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Elecciones en Estados (des)Unidos y en crisis MUNDO

Elecciones en Estados (des)Unidos y en crisis

Mladen Yopo
Por : Mladen Yopo Investigador de Política Global en Universidad SEK
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Además de las instituciones, son las prácticas políticas que hoy se han roto en EE.UU., como la tolerancia y la contención institucional (o la decisión de hacer menos de lo que la ley permite), haciendo que el sistema constitucional de controles y equilibrios no funcione como previeron los padres fundadores. Más allá de las diferencias, no hay creencias y practicas compartidas en una sociedad plural y multiversa, donde el otro es a la vez muy distinto de nosotros y parte del nosotros. En EE.UU. los problemas de la administración son hoy una buena noticia para los republicanos, pero la decisión de la Corte Suprema de abolir Wade v/s Roe, además de haber ahondado la grieta, podría tener la consecuencia de que los ciudadanos estadounidenses menos conservadores estén más motivados que nunca para votar en las elecciones de mitad de mandato, dando un nuevo impulso a la bancada demócrata y al presidente Biden, preocupación asumida y expresada por Trump y los republicanos.


Este 8 de noviembre se llevarán a cabo las elecciones intermedias en EE.UU., unos comicios que se celebran cada dos años y/o a la mitad del mandato presidencial. Son elecciones cruciales en el rumbo del país, porque en ellas se ve el control/presencia del partido Republicano y Demócrata en el Congreso (se renueva un tercio del Senado, es decir, 34 de los 100 escaños y los 435 asientos en la Cámara de Representantes). También, se redistribuye el poder federal al elegirse en 36 estados nuevos gobernadores, además de otros puestos claves para leyes y elecciones futuras. Por último, sirven como una especie de referendo sobre la presidencia de Biden, lo que es un barómetro inicial para la próxima presidencial de 2024.

Sin embargo, y más allá de la importancia natural de la misma, lo novedoso es que estas elecciones se dan en un contexto de alta conflictividad que puede catalogarse como la fractura político-social más seria que afecta a EE.UU. desde la Guerra de Secesión de 1861-1865, particularmente a partir de un partido Republicano “trumpetizado” y alejado de los formatos democráticos, con prácticas que afectan profundamente la calidad de la democracia. Grafica esta grieta el hecho de que ya en las últimas elecciones presidenciales se marcó un récord histórico en participación con 158,4 millones de votos (casi  dos tercios de los posibles votantes); es decir, el voto se revaloró como factor decisor ante un “desafío-amenaza”.

El Senado hoy está partido en dos, hay 50 republicanos y 50 demócratas y es el voto de la vicepresidenta, Kamala Harris, la que deshace el empate en favor de los demócratas de acuerdo al Art. 1 de la Constitución que le otorga ese derecho solo para empates. Pero, finalmente, hay un empantanamiento como lo demuestra el tortuoso esfuerzo por aprobar, incluso, medidas rudimentarias, básicas, de seguridad de las armas de fuego en el Senado (los liberales observan con horror los tiroteos con víctimas, los republicanos creen que el derecho a  las armas están en peligro). En este escenario, algunas de las principales disputas se darán en Arizona, Georgia, Nevada y Nueva Hampshire, donde el presidente Biden ganó el 2020 y hay cuatro demócratas con posibilidades. Los republicanos tienen titulares que buscan la reelección en los disputados Wisconsin y Florida, y están defendiendo tres escaños en los estados de Pensilvania, Carolina del Norte y Ohio. En la Cámara de Representantes, los republicanos necesitan ganar cinco escaños para ganar el control. Si esto sucede, los demócratas perderían la mayoría obtenida el 2018, una que les ha permitido aprobar desde un juicio político a Trump hasta crear una comisión selecta que investiga el asalto al Capitolio. Por último, de los 50 estados de la Unión, actualmente hay 27 de los republicanos y 23 de los demócratas, y de ellos 36 están en disputa. A esta batalla estadual se suma la disputa para los puestos de secretario de estado y fiscal general, que serán vitales en el desarrollo de las elecciones presidenciales venideras y donde se dará un fuerte combate para ampliar o limitar las votaciones y luego su recuento (CNN.com 14/07/2022).

