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Bienvenido el “estilo Boric” Opinión Crédito: Agencia UNO

Bienvenido el “estilo Boric”

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Espero que al Presidente la vaya bien, porque le irá bien a Chile, que después de más de dos años de doble crisis –el 18-O y la pandemia– necesita mirar para adelante, necesita tener fe y esperanza, pese a que el camino se ve pedregoso –y suma ahora la guerra–. Espero que los que hablaban, antes de que asumiera, de “atrofiar” el Gobierno, es decir, boicotearlo, le den una oportunidad a este hombre joven, de 36 años, lleno de energía, que en 2011 ya prometía que lucharía por cambiar la desigualdad de este país. No cabe duda que la llamada “luna de miel”, esa especie de período de gracia que la oposición y otros poderosos les otorgaban a los presidentes, será muy corta o tal vez ni siquiera exista. Pero creo que el viernes la gente, los ciudadanos, los chilenos, dejaron en evidencia que sí están dispuestos a jugarse por que a Boric le vaya bien. Sin duda, la mejor partida.


Es difícil describir lo que pasó el 11 de marzo. Partamos por el hecho de que fue una verdadera fiesta, no solo para el nuevo Mandatario y su equipo, sino también para la gente, la ciudadanía. Calles repletas con banderas multicolores. Adultos, niños, familias, y especialmente jóvenes, que recibieron a Gabriel Boric como un verdadero rockstar. Gritos de delirio se observaron entre quienes lograron recibir un saludo, un apretón de mano o sacarse una selfie con un Presidente que, saliéndose –desde el primer momento– del protocolo al que estábamos malacostumbrados, se acercaba a la gente, abrazaba, recibía regalos y palabras de aliento. La Boricmanía en su máxima expresión.

Boric demostró, en unas pocas horas, que su estilo de liderazgo será muy distinto a todos sus antecesores. Usando un tono emocional, afectivo (“tenemos que abrazarnos… tenemos que querernos, cuidarnos”), convocante (“este será un Gobierno de todos y todas”) y empático (“no van a estar solos, los vamos a apoyar”), en apenas 25 minutos  fue capaz de hacer un diagnóstico muy certero de los problemas que deberá enfrentar de inmediato –varios herencia de Piñera–, como la migración, La Araucanía y delincuencia.

El discurso del viernes, en el balcón de La Moneda, fue una pieza magistral: bien construida, clara y en el estilo Boric. Apeló a los grupos que lo apoyaron con fervor en la campaña (“el clamor feminista”), entregó mensajes muy certeros de cómo enfrentará algunas problemáticas –por ejemplo, la migración de manera multilateral con otros países limítrofes–, recalcó que no partía de cero, haciendo un reconocimiento explícito a los exmandatarios y exmandataria –varios de la ex Concertación–, nombrando a todos, menos a Piñera, y fue muy claro en que apoyará decididamente a la Convención Constitucional para que llegue a buen puerto. Además, pasó un mensaje contundente: la nueva Constitución debe unirnos y no dividirnos y debe ser “para todos y no para unos pocos”. Este fue, quizás, el mensaje político más importante y directo hacia los y las convencionales y de las intenciones que tendrá el nuevo Gobierno, de buscar acuerdos y prestarle un salvavidas a una Convención que ha sufrido una importante baja en el respaldo. Es muy probable que la primera ayuda sea alargar los plazos, ya que hoy es completamente imposible cumplir con tener el borrador el 29 de abril.

El estilo mostrado por el Presidente es alentador y necesario. Aunque se mantuvieron los ritos ceremoniales pomposos de los traspasos de mando, Boric fue capaz de proyectar símbolos que, de seguro, facilitan la identificación de una población cansada de la política y los políticos de las últimas décadas. Afectuoso, sonriente, sin corbata, sencillo a pesar del poder. Pero especialmente al nuevo Jefe de Estado se le vio espontáneo. Espontáneo para acercarse a la gente, espontáneo con sus suspiros –al momento de firmar el acta que lo convirtió en Presidente y, por supuesto, cuando terminó el discurso–, espontáneo al saludar a quien se le cruzaba por delante, incluyendo a desconcertados guardias de Palacio, edecanes y funcionarios.

