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¿Alguien sabe quién quemó el Metro? Carta al Presidente Gabriel Boric Opinión

¿Alguien sabe quién quemó el Metro? Carta al Presidente Gabriel Boric

Patricia Crispi
Por : Patricia Crispi Escritora y dramaturga
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Estimado Presidente Gabriel Boric, sabemos que cuando pases de Presidente electo a Presidente a secas te esperan desafíos de todo orden y magnitud. Y que la guerra al otro lado del mundo eclipsa aún más la ocurrida por estos lados, bajo tierra, hace dos años. Pero Chile requiere poner luz a este asunto y más temprano que tarde, para que las alamedas se abran, tu Gobierno debiera dar respuesta al enigma. ¿Quién quemó el Metro?


Ocurrió hace más de dos años, el 18 de octubre de 2019, fecha de inicio del estallido social. Esa noche, 118 estaciones del Metro de Santiago fueron quemadas (7 totalmente; 18 parcialmente; 93 con múltiples daños). La mayor parte de la red quedó inutilizada y la calidad de vida de cientos de miles de personas, se vio afectada. Repararlo costó mucho tiempo y dinero (casi un año y 225 millones de dólares). El Ministerio del Interior presentó 21 querellas y la empresa Metro presentó 93. Hubo decenas de imputados, pero a dos años del suceso el único condenado es un menor de 17 años (B.E.S.M.) que cumple su pena en Sename.

No deja de ser sorprendente. Más sorprende que el Parlamento no haya formado una comisión investigadora, que ningún periodista se haya focalizado en el tema, que nadie haya demandado al Presidente Piñera una respuesta acorde. ¡Si lo han acusado de todo… menos de esto! ¿Cómo es que, en dos años, nadie ha dado una respuesta razonable?

Estimado Presidente Gabriel Boric, te lo pregunté cuando –entre el estallido y la pandemia– coincidimos en una celebración al ritmo de El derecho de vivir en paz. Entonces era mi obsesión. No es que haya dejado de serlo, pero la seguidilla de acontecimientos que desde entonces no ha parado, la fue dejando a un lado.

Por una parte, la revuelta, marchas, quemas, balines y lacrimógenas, personas presas, personas muertas y heridas, violaciones de Derechos Humanos, 460 ojos cegados.

Por otro lado la nueva Constitución, plebiscito, paridad de género, pueblos originarios. Tercer lado, el COVID, muertos y contagiados, cuarentenas, vacunas, mutaciones del virus y de nuestra forma de vincularnos.

Un cuarto lado con recesión, desempleo, retiros del 10% y la temida inflación.

Y completando la estrella, en quinto lado, las elecciones, desde constituyentes-gobernadores-parlamentarios, hasta las presidenciales en primarias-primera-segunda vuelta, al fin de lo cual te has convertido en Presidente electo.

Cuando te lo pregunté me dijiste que no lo sabías. Pero tendrás alguna hipótesis, insistí. Tu respuesta no tuvo más elementos que la de cualquier hijo de vecino. El asunto es que ya no eras cualquier hijo de vecino. Otros diputados –en otras celebraciones– tampoco supieron darme una mejor respuesta. Claramente no formaba parte de las preocupaciones de los políticos en aquel entonces. Tampoco ahora. De lo que escucho, no forma parte de ninguna conversación. Y eso es lo que más me preocupa: que a nadie le preocupe.

Primero se habló de un plan orquestado desde afuera, cubanos y venezolanos los principales sospechosos. La DINE (Dirección de Inteligencia del Ejército) informó de la presencia de 600 agentes extranjeros. «Estamos en guerra contra un enemigo poderoso», dijo el Presidente Piñera. Casi inmediatamente, la ANI (Agencia Nacional de Inteligencia) informó de errores en el informe de la DINE y este fue desdeñado. No obstante, la Dipolcar (Dirección de Inteligencia de Carabineros) siguió un mes investigando a más de 20 mil venezolanos llegados a Chile los meses previos. Luego apareció el sofisticado informe big data, donde K-pop (estilo musical coreano) pasó a formar parte de una eventual organización extranjera que atacó el Metro. Entre la ironía y el estupor, la noticia dio más vueltas al mundo que el propio estallido.