Entre los temas de la agenda, además de las disputas geopolíticas/poder del escenario internacional (léase con China y Rusia en especial), está la incertidumbre económica derivada de la alta inflación (alcanzó un 9,1% en el último año, la más alta desde 1981) provocada por la guerra de Rusia en Ucrania, más el agotamiento por la pandemia y la disputa con China. También, resalta el aborto luego del fallo de una Corte Suprema de mayoría conservadora (6 a 3) con el nombramiento de Trump de Amy Coney Barrett, que anuló el fallo de Roe v/s Wade que despenalizaba el aborto, dejando este derecho en las manos de las leyes estatales. Este fallo no sólo creará diferencias al interior de la Unión y afectará a los más pobres, sino que, por la sentencia, se convirtió en una amenaza para otros derechos fundamentales (la anticoncepción, el matrimonio interracial y el matrimonio homosexual). Precisamente, la batalla política encontró hoy su gran símbolo en la cuestión del aborto.

Otro tema de la discusión son las inmigraciones, donde los candidatos republicanos, y el propio Trump, las siguen criminalizado en su intento de infundir miedo. Se oponen a cualquier legalización de los 12 millones de ilegales desconociendo el acuerdo bipartidista del 2013, y, también, de otras propuestas humanitarias como el Dream Act – DACA. Los demócratas, por su lado, si bien se ha mostrado más favorable a la legalización y han puesto, por ejemplo, fin al Titulo 42 (norma sanitaria creada por Trump para expulsar inmigrante por razones sanitarias), también han catalogado de “inaceptable” la inmigración ilegal como lo expresó en la Cumbre de las Américas el presidente Biden. Todo esto a pesar de la retórica de los derechos que otorga la Decimocuarta Enmienda a los inmigrantes y/o que desde su fundación EE.UU. ha promovido los ideales que garantizan la oportunidad de prosperar y tener éxito para lograr una movilidad social (interesante es el libro de Sarah Chuchwell, «Behold, America: A history of America First and the American Dream»).

Por último, el contexto electoral está marcado por el ejercicio crudo del poder de Trump, quien ha secuestrado el Partido Republicano en vista a retomar la Casa Blanca a como dé lugar. Desde su finca de Mar-a-Lago, además de recaudar fondos para promover su campaña y la de sus protegidos, Trump sigue proyectando su poder sobre el partido. El Chicago Tribune (20/04/2022), por ejemplo, relata que “durante 15 meses, un desfile de aspirantes (senadores, gobernadores, líderes del Congreso y contendientes republicanos de todas las tendencias) le han jurado su lealtad y le han presentado su candidatura. Algunos han contratado a los asesores del expresidente con la esperanza de obtener una ventaja al buscar su respaldo. Otros han comprado anuncios en Fox News que solo se transmiten en el sur de Florida. Están los que le llevan regalos y los que sacan los trapos sucios, pero casi todos repiten la mentira de que las elecciones de 2020 fueron robadas”.

Mónica MacDermott, profesora de ciencia política de la Universidad de Fordham, dice que Trump “sigue succionando todo el oxígeno que hay para los republicanos. A algunos parece gustarles eso, a otros no, pero nadie parece capaz de superarlo, en nombre del partido; o de presentarse como una alternativa para liderar el partido, así que por el momento están atascados con él” (elDiario.com 27/04/2021). El establishment republicano hoy está reducido a espectador en medio de un claro ejercicio de autoritarismo transaccional y clientelista de Trump, quien ha emprendido una agresiva campaña de venganza en contra de los republicanos que lo han criticado, respaldando a más de 140 candidatos en puesto claves, despreciando a otros e inmiscuyéndose en las primarias internas.