Pero no todo fue símbolos y señales. El discurso del Primer Mandatario reconoció a la clase media, a los pueblos originarios y a las minorías. Fue claro en los temas de derechos humanos y contaminación –les habló a los habitantes de Lota y Puchuncaví– y planteó que enfrentaría los problemas de las dos macrozonas en Estado de Excepción –otra herencia de Piñera–, pero haciendo un giro de tuercas (“este no es el conflicto mapuche, es el conflicto del Estado de Chile con el pueblo mapuche”). No hizo promesas, pero insistió en que este sería un Gobierno que escucharía. No utilizó eslóganes que confundieran –como fue antes “tiempos mejores”–, pero sí fue capaz de asumir que cometerían errores y “esos errores deberemos enmendarlos con humildad”.

Boric encabezará un nuevo ciclo político, un cambio que le hacía falta al país. Con su llegada, comenzaron a derribarse varios de los paradigmas en que se sustentó la política chilena desde 1990, partiendo por esa lógica de repartirse el poder entre dos grandes bloques. Pero, principalmente, Gabriel Boric representa lo contrario a todos los mandatarios y mandataria que hemos tenido en Chile. Un hombre de región, millennial, soltero, conviviente. No tiene título universitario –aún–, ni menos posgrados en prestigiosas universidades extranjeras como sus antecesores. Vivirá en el Barrio Yungay, usa las redes sociales y lo vimos bajando sus cajas de la mudanza, como un chileno más. ¿Con quién se identificará más la gente, con personajes como Lagos o Piñera o con quien acabo de describir?

Sin duda, este nuevo estilo de liderazgo será muy importante para lo que viene. El mismo Mandatario ya advirtió que serán tiempos complejos, que la ruta será difícil y que los cambios no serán inmediatos (“vamos lento porque vamos lejos”). En tiempos difíciles, la historia ha demostrado que no basta una gestión logística impecable, como lo fue el proceso de las vacunas de Piñera, o solo una voz dura y firme –que Boric deberá asumir también–. La gente necesita, además, ser invitada a ser parte de un proyecto país –como lo hizo en su discurso– y ver, en quien es el conductor, palabras de afecto, de comprensión, de cercanía. Bachelet tenía mucho de eso –qué decir de Zelenski en Ucrania–, aunque Boric tiene la ventaja de ser más audaz y rompedor de los moldes tradicionales.

El viernes 11 también vimos a un Gabriel Boric distinto al que saludó a la gente aquella noche en que logró el apoyo del 55% de los(as) chilenos(as). Se le ve más maduro, más tranquilo. Y aunque no ha perdido su esencia, usa mejor su lenguaje corporal, utiliza pausas, maneja mejor los silencios, las manos y el tono. Dudo que hace un año el ahora Mandatario hubiera imaginado que estaría en la posición de actual –de hecho, recién entraba a las encuestas con un 2% de apoyo–. La verdad, Boric es una especie de Presidente impensado. Y eso es precisamente lo que le da más valor.

Espero que al Presidente la vaya bien, porque le irá bien a Chile, que después de más de dos años de doble crisis –el 18-O y la pandemia– necesita mirar para adelante, necesita tener fe y esperanza, pese a que el camino se ve pedregoso –y suma ahora la guerra–. Espero que los que hablaban, antes de que asumiera, de “atrofiar” el Gobierno, es decir, boicotearlo, le den una oportunidad a este hombre joven de 36 años, lleno de energía, que en 2011 ya prometía que lucharía por cambiar la desigualdad de este país. No cabe duda que la llamada “luna de miel”, esa especie de período de gracia que la oposición y otros poderosos les otorgaban a los presidentes, será muy corta o tal vez ni siquiera exista. Pero creo que el viernes la gente, los ciudadanos, los chilenos, dejaron en evidencia que sí están dispuestos a jugarse por que a Boric le vaya bien. Sin duda, la mejor partida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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