Entretanto, tomó vuelo la idea de un plan orquestado desde adentro. «Son grupos organizados que se están investigando», dijo la vocera. «Tienen un grado de logística propio de una organización criminal», acotó Piñera. Circularon rumores (que aún persisten) acerca de la autoría del Partido Comunista. Otro rumor habló de terroristas mapuches en alianza con las FARC colombianas. Hubo pesquisas en torno al FPMR y a grupos anarcos. Esta línea investigativa nunca calzó con el blanco elegido ni con el negro de la no reivindicación del suceso. Calzó menos con lo siguiente: si de verdad pintaban de extrema izquierda, el aparataje de seguridad del Gobierno los habría perseguido y encontrado.

El manto de silencio y la actitud pasiva del Gobierno, abrió paso a la hipótesis conspirativa: no pueden encontrarlos porque son ellos mismos. No es fácil entender la lógica. Una manera es considerar la obsesión rayana en la locura del actual Mandatario por transformarse en figura mundial ganándole prestigio a la ex Presidenta Bachelet. La APEC + COP25 eran su trampolín. A comienzos de octubre, poco días antes del inicio del estallido social, la ANI ( que sigue sin ser mi amiga Ana, sino nada menos que la Agencia Nacional de Inteligencia) informó al Gobierno acerca de una revuelta en ciernes. Pero nadie le dio bola, eso dice la historia oficial. Muy por el contrario, la teoría conspirativa dice que el Gobierno del actual jefe de Estado dio a este informe toda la bola del mundo. Previó que una revuelta podía amenazar la realización de la APEC + COP25 y entonces, para desmovilizar a la gente y mantenerla en sus casas, se les cortó el transporte. La gente se movilizó igual y los eventos acabaron suspendidos. Esto ocupó tanta cámara que la locura de Piñera lado B (aumentar al infinitum los millones suyos y de sus amigos), se desdibujó en el olvido. ¿Quién ganó con la quema del Metro? Hubo alguien que hizo un negocio de 225 millones de dólares. Estamos en guerra contra un enemigo poderoso. ¿Quién era el enemigo poderoso para Piñera ese día? ¿Él mismo? ¡Que Freud me ayude!

[cita tipo=»destaque»]Lo único que sabemos es que se trata de un evento misterioso, perpetrado por una organización fantasmal, capaz de operar al unísono con técnicas y recursos complejos, en 118 lugares, sin dejar huellas.[/cita]

En algún momento los organismos competentes (Fiscalía, Ministerio Público, PDI u otros) descartaron que la quema del Metro fuese culpa de una organización criminal. No se habló más de ataques organizados ni de acciones coordinadas. Se trató de algo espontáneo, dijo un fiscal. Pudimos comprobar que fue algo artesanal, dijo otro. Un tercero, más creativo, construyó un relato: puesto que ese día (18 de octubre de 2019) hubo evasiones y disturbios en el Metro, se adelantó el cierre de las estaciones, lo que generó molestia y el deseo –por parte de las personas– de tomarse las estaciones. Y en ese afán y ese ímpetu, las queman.

Surge entonces la tercera hipótesis: fueron personas que sin ponerse de acuerdo coincidieron en un afán autodestructivo (dañar el propio medio de transporte). Esa noche, un ímpetu pirómano recorrió las venas de cientos de personas que sincrónicamente llevaban bajo el brazo acelerantes incendiarios. Porque tómese nota que una estación de Metro no es una casa con muebles y vigas de madera, ni la cabaña del segundo de los tres
chanchitos. No basta con el encendedor que los jóvenes llevan en su bolsillo para prender un pito o con el papel de libros y cuadernos que llevan en sus mochilas. Se requieren recursos y técnicas complejas. Curiosamente, todas las personas las portaban esa noche y supieron usarlas al unísono. No se trata, pues, de una organización concreta con nombre y metas a reivindicar sino de una mera organización de mentes. ¿Dementes? Estamos en guerra contra un enemigo poderoso. ¿Quién era el enemigo poderoso para Piñera ese día? ¿El inconsciente colectivo? ¡Que Jung me ayude!

