio, izquierda y derecha quieren un acceso igual a la prosperidad y la buena vida para todos. Unos lo quieren en un ahora imposible y los otros en una gradualidad que apela a un futuro sin fondo. Esta igualación es falsa y es más exacto decir que unos están a favor de la velocidad y los otros en contra de los cambios. [/cita]

La polarización no es enfrentamiento sino claridad

Ya nadie discute que estamos ante una confrontación entre izquierda y derecha. El centro ha colapsado, dicen los analistas sin darse cuenta de que el centro es una ilusión pragmática de derechas e izquierdas tratando de encontrar mediaciones y espacios de crecimiento en un falso medio, separado de los movimientos sociales. Este centro medio se parece más a un cielo falso que a un piso flotante.

Hemos llegado a un punto en el que la derecha no se avergüenza de ser llamada derecha y no siente la necesidad de anteponerse un primer denominador de «centro», que sería lo que define su pertenencia a un espacio común. Tampoco la izquierda. En ambos lados, cuelgan como lastres la vieja consigna de derecha sobre el fin de las ideologías, el tiempo de los técnicos y del imperio del conocimiento.

Si lo miramos bien, lo que nos tiene estancados políticamente es una política concéntrica que gasta toda su energía en la autorreferencia. No siente la necesidad de mirar hacia los márgenes y de acoger a los excluidos.

¡Qué bien nos hace de tarde en tarde volver a la oposición desnuda entre izquierdas y derechas!

Aunque solo sea por un momento, el sinceramiento de las inspiraciones respectivas permite acercarse a los antagonistas desde una distancia fecunda. Desde esa oposición se puede reinventar una polaridad y un centro.

Las opciones políticas se despliegan en un arco que tiene en la derecha desde la UDI a los extraviados de la DC, pasando por todos los matices conservadores, populistas y no-liberales. En la izquierda, el despliegue va desde la Lista del Pueblo hasta la ex Concertación, pasando por el Frente Amplio, los comunistas y los liberales.

En el actual centro de la política chilena está Boric. Desde luego, por su capacidad para definir los dilemas que abordaremos y, también, por su particular mezcla de moderación y cercanía a los movimientos sociales históricos.

Tocando los extremos y cerrando el arco hasta dibujar un círculo de la política, están todos aquellos que ingresan a la política con la mitad del cuerpo y por poco tiempo. En este bucle están los representantes indígenas y las minorías silenciosas que solo percibimos por su presencia volátil en los resultados electorales. Esta minoría está formada por escépticos, indiferentes y excluidos del sistema político. Los que sienten que no pertenecen a la política chilena, los que derivan de un lugar a otro como si todos los lugares fueran equivalentes, los que creen haber superado la dicotomía entre derechos adquiridos y derechos emergentes. Los que no ven la necesidad de optar por entre las razones del más fuerte y la poesía de los débiles.

No voy a intentar resolver aquí las complejidades del magnetismo político, pero podemos afirmar que izquierda y derecha son posiciones en las que se desenvuelven, respectivamente, los derechos adquiridos y los derechos emergentes. Lo que emerge, no se confunde con el total de las demandas ciudadanas por el derecho al derecho. Incluye solo las que pueden anudarse en un modelo más incluyente y a la vez más eficiente. La eficiencia excluyente que caracteriza a la derecha va siempre más lenta que la historia.

Recuperar el principio activo de la oposición izquierda/derecha es reconocer las fuerzas telúricas que forman nuestro piso político. Por un momento, los conflictos de fondo aparecen a la mirada crítica del público sin el refugio en las medias tintas y los ocultamientos de la política mediana. La mayor claridad en las encrucijadas de la política no implica mayor polarización sino, al contrario, posibilidad de diálogos magnéticos, comprometidos, productivos y diferentes al intercambio de monólogos o del teatro escolar. Izquierda y derecha oponen a establecidos, integrados y sedentarios con todas las minoridades infantiles y femeninas, los atorrantes y aspirantes a la movilidad social. La derecha se ampara en el derecho adquirido sin importar la forma de la adquisición, y la izquierda en la justicia que todavía no se ha consagrado en el derecho y que permanece en estado de aspiración a un derecho al derecho.

En la versión del centro desaparecido, izquierda y la derecha quieren lo mismo, pero a distintas velocidades y con temporalidades diferentes. Según el centro medio, izquierda y derecha quieren un acceso igual a la prosperidad y la buena vida para todos. Unos lo quieren en un ahora imposible y los otros en una gradualidad que apela a un futuro sin fondo. Esta igualación es falsa y es más exacto decir que unos están a favor de la velocidad y los otros en contra de los cambios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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