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Gracias canadian truckers Opinión

Gracias canadian truckers

Diana Pey Tumanoff
Por : Diana Pey Tumanoff Médica general de la Universidad de Chile. Magíster en Salud Pública de la Universidad de Valparaíso.
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Hemos necesitado un freedom convoy/convoy por la libertad para salir del status quo de un único y mismo discurso, repetitivo, desde los gobiernos del mundo: “todo es por nuestro bien, las vacunas son seguras y eficaces, es el único camino, el buen ciudadano debe solidarizar con los demás, los niños deben salvar a los ancianos, los que no se vacunan son los que generan variantes, deben ser forzados, acorralados, etc.”.

El convoy de miles de camioneros, estimados en más de 50.000, pero de difícil cuantificación exacta al estar dispersos dentro y en torno a las principales ciudades de Canadá, los camioneros por la libertad, junto a cowboys, tractores agrícolas, automóviles de familias y manifestantes de toda edad que se han ido sumando al trayecto y en los centros de las ciudades con banderas, bailes y estruendosas bocinas, hacen imposible no abrirse a la escucha, y solo queda prestar atención a las voces humanas “no minoritarias, ni inaceptables”, como describe el primer ministro canadiense Justin Trudeau. Voces reales, voces de los sin voz, de camioneros, sí, pero también de ciudadanos de a pie, de familias y de médicos con un conocimiento que les respalda: verdades éticas, derechos humanos, conocimiento científico, respeto al juramento hipocrático, al consentimiento informado, a la intimidad en la relación médico paciente, al derecho a tratar y por sobre todo a la libertad de elección y de expresión.

El parlamento canadiense, ante las “inesperadas visitas”, discute justamente sobre el derecho a la libertad de expresión y a ser recibidos para exponer sus demandas —este convoy partió luego de 20 meses de espera para una audiencia con el primer ministro por parte del gremio de camioneros—. Mientras tanto, miles de camioneros y ciudadanos, estimados en sus mayores concentraciones en un millón y medio, siguen reunidos pacíficamente en torno a la ciudad de Ottawa, capital política de Canadá.

¿Por qué se ha debido llegar hasta una toma de la ciudad por parte de miles de camiones? ¿Cuántos han llegado a la ciudad de Ottawa? ¿Hasta cuándo se quedarán? Lo que los truckers demandan no es nada utópico, ni fantasioso; su demanda es de lo más natural: recuperar la libertad que nunca debió sernos arrebatada. La carta de derechos fundamentales, las constituciones políticas de cada país, el Código de Nüremberg, los tratados en ética y una diversidad de instrumentos creados para preservar el bien de las personas y de la comunidad, han sido traspasados con medidas, para muchos, de carácter no solo abusivas, sino tiránicas. Y es que no son pocos quienes perciben la actual situación político-sanitaria del mundo como una tiranía sanitaria global.

Los ciudadanos canadienses, al igual que diversos países del globo, han sido sometidos a múltiples mandatos, como el de condicionar la libre movilidad según se haya aceptado recibir las inoculaciones experimentales en curso o no; y otros de más extrema inhumanidad como impedir el ingreso de los niños a las escuelas, a tiendas de ventas de artículos personales y alimentos, a acompañar parientes a los hospitales y hasta exigir impuestos extras a las personas no vacunadas para cubrir gastos asociados a la pandemia, entre otros.

Para comprender la magnitud de la injusticia percibida frente a estas medidas —si a alguno no le parece suficiente la transgresión de los más básicos derechos humanos a la libre movilidad, al libre acceso a la cultura, a la educación, a la religión, a la libertad ante la forma de tratamiento o salud, el libre acceso al trabajo y el derecho a la privacidad de información médica personal— quizás este es el momento para atreverse a leer, que aquí ha habido dos narrativas brutalmente diferentes para una misma historia: una, repetida como un guión grabado que viene de algún comando o cúpula central con una aparente refinada y muy bien elaborada ingeniería social, con estrategias comunicacionales altamente efectivas, a través de los medios masivos, con descripciones  de la realidad muy atemorizantes, no exactamente fieles a los hechos, con una muy alta credibilidad de los auditores; junto a un tiránico silenciamiento de quienes intentan expresar toda segunda voz, de quienes poseen conocimiento virológico-epidemiológico-médico, y/o todo quien ose atreverse a pensar, informar, transmitir evidencias, estudios, observaciones, conclusiones distintas a las ofrecidas por la narrativa oficial impuesta para ser aceptada y generalizada como “la verdad”.

Para poder expresar sus alertas y sugerencias, en disonancia con la narrativa oficial, científicos, investigadores y médicos de renombre, debieron buscar otras formas de comunicación no sesgadas y audiencias en un mundo receptor que sí existe. Las verdades, invisibilizadas por el discurso oficial, están por fin siendo discutidas y difundidas. Distintos parlamentos del mundo, como el de Reino Unido, Austria, Israel y otros debaten hoy, cada vez con mayor conocimiento, lo que se ha ido investigando y descubriendo durante estos últimos 2 años.