No se espera que Trump tenga rivales de peso en el 2024, a pesar de voces disidentes que adelantan una fisura entre los republicanos. Ya en el 2020, cuando buscó la reelección, sus aliados despejaron el camino y no tuvo oposición, incluso se cancelaron algunas primarias. Varias figuras leales a Trump, pero que también lo han criticado contemplan postularse, entre ellos, el exgobernador de Nueva Jersey Chris Christie, el exvicepresidente Mike Pence, el gobernador de la Florida Ron DeSantis y la exembajadora Nikki Haley. La mayoría de ellos, no obstante, han bañado a Trump con más elogios que críticas. Figuras como Cheney, Hogan y Kinzinger serían los únicos antagonistas verdaderos (antitrumpistas), pero tienen pocas posibilidades frente a la aceitada maquinaria trumpista (Los Angeles Times del 12/03/2022). Ya algunos de los opositores al expresidente han sido sancionados por el partido por hablar de intento de golpe de Estado con el asalto al Capitolio en medio de las audiencias del comité que investiga este hecho, donde han surgido pruebas y testimonios incriminadores que aumentan la presión para iniciar un proceso judicial en contra de Trump. A principios de año, una encuesta de CBS arrojaba que siete de cada diez republicanos decía que Trump debería volver a postularse y que es el candidato con mejores perspectivas (The New York Times 21/06/2022).

El discurso y la campaña

Con las primarias en Texas, el 01/03, se dio inicio el proceso electoral de medio termino y las últimas serán las de Delaware, Nueva Hampshire y Rhode Island, el 13/09. Cada una de estas primarias está rodeada de múltiples esferas y efectos de la grieta; por ejemplo, como lo demuestra el retiro por parte de la organización de las Grandes Ligas del béisbol de EE.UU. (MLB) de su Juego de las Estrellas de Georgia en castigo por la nueva ley estatal restrictiva del voto impuesta por los republicanos, una decisión que el gobernador Brian Kemp criticó y dijo que responde a «temores y mentiras de activistas liberales».

Trump y sus huestes se han dedicado, en forma continua y sin la más mínima responsabilidad política, a desparramar el miedo apoyándose en fake news, rumores, afirmaciones o teorías sin sustento que esparcen en sus discursos, declaraciones, redes sociales y avisos pagados. En sus contenidos, por ejemplo, pretenden hacer creer a los granjeros blancos de baja educación del centro del país que las minorías e inmigrantes van a afectar/insegurizar su trabajo y modo de vida; a los profesionales anglosajones que pagaron una costosa educación que serán suplantados por médicos hindúes o ingenieros latinos; a los pequeños emprendedores que la fuerza de trabajo hispana o negra subsidiada haría sus negocios inviables; a los policías que teman que no van a recibir suficiente presupuesto y respaldo político, dejando así a la población suburbana sin  protección frente a minorías “violentas y vengativas”; a los militares que el presupuesto será reducido en un 20% o más para pagar mejoras sociales (ya existen en la policía y FF.AA. una amplia infiltración organizaciones racistas como lo demostró el asalto al Capitolio y las investigaciones posteriores (elperiodico.com 16/01/2021); o que el país entrará en crisis y llegará el socialismo. Buscan inculcar miedo ante cualquier acción que tenga que ver con la reducción de la desigualdad (en EE.UU. hay 140 millones pobres), la promoción de los DD.HH. o de la democracia.

Es claro que esta polarización puede despedazar las normas democráticas incluso en EE.UU. Cuando las diferencias socioeconómicas, raciales o religiosas dan lugar a un partidismo extremo como el de Trump y sus seguidores, en el que las sociedades se clasifican por bandos políticos, cuyas concepciones del mundo no solo son distintas, sino mutuamente excluyentes, haciendo la tolerancia más difícil de sostener. Esta concepción maniquea explicaría el asalto a la sede del poder legislativo de la principal democracia del mundo (el Capitolio).