La cuarta hipótesis pasa por Punta Peuco. Exmilitares con tiempo de sobra para inventar lo que sea, con recursos de sobra para financiar lo que sea, con experiencias en operaciones comando y toda la rabia del mundo por estar encerrados después de haber visitado las cúspides del poder, indignados porque siguen aumentándoles años de cárcel, dolidos porque los poderes fácticos, con el Presidente Piñera a la cabeza… en vez de reconocer que hicimos lo que hicimos para restablecer el orden económico, cuestión que a ellos les permitió hacerse millonarios con las empresas del Estado, tener leyes forestales, de agua, de pesca y AFP donde concentrar su poder, en vez de agradecernos y ponernos estatuas, permiten que nos enjuicien, nos encarcelen y terminemos muriendo en la cárcel como ratas –pienso que piensa uno de los exmilitares–, lo que hizo el Primer Mandatario con el Penal Cordillera no es perdonable… si ahora quiere transformarse en el Rey del Mambo con su famosa APEC + COP25, pues no… el plan fue aguarle la fiesta no solo a él, también a toda esa manga de descerebrados que inventaron lo del cambio climático y van por el mundo de la mano de políticos corruptos vendiendo humo… estaba todo preparado para noviembre, pero la ocasión se adelantó.

Corolario de esta hipótesis: al enemigo no hay que encontrarlo ni castigarlo porque ya está en la cárcel (condenado a cientos de años de prisión por violaciones de Derechos Humanos). Está en la cárcel pero tiene importantes vínculos con el mundo de afuera: militares en retiro y en activo (varios inculpados por fraude al fisco). También civiles. Uno de ellos compitió en las elecciones presidenciales, contigo. Ganó en primera vuelta y por un pelo (en verdad miles de pelos de miles de jóvenes nortinas) no ganó la segunda.

Hemos dibujado cuatro hipótesis pero puede haber más. Por ejemplo, los narcos. Si se les considera un ingrediente adjunto, el menú de opciones se multiplica. A saber: Ex-Dinas + narcos; o Gobierno + narcos; o personas + narcos; o anarcos + narcos (siendo esta última la que mejor rima).

«Estamos en guerra contra un enemigo poderoso… e implacable», dijo el Presiente Piñera, rodeado de militares, en tenidas de combate, el domingo 20 de octubre de 2019. Al día siguiente, el general en jefe del Ejército a cargo del Estado de Emergencia, declaró que él no estaba en guerra con nadie (y la remató añadiendo que él era un hombre feliz). La ciudadanía, en vez de asustarse por la existencia de un enemigo peligroso y quedarse en sus casas, se sintió aludida: Piñera le ha declarado la guerra. Ella (la ciudadanía) tampoco está en guerra con nadie y lo dice a su manera. El 25 de octubre de dicho año, a una semana de iniciado el estallido, un millón y medio de personas se vuelca a las calles. La marcha más grande de la Historia de Chile, pacífica, alegre, autoconvocada, sin banderas de partidos políticos, sin líderes y con cientos de consignas: No estamos en guerra; Chile despertó; Hasta que la dignidad se haga costumbre. Al tablero del juego político se le caen las fichas, al telar de la sedición se le anudan los hilos y en medio de más protestas y más represión, llegamos al 15N.

El espacio agendado para la APEC + COP25, lo ocupó el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución. Un acuerdo bajo presión. ¿Quiénes presionaban a los políticos ese día a tal punto que trabajaron hasta a las 2 a.m? ¿Qué otro poder los amenazó a tal punto que la extrema derecha tuvo que decir «ok, chao Constitución de Pinochet»? 2+2 casi siempre es 4.

La enésima punta de la estrella patria la dibujó Cecilia. Nos reímos mucho. Pero a juzgar por el tabú que subyace y persiste, lo más plausible es que sí: fueron alienígenas.

En resumen, no sabemos nada. Ni si fue de aquí o de allá, si del lado derecho o del lado izquierdo, si planeada desde el consciente o desde el inconsciente. Lo único que sabemos es que se trata de un evento misterioso, perpetrado por una organización fantasmal, capaz de operar al unísono con técnicas y recursos complejos, en 118 lugares, sin dejar huellas. ¿Cómo podemos seguir durmiendo tranquilos sabiendo que en Chile existe un poder destructor impune de tal magnitud?

Estimado Presidente Gabriel Boric, sabemos que cuando pases de Presidente electo a Presidente a secas te esperan desafíos de todo orden y magnitud. Y que la guerra al otro lado del mundo eclipsa aún más la ocurrida por estos lados, bajo tierra, hace dos años. Pero Chile requiere poner luz a este asunto y más temprano que tarde, para que las alamedas se abran, tu Gobierno debiera dar respuesta al enigma. ¿Quién quemó el Metro?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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