La primera gran pregunta tiene relación con el origen viral. ¿Es realmente “natural” como lo señala el repetido discurso? ¿O es sintético con décadas de desarrollo en distintos laboratorios de “ganancia de función”? Investigadores, médicos, fiscales, abogados y otros especialistas, se están reuniendo en colaboración para investigar y debatir si este virus SARS CoV-2 fue creado y liberado intencionalmente o fue accidental, cuál es la razón para haber prohibido tratamientos precoces, seguros y eficaces                       —desencadenando un escenario COVID 19 de enfermedad, contagio y agravación “sin tratamiento”, con inevitables números de PCR + (verdaderos o falsos) escalando a diario, transformada rápidamente en una trampa de miedo y desesperanza—. Y finalmente, cuáles fueron las razones para el forzamiento a recibir con buena cara y sin chistar, substancias desconocidas por las mismas autoridades: inoculaciones experimentales con incierta composición, seguridad y eficacia, pero ofrecidas como única salvación. En el discurso “voluntarias”, pero en la práctica fuertemente impuestas… cuyos estudios preclínicos y contratos, aún no han sido transparentados, por lo que nadie sabe quienes serán los responsables “si algo sale mal”.

Médicos de larga experiencia tanto clínica como científica corroboran que nunca hubo probada seguridad y no hay tal eficacia, sino al contrario: ya nadie puede negar la cantidad de efectos adversos graves, reflejado tanto en plataformas de reportes de eventos adversos (VAERS), como en la cotidiana observación del gran aumento de infartos, accidentes vasculares y muertes súbitas, entre otros. Las imágenes de deportistas del mundo que caen en pleno juego están a la vista de todos, testimonios de niños y jóvenes que empiezan a tener infartos, miocarditis, trombosis y otros que nunca deberían suceder, de no tener antecedentes previos de enfermedad.

Algunos de estos médicos son el cardiólogo Peter Mc Cullough,  el experto en medicina pulmonar, Pierre Kory, el médico general Vladimir Zelenko, el creador de la tecnología ARN mensajero Robert Malone; la experta en ecología molecular, Karina Acevedo, el patólogo Ryan Cole, el experto en vacunas y virólogo Geert Vanden Bossche, el exejecutivo de Pfizer, Mike Yeadon, el especialista en enfermedades infecciosas, Christian Perronne y el recientemente fallecido virólogo e investigador francés, Premio Nobel de medicina, Luc Montagnier, quienes acusan se podría haber evitado gran número de hospitalizaciones y muertes de haberse liberado el conocimiento respecto de protocolos de tratamiento precoz- indicados con éxito por diversos equipos clínicos como primer mecanismo de control de esta pandemia.

Diversas comunidades han empezado a acceder a información y estudios que se ha intentado desacreditar y mantener en la sombra con mecanismos censores en absoluto éticos ni democráticos, como es el caso de estos médicos que son literalmente perseguidos en Google con artículos de fake news, como “negacionistas” o “antivacunas” en wikipedia y verificadores dudosos por ejercer su libertad de expresión y divergencia en torno al tratamiento de la pandemia y exigir un debate científico independiente. Sin embargo, igualmente las personas empiezan a reconocer que —vacunados o no— juntos, es como será posible defender los derechos fundamentales perdidos y terminar con restricciones abusivas.

Los camioneros de Canadá, independientemente del grado de su conocimiento sobre estudios moleculares, virológicos, epidemiológicos o clínicos, son testigos del diario acontecer, y están en pleno conocimiento de sus derechos humanos y de las incongruencias de los mandatos que les exigen impuestos extras, exámenes continuos, o pases que coartan su libertad de desplazamiento, trabajo, acceso a alimentos, a elegir cómo cuidar de su salud individual y familiar, y sin duda cuentan con una clara percepción de en qué momento se ha traspasado la línea de lo tolerable.

Los camioneros de Canadá con su convoy de no-violencia activa están demostrando con gran fortaleza y paz, que es no sólo posible, sino un imperativo, movilizarnos la comunidad toda, por el retorno a la libertad en respeto a los derechos humanos fundamentales. Es así que han recibido el apoyo presencial de camioneros de todas partes de EEUU, y un impresionante apoyo económico en donaciones de diversas partes del mundo (al rededor de 20 millones de dólares canadienses, a través de distintas plataformas de crowdfunding), aunque hay que decirlo, los intentos de bloquear su acceso a ellos son también abismales.

El convoy por la libertad es todavía noticia en desarrollo, su iniciativa ha desencadenado un eco en todas direcciones. Sabemos del surgimiento de convoyes similares en Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Alemania, Bélgica, Finlandia, Italia, Francia, Países Bajos, México, Brasil, Argentina y la suma continúa. La demanda colectiva es “detengan los mandatos del mundo”. Y desde el mundo legal, luego de largos preparativos, se inició coincidentemente también la primera semana de febrero 2022, el Juicio Ciudadano de Ley Natural denominado “Nüremberg II”, gran juicio liderado por el abogado alemán Reiner Füellmich.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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