En 2019, el historiador Andrés Malmud escribió un muy buen artículo titulado: “¿Se está muriendo la democracia?” (Nueva Sociedad N°282), en el que destacaba que en los 90’ “la democracia pareció convertirse en el único régimen político posible. Era la “Tercera Ola de Democratización” de Samuel Huntington y celebrada como definitiva por Francis Fukuyama con el fin de la historia y que comenzó las caídas de las dictaduras portuguesa, griega y española en los 70′ y barrió luego con todos los gobiernos militares de América Latina, con todos los autoritarismos comunistas en la Unión Soviética y Europa del Este, y con decenas de dictaduras personales y regímenes militares en África y Asia. Sin embargo, recalca que tres décadas más tarde, esa misma democracia está siendo asediada por los populismos autoritarios desde adentro y por las autocracias desde afuera.

Para Carlos Gervasoni (El Clarín.com 15/07/2020) la tercera ola perdió impulso, expresando que a “los tempranos casos de erosión democrática en Rusia y Venezuela siguieron Turquía y Hungría. Más aún, en el último lustro tres de las mayores democracias del mundo (Brasil, EE.UU. e India) han sufrido preocupantes declives democráticos. Desde hace una década hay más países autocratrizándose que democratizándose”. En el 2019 los politólogos europeos Anna Lührmann y Staffan Lindberg explicaron esto en su artículo sobre la “Tercera ola de autocratización”. Su argumento es que a cada ola de democratización la sucede una contra ola (ya van 3) en la que la democracia retrocede. La primera ola (de 1926 a 1942) vio a la democracia ceder frente al ascenso de los totalitarismos fascistas y comunistas. Una segunda ola autoritaria se desarrolló entre 1961 y 1977 y afectó con particular intensidad a América Latina. Sobrevivieron tres democracias: Costa Rica y Venezuela y la actual ola autoritaria que afecta a todas las regiones del mundo, incluyendo algunas democracias consolidadas y/o países desarrollados, envuelta, tanto, en retórica progresista y redistributiva, como en ideas reaccionarias y xenófobas. Ante ello, Malmud se preguntaba “¿Se está muriendo la democracia? La respuesta corta fue que “no” y, sin embargo, seguimos escuchando conceptos como “recesión democrática”, “erosión democrática”, “debilidad democrática”, etc. Hallazgos de Varieties of Democracy, sin embargo, apuntan en una dirección más optimista, al decir que la proporción de países democráticos sigue siendo una de las más altas de la historia y que continúa habiendo progreso democrático en varias naciones.

Según el politólogo estadounidense Philippe Schmitter (uno de los padres de la transitología) no hay nada nuevo en el hecho de que las democracias estén en crisis, sino que la gravedad de la crisis actual se debe a que involucra un conjunto de desafíos simultáneos en vez de consecutivos. En todo caso, y más allá de estas olas y contra olas o de los desafíos simultáneos, el patrón clave para que las democracias se debiliten ha cambiado. La imagen típica del quiebre era un general deponiendo a un presidente electo (imagen graficada magistralmente en las caricaturas de Quino y Guillo). Era la interrupción inconstitucional de un gobierno por parte de otro agente del Estado que, a la vez, expresaba un cambio de régimen y/o por los “autogolpe” y/o la invasión extranjera. Hoy; sin embargo, domina la erosión gradual de las instituciones por parte de líderes autocráticos electos como los Trump o Bolsonaro. Ahora las democracias mueren de a poco, se desangran entre la indignación del electorado frustrado/asustando y la acción corrosiva de los demagogos con su “caja de herramientas” que incluye la demonización de la oposición, el debilitamiento de los controles legislativos y judiciales (los contrapesos) y el ataque a los medios de comunicación críticos a través de los llamados golpes con adjetivo, parafraseando a David Collier y Steven Levitsky.

