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El que se va limpia la casa Opinión

El que se va limpia la casa

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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Sería bueno que las autoridades salientes resolviesen los desafíos más urgentes. Como mínimo, que no le agreguen nuevos problemas a la administración que viene. Es muy saludable enviar un proyecto que eleve las pensiones más bajas, pero no se vale enviarlo desfinanciado. Es muy admirable que en materia de política exterior la autoridad saliente busque la coordinación con la autoridad entrante, pero no se vale intentar que se compartan los «condoros». Prosur es un nonato multilateral, hijo de Cúcuta y de los actos fallidos de los inexpertos asesores de La Moneda que avasallaron a nuestra diplomacia de carrera a inicios de la actual administración. En nuestra doctrina, al que mete la pata le corresponde sacarla. No tiene nada de republicano intentar envolver al Presidente electo en estas tratativas.


En tiempos de transición, la estabilidad es un bien a cuidar. Eso implica el riguroso respeto a la institucionalidad, el apego a la ley y los reglamentos. Preparar la entrega completa de la información, debidamente documentada. Por cierto, facilitar el traspaso y los debidos enlaces. Más encomiable aún sería que las autoridades salientes abordasen la resolución de aquellos desafíos en aras del más puro espíritu republicano, con lo cual todos los chilenos nos beneficiaríamos. En otras palabras, no dejarles bombas de tiempo a los que vienen. Con ello, se fortalecería la República y se fortalecería uno de sus bienes más preciados: la estabilidad.

Esta es una ley no escrita de la política mexicana, que procede en el recambio sexenal. La transición dura desde inicios de julio hasta inicios de diciembre. Larga para algunos. Necesaria según otros. En su momento, México enfrentó con particular intensidad los cambios de la política estadounidense que provocó el ascenso de Trump, quien amenazó a México con construir un muro, frenar no solo la migración sino también su comercio. Vital para un país donde más del 80% de su intercambio lo realiza con Estados Unidos. Trump desahució el TLC que tenía con México y Canadá. Desafío vital para los aztecas. Pues bien, el último día de su mandato, el presidente Peña Nieto logró la firma de un nuevo TLC, y procedió a su firma con Trump y Trudeau. Limpió la casa, no le dejó la mochila cargada a Andrés Manuel López Obrador.

Pero no siempre esta ley se ha cumplido. A fines del mandato del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari (1988 – 1994), México vivía días muy confusos. En meses previos, en un acto de campaña, el candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, fue asesinado. En su reemplazo lo sucedió Enrique Zedillo. El peso mexicano estaba sobrevaluado, provocando una burbuja económica que iba a explotar en cualquier momento. En las selvas chiapanecas se habían producido choques entre el ejército y fuerzas irregulares, con oficiales fallecidos. Pero el presidente quería firmar como fuese el Tratado de Libre Comercio con EE.UU. y, según se dice, luego quería postularse para presidir la Organización Mundial de Comercio. El Gobierno de Salinas no enfrentó el desajuste económico, menos reconoció que había guerrillas en el empobrecido sur del país. Probablemente, si lo hubiera hecho, no se habría firmado el TLC.

El 1 de enero de 1994, entró en vigencia el TLC, y ese mismo día estalló la rebelión zapatista en Chiapas. Cuando recién los mexicanos emergían de la resaca de fin de año, encapuchados campesinos mayas ocupaban San Cristóbal de las Casas y varias localidades de Chiapas. Hacía su estreno el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional y un encapuchado dirigente explicaba la plataforma de lucha de la nueva guerrilla. El mundo conoció las primeras imágenes del subcomandante Marcos.

El presidente Ernesto Zedillo asumió el 1 de diciembre de 1994. No solo enfrentó la rebelión zapatista. Un elevado déficit fiscal y un descuidado manejo de la economía sobre todo en el periodo final de Salinas, provocó el derrumbe del peso mexicano, conocido en su momento como el “efecto tequila”.

¿No detectó, la inteligencia mexicana, la emergencia del zapatismo? ¿Pese a los enfrentamientos en meses anteriores? ¿No vieron venir, los economistas aztecas, el peligro de una devaluación? Obvio que sí, pero lo cierto es que la autoridad política no reaccionó y chuteó la pelota para adelante. En suma, Salinas no limpió la casa.

La transición chilena no tiene desafíos tan dramáticos. La enorme mayoría del país demanda cambios, especialmente en aspectos sociales. Pero ha subrayado en varias ocasiones que quiere que esos cambios sean institucionales. Cambios y estabilidad, una difícil ecuación, que constituye el arte del estadista. En estas semanas que vienen organizará su equipo y definirá sus prioridades.

A contrario sensu, sería bueno que las autoridades salientes resolviesen los desafíos más urgentes. Como mínimo, que no le agreguen nuevos problemas a la administración que viene. Es muy saludable enviar un proyecto que eleve las pensiones más bajas, pero no se vale enviarlo desfinanciado. Es muy admirable que en materia de política exterior la autoridad saliente busque la coordinación con la autoridad entrante, pero no se vale intentar que se compartan los «condoros». Prosur es un nonato multilateral, hijo de Cúcuta y de los actos fallidos de los inexpertos asesores de La Moneda que avasallaron a nuestra diplomacia de carrera a inicios de la actual administración. En nuestra doctrina, al que mete la pata le corresponde sacarla. No tiene nada de republicano intentar envolver al Presidente electo en estas tratativas.

Finalmente, la estabilidad también manda desearles la mejor de las suertes a las nuevas autoridades. Especialmente al Presidente electo. Se han preparado para ello, organizaron nuevas fuerzas políticas y también buscan aprender de la historia. Traen aires nuevos. Sus nombres hace rato son conocidos por su participación en las luchas sociales y su presencia en el trabajo legislativo y en el debate político. Podremos estar de acuerdo o no con sus propuestas, pero nadie podría decir que son desconocidos ni recién aparecidos. Por todo eso, es realmente de mal gusto la moda de decirle (¿desde cuál pedestal?) al Presidente electo lo que tiene que hacer, peor aún, es impertinente cuando esto se hace en forma pública. En estos días, parte de la comentocracia doméstica cree necesario pontificar al respecto. Más respeto con la autoridad, por favor. Respetar a la autoridad es parte de un sano republicanismo y el exceso de ego no ayuda a ello.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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