En esta perspectiva erosionadora, además de difundir el miedo, los legisladores y activistas republicanos están buscando a lo largo de la Unión cambiar reglas de votación luego de perder las presidenciales, con una oleada de iniciativas que en la práctica limitarían el acceso a las urnas. Hasta marzo se había presentado un total de 361 proyectos de ley con «disposiciones restrictivas» en 47 de los 50 estados (BBCMundo 06/04/2022). En Florida buscan prohibir los buzones especiales, para sufragar en ausencia; en Wisconsin proponen requisitos que afectarían a votantes discapacitados; en Georgia, un estado en que ganó Biden por unos 11 mil votos, se aprobaron leyes como la prohibición de darle agua a quien hace fila para votar u otra que reduce el tiempo para que los votantes soliciten sufragar en ausencia (por correo o de forma personal anticipadamente) creando requisitos específicos para ello. Además, en este paquete se le quitó al secretario de estado de Georgia su poder como principal autoridad electoral, y esta pasa a ser designada por la legislatura estatal (con mayoría republicana). Es decir, todo tipo de triquiñuelas para que la gente de sectores populares les cueste más votar.

Los republicanos argumentan que estas medidas darán más seguridad a un sistema electoral en el que muchos dicen desconfiar, sobre todo tras las denuncias infundadas de fraude que ellos mismos anclaron,. El propio Trump felicitó a Georgia por su nueva ley diciendo que «aprendieron de la parodia de las elecciones presidenciales de 2020, que nunca se puede permitir que vuelva a ocurrir». Como dice la profesora de ciencia política de la Universidad de Suffolk, Rachael Cobb, «a fin de cuentas, se trata de ganar las elecciones y cómo se puede definir quién vota, para tener más posibilidades», a lo que habría que agregar con la legitimidad de la propia democracia a través de sus mecanismos de participación y expresión.

Los demócratas han calificado la ley de Georgia como «un ataque flagrante a la Constitución» y una «atrocidad»; la están cuestionado legalmente y con movilizaciones, además de promulgar en sus estados leyes en contrario sensu (Virginia, por ejemplo). El presidente Biden comparó esta legislación con las leyes Jim Crow, la cual imponían la segregación racial en el sur del país. David Kimball, profesor de ciencia política en la Universidad de Missouri, agrega que «los demócratas están analizando una legislación nacional que tal vez imponga algún tipo de reglas uniformes para proteger el derecho al voto; no sé si van a tener éxito…Habrá más desafíos legales si otros estados aprueban leyes para restringir este derecho y no está claro qué resolverán los tribunales…Así que la batalla seguirá» (BBC 06/04/2022).

Uno de los grandes problemas de la democracia es que, a diferencia de las dictaduras, se concibe como permanente y, sin embargo, y al igual que las dictaduras, su supervivencia no está garantizada. La democracia hay que cuidarla negociando, logrando compromisos y haciendo concesiones; aceptando reveses y victorias, dentro de un marco civilizatorio (“amistad cívica”). Sin embargo, como los sesgos ideológicos alimenta la impaciencia y la intolerancia, algunos demagogos autoritarios como Trump, para sortear estos obstáculos relegan estos principios y optan  por capturar a los árbitros (jueces y organismos de control como la Corte Suprema), comprar a los opositores y cambiar las reglas del juego, aunque lo hacen de manera paulatina y bajo una aparente legalidad que no hace sonar las alarmas de que la democracia está siendo desmantelada (argumentan Levitsky y Ziblatt).

Además de las instituciones, son las prácticas políticas que hoy se han roto en EE.UU., como la tolerancia y la contención institucional (o la decisión de hacer menos de lo que la ley permite), haciendo que el sistema constitucional de controles y equilibrios no funcione como previeron los padres fundadores. Más allá de las diferencias, no hay creencias y practicas compartidas en una sociedad plural y multiversa, donde el otro, es a la vez, muy distinto de nosotros y parte del nosotros. En EE.UU. los problemas de la administración son hoy una buena noticia para los republicanos, pero la decisión de la Corte Suprema de abolir Wade v/s Roe, además de haber ahondado la grieta, podría tener la consecuencia de que los ciudadanos estadounidenses menos conservadores estén más motivados que nunca para votar en las elecciones de mitad de mandato, dando un nuevo impulso a la bancada demócrata y al presidente Biden, preocupación asumida y expresada por Trump y los republicanos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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